Ahí va una confesión: no me gustan las Nocheviejas. Por supuesto, he disfrutado en cotillones, casas rurales con amigos y fiestas que se alargaban hasta bien entrado el uno de enero; aun así, no dejo de ver esta celebración como lo que realmente es, el adiós definitivo a un año de mi vida. Y, créanme, tengo una alergia incurable a las despedidas.
La nueva serie de Rodrigo Sorogoyen para Movistar Plus+ nos cuenta la historia de Ana y Óscar a través de diez Nocheviejas: sus idas y venidas desde el momento en que cumplen los treinta años -él lo hace el último día del año y ella, el primero- hasta que llegan a los cuarenta. Dos extraños que coinciden en una fiesta, se conocen, se enamoran y entablan una relación que se prolongará a lo largo de una década. El espectador asiste a un retrato naturalista y veraz del paso (y el peso) del tiempo en la vida de una pareja; una serie que captura el preciso instante en que la madurez deja atrás la juventud y los sueños se convierten en las asignaturas pendientes de los que ya somos cuarentones.
Sus actores protagonistas, Iria del Río y Francesco Carril, resultan cercanos a un espectador que asiste asombrado al milagro de la vida capturada a través de la cámara. La intimidad de sus conversaciones, las risas, los silencios, el rencor, las dudas, el sexo; desde que Ana conoce a Óscar, el chico de los ojos tristes, hasta una agria discusión en un taxi, toda la serie responde al interés de sus creadores -Sorogoyen junto a las guionistas Sara Cano y Paula Fabra- por mostrar la verdad de una relación amorosa sin ahorrarse las tensiones o el desgaste de la convivencia. En su camino se cruzan con amigos, familiares y otros personajes que sirven de contrapunto al conflicto de los protagonistas. En un recurso que remite a la Nouvelle Vague, cada capítulo incorpora a una pareja rompiendo la cuarta pared, mirando a cámara mientras las voces en off de Óscar y Ana especulan sobre ellos y su convivencia. El amor está por todas partes, desde unos desconocidos que se comen a besos en una tienda berlinesa hasta sus vecinos, dos ancianos que no pueden vivir el uno sin el otro.
Los años nuevos arranca como una versión sin edulcorar de Cuando Harry encontró a Sally, pero lo cierto es que la sucesión de encuentros y desencuentros de sus protagonistas recuerdan a los de Albert Finney y Audrey Hepburn en Dos en la carretera. Por supuesto, Sorogoyen debe mucho a Richard Linklater y su trilogía Antes de…, pero también a Bergman, Woody Allen e, incluso, al romanticismo sin artificios del tercer Trueba en discordia, Jonás, y su última película Volveréis.
Una serie no apta para aquellos que acaban de romper con su pareja, pero imprescindible para todos los demás; incluidos los que como yo tienen aversión al fin de año. No se alarmen, aún hay esperanza para nosotros, siempre nos quedará el especial de Cachitos de Nochevieja.
La nueva serie de Rodrigo Sorogoyen para Movistar Plus+ nos cuenta la historia de Ana y Óscar a través de diez Nocheviejas: sus idas y venidas desde el momento en que cumplen los treinta años -él lo hace el último día del año y ella, el primero- hasta que llegan a los cuarenta. Dos extraños que coinciden en una fiesta, se conocen, se enamoran y entablan una relación que se prolongará a lo largo de una década. El espectador asiste a un retrato naturalista y veraz del paso (y el peso) del tiempo en la vida de una pareja; una serie que captura el preciso instante en que la madurez deja atrás la juventud y los sueños se convierten en las asignaturas pendientes de los que ya somos cuarentones.
Los (des)enamorados
Los años nuevos tiene todas las papeletas para alzarse con el título a la mejor serie -española o no- de la temporada. Sorogoyen, tras la magnífica Antidisturbios, vuelve a la pequeña pantalla y le da una vuelta al manido estereotipo del chico conoce a chica. El autor de El reino y As Bestas se aleja de los dramas violentos y asfixiantes que tan buenos resultados le han dado (premios Goya incluidos), y propone un sobrio e intimista relato acerca del amor que se disfruta como el más adictivo de los thrillers. Un reflejo de la realidad de los últimos diez años de nuestro país que contiene referencias al 15M, al auge de nuevas formaciones políticas o a la pandemia, y que también se permite un comentario jocoso sobre las luces navideñas de Vigo y su mediático alcalde.Sus actores protagonistas, Iria del Río y Francesco Carril, resultan cercanos a un espectador que asiste asombrado al milagro de la vida capturada a través de la cámara. La intimidad de sus conversaciones, las risas, los silencios, el rencor, las dudas, el sexo; desde que Ana conoce a Óscar, el chico de los ojos tristes, hasta una agria discusión en un taxi, toda la serie responde al interés de sus creadores -Sorogoyen junto a las guionistas Sara Cano y Paula Fabra- por mostrar la verdad de una relación amorosa sin ahorrarse las tensiones o el desgaste de la convivencia. En su camino se cruzan con amigos, familiares y otros personajes que sirven de contrapunto al conflicto de los protagonistas. En un recurso que remite a la Nouvelle Vague, cada capítulo incorpora a una pareja rompiendo la cuarta pared, mirando a cámara mientras las voces en off de Óscar y Ana especulan sobre ellos y su convivencia. El amor está por todas partes, desde unos desconocidos que se comen a besos en una tienda berlinesa hasta sus vecinos, dos ancianos que no pueden vivir el uno sin el otro.
Los años nuevos arranca como una versión sin edulcorar de Cuando Harry encontró a Sally, pero lo cierto es que la sucesión de encuentros y desencuentros de sus protagonistas recuerdan a los de Albert Finney y Audrey Hepburn en Dos en la carretera. Por supuesto, Sorogoyen debe mucho a Richard Linklater y su trilogía Antes de…, pero también a Bergman, Woody Allen e, incluso, al romanticismo sin artificios del tercer Trueba en discordia, Jonás, y su última película Volveréis.
Una serie no apta para aquellos que acaban de romper con su pareja, pero imprescindible para todos los demás; incluidos los que como yo tienen aversión al fin de año. No se alarmen, aún hay esperanza para nosotros, siempre nos quedará el especial de Cachitos de Nochevieja.