La Guardia Civil localiza en la provincia de Teruel una media de una bomba de la guerra cada cuatro días
Los agentes acuden ante cualquier llamada y nunca denuncian tras un aviso, aunque el obús esté en una casaUna bomba cada 4 días ha sido localizada en la provincia de Teruel este 2022. Una media muy superior a la del resto de España y eso que en este año no es elevada, ya que 2021 se cerró con un explosivo rastreado cada tres días. Todas ellas han pasado por las manos del Equipo de Búsqueda y Localización de Explosivos (Ebyl) de la Guardia Civil de Teruel, que está compuesto por los agentes Andrés Franco, Francisco Medina y José Luis Jiménez.
Todas las provincias cuentan con equipo Ebyl o Tedax (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos), pero los de Teruel y Zaragoza son los que más salidas realizan de todo el territorio nacional y los que se enfrentan a un mayor número de explosivos reales. El Ebyl es el que tiene una primera toma de contacto con los proyectiles localizados, aunque si están sin detonar cuentan con la colaboración del equipo Tedax (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos) que acude desde Zaragoza.
Se debe a que prácticamente la totalidad de la provincia de Teruel fue línea de frente en algún momento de la guerra civil española y sobre ella se han lanzado todo tipo de bombas de las utilizadas entre 1936 y 1939. Aquí están no solo los explosivos artesanales que fabricaron los soldados, sino también artefactos procedentes de diferentes países. Centenares de artilugios diseñados para matar siguen en el campo esperando que los agentes Franco, Medina y Jiménez los localicen. “Es imposible pasar un detector de metales a todo el territorio para rastrear los explosivos que hay”, dicen, por eso la colaboración ciudadana es básica.
Uno de los aspectos en los que más insisten es en que no se denuncia a nadie por avisar a la Guardia Civil tras encontrar un proyectil, aunque esté en su propia casa. Lo que quieren es retirarlos de la sociedad porque constituyen un peligro importante, y recuerdan los dos accidentes más recientes ocurridos en la capital turolense y en Sarrión, en los que hubo amputaciones de dedos y pérdida de visión.
En lo que llevamos de año ha habido 35 incidencias de las que 23 han sido reales. Todos los años se detectan numerosos explosivos, uno cada tres días aproximadamente, aunque en 2020 el número de llamadas por este tipo de alertas se redujo. No obstante, matizan que incluso en el tiempo del confinamiento recibieron un aviso de un pastor que localizó un obús cuando iba a echar de comer en sus ovejas.
Hay épocas en las que se producen más avisos, sobre todo en primavera y otoño porque es temporada de setas y hay más gente por el monte. También hay picos importantes tras algún accidente y Andrés Franco relata que ha habido momentos de hasta nueve llamadas diarias. Además, concreta que hay gente que peligrosamente traslada las bombas desde viviendas o corrales de su propiedad hasta el monte por miedo a una denuncia, pero asegura que ellos jamás sancionan por retirar un proyectil de una finca o inmueble particular. “Hay quien intenta disimular que acaba de dejar una bomba, como si nosotros no distinguiéramos cuándo lleva ahí 80 años o se acaba de colocar”, argumenta.
La media anual es alta pero hay episodios puntuales que la incrementan, como el más de medio millar de granadas halladas en el año 2017 en Los Ojos del Jiloca, en Monreal del Campo, que fue el mayor arsenal de Aragón y uno de los más grandes de España localizados hasta la fecha.
No siempre que tiene lugar una salida es porque hay una bomba, puesto que el equipo especialista en explosivos ha recogido del campo desde pesas antiguas de romana hasta tubos de escape de coche, filtros de aceite o incluso el compresor de una nevera. Pero tampoco pasa nada si es una falsa alarma y el agente Franco anima rotundo a llamar a la Guardia Civil ante cualquier sospecha.
En cuanto a la presencia de bombas en el interior de viviendas, corrales o pajares, el especialista recuerda que ha habido momentos históricos en los que la dinamita era necesaria para determinadas labores agrícolas o industriales. Se trataba de un material que se vendía en las farmacias, pero era tan caro que muchos se proveían de ella desmontando obuses de la guerra civil que hallaban en el campo.
