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May Serrano
Huele a septiembre, a comienzo, a crema hidratante, a cloro de piscina y a cerveza.

Las tormentas vespertinas nos han hecho sacar las chaquetas y nos ayudan a darnos cuenta de que se acaba no solo el verano si no el año. 

Adiós a las largas siestas, adiós a las conversaciones sin trascendencia, adiós a la calma chicha del calor canicular, adiós a estar a la fresca comiendo pipas cerca del rio.

Se apaga el ventilador y empieza el nuevo curso.

Que estas últimas vueltas de las hélices se lleven todo lo que no necesitamos para emprender la cuesta de septiembre, que nos acordemos que todo puede esperar, casi nada es urgente, que se puede vivir si las noticias, sin Ana Rosa Quintana, sin sujetador y sin necesidad de poner el despertador.

Segunda oportunidad que nos brinda el 2024 para “volver a empezar” y hacerlo desde un lugar nuevo.

Me gustaría que no cayésemos de golpe en la rutina sin cuestionarla antes. Que podamos decidir sobre lo que hacemos, cómo lo hacemos, para qué... y que en septiembre nos invada la ilusión de lo nuevo.

¡Ah! ¡qué maravilla!

Yo este verano he descansado mucho, me he dedicado a hacer nada con tanta destreza que este final de agosto me ha pillado por sorpresa”¿Cómo??? ¿que se acaba agosto??? ¡Ya?!!” me he dicho a mi misma como quien despierta de golpe tras 5 minutos para la siesta.

Después del susto inicial y un vistazo a mi agenda me han entrado unas ganas locas de estrenar mes.

Le he hecho sitio al impulso y la ilusión por todo lo que se viene y me he dado cuenta de que este año me levanto guerrera. 

Hacia tiempo que no sentía estas ganas de liarla parda, este 24 tengo la sensación de haberme movido lenta, cuidadosa y casi en silencio, con el cartel de “no molestar” en la puerta de mi consciente.

¡Año nuevo, vida nueva!

¿Cómo lo se? Porque ayer leí la noticia de que la DGA ha sacado a concurso un registro de imágenes y contenidos audiovisuales de paisajes de la Comunidad “susceptibles de alteración” por el despliegue de las energías renovables. 

El Gobierno de Aragón va a gastarse 95.000 euros para que en unos años podamos llorar viendo las fotos de lo hemos perdido gracias a los políticos que han vendido nuestra tierra a un fondo de inversión de Copenhague y he sentido una rabia muy fuerte en el vientre, un fuerza descomunal como cuando estás en una situación de vida o muerte y te descubres muy fuerte. ¡Estoy muy cabreada!

¿Qué clase de maniobra macabra es esta?

Es como hacer un book a los soldados que sabes que vas a fusilar al amanecer o una serie de retratos a los presos del corredor de la muerte para que sus familiares lloren la pérdida.

“Aquí tiene las fotos del difunto, señora, ya sabemos que vendiendo su tierra vamos a ocasionar un gran destrozo a todos los niveles: económico, natural y emocional pero nos la trae al pairo porque nosotros, o nuestro partido político ya tienen pactados sus beneficios”.

Este recochineo me moviliza y despierta en mi las ganas de plantar cara, de movilizarme y preguntar a grito pelao. “¿¿¿¿De qué vais????”

Y así decido terminar mi año, con un llamamiento a la acción de todas las habitantes de Teruel: ¡¡¡NO TE CALLES!!! Grita conmigo, sal a la calle, escribe cartas al Defensor del pueblo, no sé...¡¡algo tenemos que hacer!!

Nos están robando toda la riqueza de la que disponemos a cambio de NADA.