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“Estamos luchando todos juntos  para que no nos falten las fuerzas” “Estamos luchando todos juntos  para que no nos falten las fuerzas”
Vecinos de la calle San Francisco 21 recogen el cheque de la recaudación en el mercadillo solidario del Campus de Teruel

“Estamos luchando todos juntos para que no nos falten las fuerzas”

Entrega del cheque de 3.500 euros del mercadillo de libros del Campus a los afectados por el derrumbe de San Francisco
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Este año han sido muchas las asociaciones y colectivos que han ayudado a los vecinos del Edificio Amantes que colapsó hace un año. Las muestras de apoyo han sido incesantes y han recaudado dinero para hacer frente a los gastos derivados del proceso hasta que se conozcan las causas del derrumbe y los culpables. El último de estos gestos solidarios ha venido del ámbito universitario.

Durante el mes de abril la biblioteca del Campus de Teruel estuvo recibiendo libros para el mercadillo solidario, el tercero que hacían dentro del proyecto de buenas prácticas de apertura a la sociedad, que en mayo se pusieron a la venta con tanto éxito que se amplió una semana más. Su directora, María Eugenia Asensio, destaca que han sido muchos los turolenses que se acercaron para entregar libros y al mes siguiente a comprar, aportando una cantidad económica que era de 3 euros como mínimo. Finalmente han sido cerca de 3.500 euros los que se han recaudado y que este miércoles se entregaron a los afectados de la calle San Francisco, 21.

“La gente ha respondido muy bien”, comentó Asensio que destacó la implicación de vecinos del barrio de San León y del colegio de las Anejas, además de la comunidad universitaria que es la que habitualmente acude a estos mercadillos. El primer año fue para Ucrania, el pasado año para el Banco de Alimentos y este año en favor de los damnificados de la calle San Francisco, 21. Fueron tanto los libros recibidos que una vez cerrado el mercadillo se han guardado para otro año.

La entrega de este cheque solidario, ha coincidido con el primer aniversario del derrumbe. Los vecinos del número 21 que acudieron a recoger el cheque fueron en esta ocasión Isidro Navarro, Begoña Luz y Teresa Pellón que recordaban aquel instante que no se les borrará de su memoria y que les ha cambiado la vida para siempre.

Navarro vivía en el 1ºD con su mujer y sus hijas. Este miércoles recordaba que cuando se hundió el edificio no se encontraba en al vivienda. “Hacía 20 minutos que me había ido con el coche, cuando me fui estaba todo normal”, apuntó. Cuando le comunicaron lo que había ocurrido acudió corriendo y el edificio ya se había caído, contó.

De todo lo ocurrido este año, destacó la unión entre los vecinos. “Estamos luchando todos juntos para que no nos falten las fuerzas por ninguna parte, esto es muy largo y muy penoso, gasta mucha energía y estamos todos haciendo una piña”, explicó.

Todo la tramitación para conocer las causas va a suponer un gasto que no se puede cuantificar, por lo que los vecinos agradecen las aportaciones de la ciudadanía turolense: “Todo el mundo está colaborando y les doy las gracias en nombre de los vecinos del edificio del número 21”.

Desde hace un año los afectados están viviendo en los pisos de alquiler que facilitó el Ayuntamiento, tres de ellos cedidos por la Diputación de Teruel, como es su caso. Y aunque se encuentran bien, “no sentimos que es nuestra casa”, reconoció.

Los padres de Begoña Luz vivían en el piso de la planta baja de San Francisco 21. Aquel día dejó a su hijo pequeño con ellos porque estaba enfermo y se fue a llevar a sus otros hijos al colegio y a comprar. Cuando volvió, los vecinos estaban fuera pero sus padres y su hijo no. La policía local y los bomberos estaban allí y le pidieron las llaves de casa. “Les di las llaves y entraron a por ellos, fue sacarlos y en cuestión de minutos cayó el edificio”, contó. Junto a sus compañeros, recordó que en el piso de arriba había un chico que estaba durmiendo profundamente y no escuchaba los timbrazos. También lo tuvo que sacar la policía, como a un perrico que su dueña le dio la llave de casa a la policía para que lo sacaran. Otras mascotas no corrieron tanta suerte y hoy habrá un recuerdo muy especial para ellos.

Este grupo de vecinos del Edificio Amantes todavía se hacen cruces de que no hubiera ninguna víctima mortal. La hija de Teresa Pellón recordaba que le comentó a su hermano que a ver si los bomberos podían apuntalar y así entraban a recoger cosas. Pero no hubo opción, el edificio cayó en apenas unos minutos y afortunadamente bomberos, policía local y una técnico municipal ya habían salido fuera. “Pensábamos que se había quedado alguno abajo”, recordaba.

Pellón era una de las vecinas que estaba dentro de su casa y que salió cuando comenzó a notar que el suelo se movía debajo del sofá. “La casa ni hizo ruidos ni tembló, diez minutos antes oía como arenillas, pero nada más”. Tampoco los vecinos que a primera hora de la mañana se fueron a trabajar notaron nada “y las columnas del garaje estaban normales”. Aunque llevaban 12 días con parte del garaje inundado. “Esa noche habíamos estado achicando agua para que no se metieran en el depósito de gasoil”, contó Isidro Navarro, que ya había dejado su coche aparcado en otra plaza porque la suya estaba inundada. Lo que entonces parecía una simple avería ha sido una catástrofe para cerca de 40 familias que todavía no han vuelto a sus casas.

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