El equipo cuenta con trajes y cascos especiales de protección no solo para actuar ante explosivos, sino para trabajar con riesgo nuclear, radiológico, bacteriológico o químico.
Granadas diseñadas para matar que parecen latas de conserva
En la provincia de Teruel hay bombas de todos los tipos y no todas tienen, ni mucho menos, la forma de la granada típica que aparece en los dibujos animados y películas de acción. La mayor parte se encuentran totalmente oxidadas en su exterior y hay otras que parecen latas de conserva, por eso es tan peligroso tocar cualquier metal que haya en el monte. Algunas aún conservan el color rojo original y, según explican desde el Equipo de Búsqueda y Localización de Explosivos (Ebyl), todas tienen la particularidad de mantener intactas sus piezas interiores.
Tanto Andrés Franco, que es el responsable el equipo, como Francisco Medina, el más veterano, o José Luis Jiménez, conocen a la perfección los explosivos de la guerra civil. Por sus manos han pasado cientos y relatan que no tienen nada que ver con una bomba terrorista, que para entenderla “hay que meterse en la cabeza del terrorista”.
Andrés Franco advierte de que hay tantos proyectiles y de apariencia tan diversa que “casi cualquier artefacto que te despierte sospecha de que es un explosivo lo va a ser en la provincia de Teruel”
Indican que en su interior muchas conservan piezas tan brillantes como el día en que se montaron. “La calidad que tenían para construir era muy elevada y ahí es donde radica el peligro, que la gente los ve por fuera y piensan que, al estar oxidados, no tienen peligro y te estás llevando una bomba que está hecha para matar a tu casa.”, especifica Andrés Franco.
En cuanto al motivo de que hayan permanecido sin explotar durante 80 años y ahora puedan hacerlo, los expertos del Ebyl recalcan que están hechas para ser detonadas por la energía cinética que se produce al golpear con el suelo, pero es posible que en el momento en que se lanzaron no lo hicieran porque cayeron sobre agua, nieve o en el caso de los proyectiles de artillería, porque no se golpearon en la punta.
¿Qué debo hacer si localizo un objeto sospechoso?
Mantener la calma y no tocar el objeto. Señalizar el lugar, bien a través de alguna marca o mediante el dispositivo de geolocalización del teléfono móvil y llamar al teléfono 062 de la Guardia Civil.
Los agentes que atienden la llamada se desplazarán al lugar donde ha sido encontrado y contactarán de inmediato con el Equipo de Búsqueda y Localización de Explosivos (Ebyl), cuyos expertos serán los que determinarán, bien a través de fotos o yendo hasta el lugar personalmente, si se trata de explosivos y, en ese caso, si están sin detonar y resultan peligrosos.
Si el artefacto es un proyectil aún cargado, será el equipo Tedax (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos) el que se desplace desde Zaragoza para realizar una explosión en un entorno controlado. Para ello se acordonará toda la zona con el fin de destruir el artefacto, pero manteniendo las medidas de seguridad en todo momento.
Hay ocasiones en las que las bombas deben ser retiradas (están en el interior de un casco urbano) y para ello cuentan con trajes especiales que frenan el impacto de la metralla.
Una cúpula de iglesia con dos obuses incrustados desde hace más de 80 años
Cada salida es diferente y una de las últimas ha constituido todo un reto para los agentes. Había dos obuses incrustados en la cúpula del convento del Carmen de Gea de Albarracín y estaban colocados de tal forma que, aunque previsiblemente estaban ya detonados, no se sabía puesto que la parte visible no daba pistas para saberlo. Eso aconsejaba una retirada muy cuidadosa, pero estaban a 21 metros de altura, por lo que había que colocar un andamio o acceder con una grúa elevadora estable. Precisamente ese fue uno de los problemas puesto que las elevadoras con mejor sujeción al suelo no cabían por la puerta de entrada al templo. Finalmente localizaron una máquina cuyas dimensiones se adaptaban a la puerta, pero solo podía subir uno de los artificieros mientas que el operador la manejaba desde abajo. Los dos obuses fueron retirados con éxito y los expertos comprobaron que ya habían explotado. Otra salida reciente fue para retirar seis granadas y dos obuses que estaban guardados en un pajar de la localidad de Libros. Su antiguo propietario los tenía allí para utilizar su pólvora en la fabricación de yeso.
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