Tengo miedo del calor. Cuando pienso en abrir la puerta de la calle y recibir esa bofetada de temperatura alta entro en pánico. Para contrarrestar mi miedo pienso cuidadosamente el recorrido y elijo las calles estrechas con sombra siempre que puedo. Entro en sock cuando pienso en cruzar el viaducto.
En mi plan de refresco he incluido ir al pantano un lugar que me daba miedo, fíjense que hablo en pasado.
En mi filosofía de vida los miedos se presentan para superarlos.
Ya les he contado alguna vez que me encanta nadar y que solía hacerlo en el Cantábrico con mi querido grupo Orcamaris. Nadar en la piscina está bien pero salir a la naturaleza y zambullirte en lo desconocido no tiene comparación.
Nadar en aguas abiertas te obliga a estar presente con los cinco sentidos funcionando. La temperatura, las corrientes, las olas te ayudan a concentrarte y dejar de pensar en las otras cosas de la vida.
Cuando vine a Teruel pensé en nadar en el pantano como alternativa al mar.
Un buen amigo se ofreció a hacer de cicerone.
-Me da mucho miedo el pantano- le dije.
-Es imposible! Si tú nadas en el Cantábrico! Y es mucho más peligroso!!
El miedo es muy libre.
Me uní al grupo de nadadores que me acogieron fantásticamente y me dieron muchos ánimos.
Nos metimos en el agua y mi cabeza empezó a fantasear: la presa hambrienta estiró sus brazos para comerme y empecé a perder el ritmo de la respiración.
Mis brazadas eran lentas, no avanzaba y nadaba como una principiante en un cursillo de verano.
El grupo me recordaba que fuera a mi ritmo, que no había prisa, que me lo tomara con calma...Imposible, ¡mi cabeza no paraba de repetir que iba a morir!
No conseguí completar la vuelta y me fui a casa con la ansiedad metida en el cuerpo.
El verano pasado lo intenté de nuevo. Esta vez mi hermana se ofreció a acompañarme con una piragua, por si tenia que rescatarme. Me lo tomé con mucha calma y cada vez que venia un pensamiento de peligro mortal me paraba para constatar que era un invento de mi mente, me calmaba y seguía nadando.
Durante los 1500 metros que conseguí realizar aparecieron en mi mente: motos de agua, ratas, raíces de árboles enroscadas en mis pies y UNA BALLENA!!! que resultó ser la sombra de la piragua que me escoltaba.
Este verano lo he vuelto a intentar con una amiga que también tenía miedo. EL suyo era el de alejarse de la orilla y no tener suficiente resistencia.
Las dos decidimos tomárnoslo con calma, el primer día nuestro objetivo estaba a 400 metros del punto de partida.
Cuatro pensamientos mortales atacaron mi cerebro.
Segundo día, misma distancia solo dos veces tuve miedo.
Tercer día, llegar a la isla: CERO ideas de muerte me visitaron.
Miedo al pantano DESBLOQUEADO.
Para mí el miedo es el mejor amigo de mis bloqueos y me ayuda a superarme a ganar power, a mirarme de frente y preguntarme ¿miedo a qué? ¿por qué? ¿para qué?
¡Las Orcamaris conquistan el pantano!
En mi plan de refresco he incluido ir al pantano un lugar que me daba miedo, fíjense que hablo en pasado.
En mi filosofía de vida los miedos se presentan para superarlos.
Ya les he contado alguna vez que me encanta nadar y que solía hacerlo en el Cantábrico con mi querido grupo Orcamaris. Nadar en la piscina está bien pero salir a la naturaleza y zambullirte en lo desconocido no tiene comparación.
Nadar en aguas abiertas te obliga a estar presente con los cinco sentidos funcionando. La temperatura, las corrientes, las olas te ayudan a concentrarte y dejar de pensar en las otras cosas de la vida.
Cuando vine a Teruel pensé en nadar en el pantano como alternativa al mar.
Un buen amigo se ofreció a hacer de cicerone.
-Me da mucho miedo el pantano- le dije.
-Es imposible! Si tú nadas en el Cantábrico! Y es mucho más peligroso!!
El miedo es muy libre.
Me uní al grupo de nadadores que me acogieron fantásticamente y me dieron muchos ánimos.
Nos metimos en el agua y mi cabeza empezó a fantasear: la presa hambrienta estiró sus brazos para comerme y empecé a perder el ritmo de la respiración.
Mis brazadas eran lentas, no avanzaba y nadaba como una principiante en un cursillo de verano.
El grupo me recordaba que fuera a mi ritmo, que no había prisa, que me lo tomara con calma...Imposible, ¡mi cabeza no paraba de repetir que iba a morir!
No conseguí completar la vuelta y me fui a casa con la ansiedad metida en el cuerpo.
El verano pasado lo intenté de nuevo. Esta vez mi hermana se ofreció a acompañarme con una piragua, por si tenia que rescatarme. Me lo tomé con mucha calma y cada vez que venia un pensamiento de peligro mortal me paraba para constatar que era un invento de mi mente, me calmaba y seguía nadando.
Durante los 1500 metros que conseguí realizar aparecieron en mi mente: motos de agua, ratas, raíces de árboles enroscadas en mis pies y UNA BALLENA!!! que resultó ser la sombra de la piragua que me escoltaba.
Este verano lo he vuelto a intentar con una amiga que también tenía miedo. EL suyo era el de alejarse de la orilla y no tener suficiente resistencia.
Las dos decidimos tomárnoslo con calma, el primer día nuestro objetivo estaba a 400 metros del punto de partida.
Cuatro pensamientos mortales atacaron mi cerebro.
Segundo día, misma distancia solo dos veces tuve miedo.
Tercer día, llegar a la isla: CERO ideas de muerte me visitaron.
Miedo al pantano DESBLOQUEADO.
Para mí el miedo es el mejor amigo de mis bloqueos y me ayuda a superarme a ganar power, a mirarme de frente y preguntarme ¿miedo a qué? ¿por qué? ¿para qué?
¡Las Orcamaris conquistan el pantano!