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La banda sonora de nuestras vidas La banda sonora de nuestras vidas

La banda sonora de nuestras vidas

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José Baldó

Si hiciéramos un sondeo entre los cinéfilos en busca de los más célebres compositores de bandas sonoras, unos pocos se acordarían de Ennio Morricone; otros, los más románticos, harían lo propio con John Barry o Henry Mancini. Los aficionados al cine clásico optarían por Bernard Herrmann, el compositor de cabecera de Hitchcock y Welles, pero me jugaría una oreja —y no hago chistes con “la de Van Gogh”— a que el prolífico John Williams encabezaría la mayor parte de las listas.

Disney+ estrena el documental centrado en la obra del genial creador de las melodías de Star Wars o Jurassic Park, un músico de talento inagotable que lleva más de medio siglo dando cartas de nobleza a la partitura cinematográfica. La música de John Williams se abre con unas declaraciones de Steven Spielberg, su colaborador en casi treinta películas. “Cuando conocí a Johnny pensé: es demasiado amable para haber escrito esa música tan genial”. Humilde y simpático, Williams se sienta al piano y repasa sus greatest hits, recordando detalles sobre la creación de sus obras más memorables.

La nómina de personalidades que confiesan ante las cámaras su admiración por el compositor es abrumadora: de George Lucas y J. J. Abrams a Gustavo Dudamel y Chris Martin, este último líder de la banda Coldplay. Como no podía ser de otro modo, la figura de Spielberg ocupa buena parte del metraje del documental. La complicidad con el cineasta queda patente desde su primer encuentro en The Sugarland Express (1974) —conocida aquí con el horrible título de Loca evasión— y el éxito rotundo de Tiburón, dos años más tarde. A partir de ahí, se despliega una carrera en común jalonada de títulos emblemáticos como Encuentros en la tercera fase —según el crítico Alex Ross, la obra de Williams que recoge toda la música del siglo XX, “desde la más vanguardista y disonante hasta el tema más básico y memorable”—, E. T. el extraterrestre y Salvar al soldado Ryan, entre otras.

Williams y el poder de la orquesta

Desde la segunda mitad de los años 60, las bandas sonoras orquestales habían perdido terreno frente a las canciones pop, el jazz y los ritmos propios de la época. Williams apuesta por el retorno a las grandes partituras sinfónicas; una actitud a contracorriente que eclosionaría en hitos como Star Wars o Superman. Su talento para el leit motiv y los estribillos tarareables lo acercan al gusto del público y, a pesar de que él mismo reconoce su escasa cinefilia, no hay duda de que estamos ante el compositor más famoso de la historia del cine.

No obstante, el documental decide pasar de puntillas por algunos aspectos relevantes de la vida del músico. Cuando conoció a Spielberg, Williams ya había participado en títulos tan populares como La aventura del Poseidón o Terremoto, y contaba con un Óscar por El violinista en el tejado; incluso, llegó a trabajar para Hitchcock en La trama, el último film del maestro inglés. De igual modo, tampoco se extiende en los episodios más trágicos de su trayectoria como la muerte de su primera esposa o su accidentada etapa como director de la prestigiosa Boston Pops Orchestra.

A sus 92 años, Williams conserva la lucidez de un genio capaz de emocionar a todo un patio de butacas. Me quedo con unas palabras de Spielberg, que no aparecen en el documental, pero inciden en el talento del compositor: “Yo hacía despegar las bicicletas de E.T., pero era la música de John Williams la que las mantenía en el aire”.

Mientras aporreo el teclado del ordenador, mi cabeza se pierde entre los recuerdos. Pienso en aquel niño obsesionado con las películas que corría de un lado para otro canturreando la fanfarria de Indiana Jones. Cinéfilos o no, nadie puede negar que La música de John Williams forma parte de la banda sonora de nuestras vidas.