Por Maite Joven Y su pulso se paró. Un muro grande y oscuro se instaló tras sus ojos y, sin poder abrirlos del todo, sintió como si los tuviera completamente abiertos. Sabía que tenía manos, pero no sentía sus dedos. Sabía que tenía piernas, pero no sentía su cuerpo. No sentía nada. Ni dolor. Ni rabia. Ni frio....
Texto de Maite Joven Arauz / Fotografía de Esther García Mateu Llevaba más de media hora despierta, pero esperaba el sonido reggae de su despertador para dar comienzo al día como de costumbre. El calor empezaba a resonar en los primeros días de un verano que se avecinaba distinto a los anteriores y, aunque Claudia había ansiado este...