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Matthew Shardlake. Crímenes en la Inglaterra de los Tudor Matthew Shardlake. Crímenes en la Inglaterra de los Tudor

Matthew Shardlake. Crímenes en la Inglaterra de los Tudor

José Baldó

La actualidad manda y su avance furioso amenaza con ahogarnos en el mar de la inmediatez. La cantidad de series que llegan cada semana a las plataformas es abrumadora. La velocidad con que unos programas sustituyen a otros entre las preferencias del público hace que resulte imposible estar al día en cuanto a modas y estrenos. Pensaba recomendarles El caso Asunta (Netflix), el minucioso retrato de uno de los episodios más impactantes de la crónica negra española. Me hubiera gustado destacar la proeza de Tristán Ulloa y -en especial- Candela Peña, los actores mimetizados en el matrimonio Basterra Porto, los padres convertidos en sádicos verdugos de una niña inocente. No obstante, llego tarde a la fiesta y solo puedo sumarme a los elogios de una serie que se siente heredera de la mítica Huella del crimen de TVE.

Continúo la búsqueda, ansioso por encontrar la pepita de oro oculta en el fango del streaming. Avanzo por los menús, repaso las novedades. Ojeo los títulos, pero nada llama mi atención. Un momento. ¿Shardlake? Ese nombre… me resulta familiar. Una chispa se enciende en mi cabeza y corro hacia las estanterías. Ahí está. El gallo negro, la novela que inaugura la saga de intriga histórica creada por el escritor C. J. Sansom y protagonizada por Matthew Shardlake. Ese volumen, marchito por el paso del tiempo, era de mi padre. Un préstamo que jamás le devolví y una recomendación que, a buen seguro, no le agradecí lo suficiente. Por si fuera poco, un vistazo rápido en Google me informa del reciente fallecimiento de Sansom; ya sea por el algoritmo o la serendipia, no puedo obviar las señales.

Misterio en la abadía

El 1 de mayo Disney+ estrenaba la miniserie Matthew Shardlake. Cuatro capítulos, de apenas 50 minutos de duración, que corren el riesgo de pasar desapercibidos para el gran público.

Tras el divorcio entre la Iglesia católica e Inglaterra en 1534, el monarca Enrique VIII y su primer ministro, Thomas Cromwell, toman la decisión de clausurar los monasterios ingleses y traspasar sus propiedades y riquezas a la corona. En uno de esos monasterios, en la localidad de Scarnsea, aparece decapitado el enviado del rey. Para descubrir al asesino, Cromwell recurrirá a Matthew Shardlake, un brillante abogado que destaca por sus grandes dotes deductivas.

Inevitablemente, todo nos remite a El nombre de la rosa. La obra de Umberto Eco fue pionera al instalar la trama policíaca entre los muros de una abadía. Si en aquella estaba fray Guillermo de Baskerville al mando de la investigación, en esta nueva serie contamos con un detective jorobado que, además de resolver el crimen, debe lidiar con el rechazo que su físico provoca en los demás.

El reparto lo encabeza Arthur Hughes, un actor que rompe con el estereotipo de los papeles reservados a personas con discapacidad (él mismo tiene una displasia radial que afecta a su brazo derecho). A su lado, Anthony Boyle como Jack Barak, su apuesto y arrogante asistente y, en una breve aparición, Sean Bean dando vida al despiadado Cromwell.

A pesar de sus bondades -las sólidas interpretaciones, la ambientación o el guiño al Excalibur de John Boorman en el tercer capítulo, con la imagen de la espada emergiendo de las aguas-, Matthew Shardlake dista mucho de ser una serie redonda. Hay momentos en que la acción decae y algunos personajes son puro cliché. Por no hablar de sus dentaduras, todas de marfil, bien alineadas y libres de caries. A estas alturas, estoy convencido de que sus responsables lo hacen para tocarnos las narices a los intensitos del rigor histórico. Ya saben, con la misma mala leche que destilaban Isabel Pantoja y Julián Muñoz contra la prensa durante su romance marbellí. “Dientes, dientes… que es lo que les jode”.