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'Querer' 'Querer'

'Querer'

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José Baldó
En ocasiones, la sencillez y la sobriedad son las únicas armas posibles a la hora de contar una historia. Querer, uno de los últimos estrenos de Movistar Plus+, se acerca al corazón de una verdad oculta tras décadas de silencio y de miedo normalizado por la costumbre, la vergüenza o el puñetero “qué dirán”. Y lo hace sin sermonear, con una puesta en escena minimalista, un guion de hierro y un magnífico cuarteto de actores entregados a la causa. El resultado: una obra maestra que confirma el talento de su directora, Alauda Ruiz de Azúa, para explorar las múltiples realidades que se esconden tras el seno familiar. Con Cinco lobitos, su ópera prima, la realizadora proponía un retrato certero acerca de la maternidad y los sacrificios que esta implica; aquí da un paso más allá y nos muestra las secuelas de una relación conyugal marcada por el acoso y el sometimiento. 

Días atrás, La Vanguardia recogía las declaraciones de Vicente Magro, magistrado del Tribunal Supremo, que alertaba sobre las agresiones dentro de la pareja. “En el hogar, la violencia de género no es aislada. Tampoco la violencia sexual”. Para ilustrar el artículo echaban mano de un fotograma de la serie que nos ocupa, una producción que levanta ampollas y abunda en el consentimiento sexual que debe preceder a cualquier tipo de relación, incluidas las que vienen amparadas por el matrimonio.
    

'Durmiendo con su enemigo'

Tras treinta años juntos, Miren (Nagore Aranburu) decide abandonar a su marido (Pedro Casablanc) y denunciarlo por violación continuada. La noticia cae como una bomba entre los miembros de la familia y provoca que su pequeño universo, clasista y biempensante, estalle por los aires. Los dos hijos de la pareja, ya adultos, se ven obligados a tomar partido por uno de los progenitores y a cuestionar la verdad del otro. La protagonista se enfrenta al rechazo de amigos y a la incomprensión de sus seres queridos; deja atrás los lujos de una vida acomodada —pero infeliz— y recupera la esperanza en un pequeño piso de un barrio obrero. 

Querer arranca con una breve escena sexual que, a priori, puede dejar descolocado al espectador. No obstante, a los pocos minutos, mientras vemos a Miren hacer las maletas y reconocer ante sus hijos la cruda realidad de su matrimonio, entendemos el verdadero sentido de esas imágenes iniciales. La carnalidad no es algo gratuito; la serie contrapone el sexo cómplice y deseado entre dos jóvenes —uno de ellos el hijo menor de la pareja— a la violencia silenciosa ejercida contra la protagonista a lo largo de los años.

Aquí el agresor no lleva armas ni resulta particularmente amenazante. Es un tipo vestido con traje y corbata, de buena posición, alguien a quien todos respetan y ven con buenos ojos. Un poco como el Patrick Bergin que hacía la vida imposible a Julia Roberts en Durmiendo con su enemigo, un psicópata que confunde querer con dominar y el amor con el miedo. 

Querer salta de la tragedia íntima de Miren al drama judicial y desemboca en un abrazo final entre madre e hijo que hace que ese descenso a los infiernos haya merecido la pena. Por su parte, el espectador termina la serie con el corazón encogido, los ojos vidriosos y el apremiante deseo de comer a besos a la madre que les parió.

Hace tan sólo unas semanas, las desastrosas secuelas de la dana barrían de las portadas de los diarios el supuesto escándalo sexual de un famoso político de rostro aniñado. Actitud misógina y abusos de poder, decían los titulares. Una noticia que a buen seguro volverá a repetirse con otros nombres, rostros nuevos y distintas siglas de partido. 

No lo olviden, si algo sobra en este mundo son hijos de puta.