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May Serrano

Voy con un poco de retraso en esto de estrenar el año porque me ha pillado la famosa gripe por banda y desde el día 31 no he podido levantar cabeza.

Aunque no lo parezca, el haber estado metida en la cama medio delirando durante 4 días tiene sus ventajas: no he tenido resaca, en vez de empacharme he ingerido más de 2 litros de caldito de verduras y he bebido alrededor de 3 litros de agua diarios. No he visto ninguno de los vestidos de las campanadas y me he librado de los 387 resúmenes de las mejores y peores noticias de los últimos 365 días.

Gracias a la fiebre no he hecho la lista de buenos propósitos y, les confieso, siento un gran alivio al no tener la exigencia de ser mejor persona, buscar la mejor versión de mí misma, ni superar viejos obstáculos. No me he inscrito en ningún gimnasio, ni he decidido aprender inglés.

No he pisado la calle así que me he librado del típico “feliz año nuevo”.

Me incorporo al 2024 por el carril lento. ¡Qué placer, oiga!

Cuando se va despacio se ven las cosas de otra manera. El tiempo se estira. La visión se amplia. Incluso se incrementa la capacidad auditiva.

No seré yo quién haga apología de la gripe pero sí que me atrevo a invitarles a que bajen la velocidad y agudicen los sentidos, propongo darnos el tiempo necesario para explorar más allá de lo que sabemos. Quizás el umami que buscamos no esté en el roscón de reyes, puede que lo encontremos en una buena ducha por la mañana o en una conversación tranquila en la que se deslizan las palabras, se abren las preguntas y se da espacio a explorar nuevas respuestas.

En esta velocidad baja de revoluciones no cabe la palabra del año:polarizar (“Orientar en dos direcciones contrapuestas” en la tercera acepción del diccionario de la RAE) y sí hay un gran descanso.

Se amplia el espacio, se siente como el cuerpo se expande, aparece un espacio más seguro.

Al ir tan despacio las opciones se multiplican. Desaparece el tira y afloja y surgen las infinitas posibilidades.

La lentitud da la oportunidad de ver los márgenes, mirar en todas las direcciones, escuchar diferentes propuestas e iniciar una conversación real en la que intentas comprender a la otra persona sin reaccionar.

Cuando te das tiempo puedes soltar la cuerda del·”tengo razón”.

Busco en el diccionario qué quiere decir “tener razón”: Estar en lo cierto.

Y puede que ahí esté la dificultad para bajar el ritmo y salir de la polaridad. No queremos sentir la incertidumbre.

¡Mala suerte!

Estamos en un momento donde las viejas estructuras caen por su propio peso y el futuro que se despliega no está basado en los resultados del pasado.

Esto lo saben muy bien en el mundo empresarial, lo que antes era A, B, C hoy no funciona y planificar es un verbo del pasado o, por lo menos, es mucho más flexible de lo que solía.

Hoy, más que nunca, se requiere mucha presencia y escucha profunda. Ir muy despacio para estar atentas a las oportunidades que se crean de manera instantánea, totalmente nuevas y frescas.

Parece un contrasentido que en un momento en el que que todo cambia a velocidad de vértigo nosotras tengamos que ir más despacio.

No sé, no me hagan caso, puede que todavía esté delirando...

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