Mientras los numerosos seguidores del agente 007 especulan sobre el actor que dará vida al próximo James Bond -el británico Aaron Taylor-Johnson parece el mejor posicionado para tomar el relevo de Daniel Craig-, las principales plataformas se llenan de series ambientadas en el mundo del espionaje. Apple TV tiene la sobresaliente Slow Horses, en Disney Plus+ pueden recuperar The Veil: red de mentiras, y Eddie Redmayne y Ursula Corberó forman equipo en la nueva adaptación de la novela Chacal para SkyShowtime. A ellas se suma Palomas negras, un emocionante thriller cargado de acción y humor negro que se ha convertido en una de las propuestas más interesantes del catálogo de Netflix para las próximas fiestas.
Los actores Keira Knightley y Ben Wishaw son, sin duda, el plato fuerte de la serie. Ella resulta convincente como madre dulce y amorosa; la perfecta anfitriona en las fiestas de sociedad que se desenvuelve con soltura en la lucha cuerpo a cuerpo y resulta letal con un arma en las manos. Una mujer que acaba de perder al gran amor de su vida y está obsesionada con hallar a los culpables para obtener su venganza. Junto a ella, Wishaw interpreta a Sam, un ejecutor con conciencia y muchos fantasmas a sus espaldas, que justifica su trabajo diciendo que “sólo aprieta el gatillo para hacer del mundo un lugar mejor”.
A lo largo de sus seis capítulos, los continuos saltos en el tiempo de la serie nos desvelan los momentos clave del pasado de sus protagonistas: cómo entró Helen a formar parte de la misteriosa organización, cuándo conoció a su marido (el político influyente) o en qué instante se dio cuenta de que se había enamorado de Jason (el amante asesinado). Pero, sin duda, si hay algo que justifica la existencia de estos flashbacks es la necesidad del espectador de bucear en la historia personal de Sam, hijo de otro sicario que guardaba un curioso código de lealtad hacia sus víctimas: “cuando matas a alguien, le miras a la cara porque es lo más íntimo que jamás harás con otra persona”. Sam regresa a Londres para proteger a su amiga, pero también para reencontrarse con su antigua pareja y con un enemigo al que no pudo liquidar.
Por si no fuera suficiente, Palomas negras recupera a la actriz Sarah Lancashire -la protagonista de Happy Valley, uno de los mejores policiales de los últimos años- convertida aquí en la jefa de Helen; una figura matriarcal, poderosa e inquietante, que tiene ojos y oídos en cada rincón de la ciudad.
La serie es un dulce regalo de navidad lleno de acción, giros de guión imprevisibles y un puñado de frases ingeniosas como colofón a cada escena. Nada nuevo bajo el sol, pero les aseguro que cuando estas Palomas negras baten sus alas son capaces de volar muy alto. Tanto que ustedes no podrán despegar los ojos de la pantalla.
Un perverso cuento de Navidad
Helen Webb lleva una doble vida: es la perfecta esposa del secretario de defensa británico y, al mismo tiempo, una espía que lleva diez años filtrando información del gobierno para una organización secreta llamada Palomas negras. Cuando asesinan a su amante, la vida de Helen pende de un hilo y un viejo amigo acude de nuevo a su lado para enfrentarse a sus enemigos y hallar la verdad. En el camino se cruzarán con poderosos clanes familiares, estrafalarias asesinas a sueldo e, incluso, un conflicto entre los gobiernos de China y Estados Unidos capaz de hacer estallar por los aires el orden mundial. Y todo ello bajo el envoltorio amable de un falso cuento de navidad; con villancicos, espumillón, regalos bajo el árbol y una explosión de luz y color que no se debe al brillo de las guirnaldas, sino al fuego de las balas y a la sangre de las víctimas.Los actores Keira Knightley y Ben Wishaw son, sin duda, el plato fuerte de la serie. Ella resulta convincente como madre dulce y amorosa; la perfecta anfitriona en las fiestas de sociedad que se desenvuelve con soltura en la lucha cuerpo a cuerpo y resulta letal con un arma en las manos. Una mujer que acaba de perder al gran amor de su vida y está obsesionada con hallar a los culpables para obtener su venganza. Junto a ella, Wishaw interpreta a Sam, un ejecutor con conciencia y muchos fantasmas a sus espaldas, que justifica su trabajo diciendo que “sólo aprieta el gatillo para hacer del mundo un lugar mejor”.
A lo largo de sus seis capítulos, los continuos saltos en el tiempo de la serie nos desvelan los momentos clave del pasado de sus protagonistas: cómo entró Helen a formar parte de la misteriosa organización, cuándo conoció a su marido (el político influyente) o en qué instante se dio cuenta de que se había enamorado de Jason (el amante asesinado). Pero, sin duda, si hay algo que justifica la existencia de estos flashbacks es la necesidad del espectador de bucear en la historia personal de Sam, hijo de otro sicario que guardaba un curioso código de lealtad hacia sus víctimas: “cuando matas a alguien, le miras a la cara porque es lo más íntimo que jamás harás con otra persona”. Sam regresa a Londres para proteger a su amiga, pero también para reencontrarse con su antigua pareja y con un enemigo al que no pudo liquidar.
Por si no fuera suficiente, Palomas negras recupera a la actriz Sarah Lancashire -la protagonista de Happy Valley, uno de los mejores policiales de los últimos años- convertida aquí en la jefa de Helen; una figura matriarcal, poderosa e inquietante, que tiene ojos y oídos en cada rincón de la ciudad.
La serie es un dulce regalo de navidad lleno de acción, giros de guión imprevisibles y un puñado de frases ingeniosas como colofón a cada escena. Nada nuevo bajo el sol, pero les aseguro que cuando estas Palomas negras baten sus alas son capaces de volar muy alto. Tanto que ustedes no podrán despegar los ojos de la pantalla.