“Después de cumplir fielmente en estos dos campos de actuación, el tercer problema es el de la cultura. Me atrevo a asegurar que es el más importante y el que con más bríos debéis fomentar: conferencias, prensa, biblioteca, todos aquellos medios que tiendan a elevar vuestro nivel cultural son medios indispensables para actuar acertadamente en política. No temáis llamar a personas capacitadas para que os resuelvan vuestras dudas (…) Con el libro y la prensa os he decir que no hay lectura mala. Hasta de los errores se aprende; luego cuanto más leáis, más elementos de juicio, más capacitados, más dispuestos a dar impulso a vuestra obra estaréis...” Estas palabras corresponden al cellano Vicente Iranzo, ministro en tres ocasiones entre 1933-1934, pronunciadas en un mitin en el mes de octubre de 1932 en la localidad de Libros -nunca en mejor lugar con este topónimo- con motivo de la inauguración de un Centro político instructivo adherido a la Agrupación al Servicio de la República que era el “partido” (o mejor, “movimiento”) de ideario liberal, al que pertenecía Iranzo y que había sido fundado por el filósofo Ortega y Gasset, el escritor Pérez de Ayala y el médico Gregorio Marañón.
Era evidente que el discurso de Iranzo, similar en contenido al que pronunció en la inauguración de la biblioteca de la ciudad de Teruel en 1934 en la calle Amantes, iba orientado a que los habitantes de Libros incrementasen su formación cultural mediante la lectura de libros y periódicos, y más en una provincia como la de Teruel en la que existía, al igual que en el resto de España, un porcentaje elevado de población analfabeta.
Hasta la II República no había existido en España un plan sistemático de creación de bibliotecas municipales para acercar la lectura a las clases populares, pero mediante el decreto de 14 de junio de 1932 el Ministerio de Instrucción Pública establecía que “cualquier municipio español en cuyo término no exista Biblioteca pública del Estado podrá solicitar a la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros la creación de una Biblioteca municipal…”. Además se regulaba la existencia de una “Junta municipal” que regiría la nueva institución, se establecía el nº de volúmenes, los horarios, los locales... Pues bien, correspondía a los ayuntamientos la iniciativa de crear nuevas dependencias que albergasen las colecciones de libros que gratuitamente suministraría el Gobierno. Si las Misiones Pedagógicas enviaron gratuitamente bibliotecas populares con colecciones de libros a numerosas escuelas de Teruel, el mencionado decreto vino a institucionalizar la creación de bibliotecas municipales en los pueblos de la provincia.
Esta inquietud de Iranzo, el amor por la cultura, se plasmó en una serie de iniciativas prácticas para que varios municipios de la provincia dispusieran de dichas bibliotecas con el fin de que los vecinos tuviesen acceso más fácil a la lectura y, consecuentemente, Iranzo fue promotor de la creación de varias de ellas. Así, el Ayuntamiento de Híjar, en octubre de 1933, acordó dar las gracias al ministro de Marina Iranzo por el interés mostrado en instalar una biblioteca, pero decidió no crearla puesto que el mantenimiento suponía un coste económico “excesivo” con el que no estaba dispuesto a correr.
La labor del ministro era reconocida por Juan Vicens en uno de sus viajes de inspección por la provincia al afirmar que “la mayoría de de bibliotecas de Teruel han sido solicitadas por indicación del Sr. Iranzo…”. Sin entrar dentro de las competencias de su cartera ministerial, Iranzo, desde Madrid, procuró que los pueblos de su provincia y especialmente los del Jiloca que era su “feudo”, solicitaran a las autoridades del ministerio la creación de bibliotecas.
Así, varios consistorios como el de Calamocha se plantearon “formar una biblioteca municipal en la sala de espera del Ayuntamiento” pero también Cella, Monreal del Campo, Santa Eulalia u Odón se propusieron lo mismo por indicación de Iranzo que incluso remitía a los ayuntamientos la documentación y formularios necesarios con el fin de facilitar las peticiones de bibliotecas que debían realizar los secretarios.
Vicens, de ideología más a la izquierda que Iranzo, sorprendido pero a la vez agradecido por la iniciativa, dudaba de la finalidad que perseguía Iranzo con la promoción de las bibliotecas en Teruel y afirmaba: “Podría pensarse que este señor lo había hecho solamente con intención política. Esta intención ha existido, sin duda, pero creo que, además, ha habido por su parte un deseo real de ayudar a la cultura de la provincia…”
Parece que el pueblo modélico del Jiloca en cuanto a la creación de una biblioteca fue Villarquemado, pues el Ayuntamiento, presidido por Nicolás López, respondió a Iranzo que ya tenía formada su biblioteca municipal e incluso había nombrado bibliotecario al secretario del Consistorio. No obstante, en un pleno acordó solicitar dicha biblioteca oficial para aumentar la dotación bibliográfica pues se remitía un “donativo de fundación de 300 volúmenes” para los pueblos entre 1.000 y 3.000 habitantes. Vicens, en 1934, dejó escrito sobre la modélica Biblioteca: “Funciona bastante bien. Desde luego solamente el préstamo. Muy buena voluntad por parte de la Junta”.
Otra decisión curiosa y que muestra el interés por la cultura de la Corporación de Villarquemado fue el traslado de la enciclopedia Espasa (donde entonces se almacenaba “el total del saber humano”) a casa del secretario porque los labradores y jornaleros no podían consultarla debido a que su horario de trabajo en el campo no coincidía con el de la biblioteca.