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'Érase una vez el oeste' 'Érase una vez el oeste'

'Érase una vez el oeste'

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José Baldó
Han pasado más de seis décadas desde que John Ford dirigiera El hombre que mató a Liberty Valance, tal vez el primer western crepuscular que dinamitó las convenciones del género y lo preparó para todo lo que vendría después. Los italianos —con Sergio Leone a la cabeza—, Sam Peckinpah y su rompedor Grupo Salvaje o el mismísimo Clint Eastwood, entre muchos otros, demostraron que el cine del oeste todavía guardaba balas en la recámara. A pesar de ello, durante este tiempo, no han sido pocos los que se han empeñado en entonar un canto fúnebre por el western; una actitud derrotista e injusta con todos aquellos realizadores contemporáneos que cada año suman un puñado de títulos interesantes a la causa.

Sin ir más lejos, el pasado verano, Kevin Costner se calzaba las espuelas para afrontar su regreso por la puerta grande al oeste más épico. Horizon (MAX) supone el primer capítulo de un titánico fresco —dividido en cuatro partes— que ahonda en los orígenes de los Estados Unidos de América. Lastrada por su propia condición de obra inacabada, la película se siente como un episodio piloto demasiado vasto para un público acostumbrado al gatillo fácil del mando a distancia. Horizon exige paciencia y ser disfrutada en la amplitud de una pantalla de cine; desgraciadamente, su discreto paso por las salas ha obligado al director de Bailando con lobos a retrasar hasta nueva orden el estreno de la segunda entrega de la saga.

Por fortuna, Netflix parece haberse apiadado de los amantes del género y comienza el año con la miniserie Érase una vez el oeste, incomprensible traducción al español del prosaico American Primeval, dirigida por Peter Berg (Día de patriotas, El último superviviente) y escrita por Mark L. Smith, guionista de El renacido.

Wild Wild West


La serie nos presenta a Sara (Betty Gilpin) y su hijo Devin; ambos esperan comenzar una nueva vida al otro lado de las montañas de Utah, pero por el camino deberán enfrentarse a la oscuridad de un mundo lleno de peligro y violencia. En el relato se mezcla la pura ficción con algunas de las páginas más trágicas de la historia americana.

Ambos sobrevivirán a la masacre de Mountain Meadows, un suceso real ocurrido en 1857 en el que 120 personas perdieron la vida a manos de la milicia mormona y los guerreros de la tribu Paiute. Tras el furioso ataque, Sara y su hijo contarán con la ayuda de Isaac (Taylor Kitsch), un solitario guía con un pasado tortuoso que se convertirá en el protector de la pareja, y una niña nativa muda llamada Dos Lunas. En paralelo, conoceremos a Abish Pratt (Saura Lightfoot-Leon), una joven mormona secuestrada a raíz del conflicto y retenida —al principio, contra su voluntad— por el guerrero Pluma Roja, y a su marido Jacob (Dane DeHaan) que seguirá su rastro para rescatarla.

El realizador Peter Berg rueda un western sangriento y descarnado más cercano al realismo sucio de la serie Deadwood que al lirismo y la épica de Howard Hawks o John Ford. Hay mucho de Tarantino y su gusto por la violencia explícita, pero también ofrece imágenes que remiten al oeste pesadillesco que retrató Cormac McCarthy en su Meridiano de sangre. En el episodio tres, la serie se desboca y entra de lleno en el survival horror con un pasaje que enfrenta a los protagonistas con un clan de indeseables que parece sacado del clásico de terror Las colinas tienen ojos.

“Civilización y civilizado son dos palabras distintas”, declara uno de los personajes. En Érase una vez el oeste no existe la piedad y, al contrario que ocurría en Liberty Valance, la cruda realidad se antepone a la leyenda y el mito. Aquí las balas muerden, los latigazos restallan en la carne desnuda y la sangre tiñe de rojo el pedregoso suelo de esa América primitiva. Una auténtica cabalgada al infierno.