Es difícil no venderse a buen precio. El sistema se recrea ofreciendo precios. Los gestores del alfa y el omega valoran y difunden el precio al necio. Todo se confunde, valor y precio.
Cuando la tierra es nuestra y es de nadie el precio se acepta, se convierte en hecho. Se acomoda en nuestro pecho. Y el gestor, el inversor y el salvapatrias, si es que gestiona, se abraza al clavo incandescente porque quizás el valor tenga ese precio. Objetos volantes no identificados surfean por las nubes del mañana. Aterrizan los restos y los deshechos. Antiguos registros colmatados de esperanzas. ¿Aún los crees? Algo caerá, como llovido del cielo. Algo hay que hacer. Calla tú. No, yo. Calla, no molestes. Adiós.
Los montes de la España rural no se empecinan en exceso. Cuando todos los buitres del mundo mueran, ellos seguirán allí. De cuando en cuando beberán los aires irredentos, o lloverán las lastras del vestido de sus laderas. Decidirán aún así por ellos, como anciano abandonado.
Los montes de la España rural son monstruos aletargados, con poca faena, que se sientan en el carasol apoyados en la gayata, viendo pasar las horas. Quítame de aquí a ese abuelo que le planto yo un molino. Rentabilidad. No tienes ni puta idea.
El sentimiento se puede moldear. Lo que hoy es de interés mañana molesta. No saber nada ayuda mucho al desafío. Te vas, me dejas y me abandonas. No fui yo, fuiste tú. Qué más da. No es hasta luego.
Ahora los buitres se visten de limpieza energética. Ya saben, todo es cuestión de ponerle un nombre. Si son energías limpias ya no hay vuelta atrás, el mercado y los popes del capitalismo energético te tacharán de sucio.
El núcleo de todo es el modelo especulativo, brutal, donde solo manda el dinero. Donde los fondos de inversión son entes de luz y, sobre todo, sombras. Si ya es verde lo nuclear podemos dejar de pensar. Pensarán por nosotros, y nos meterán el nombre que quieran por el culo.
Yo ya no entiendo de reglas, ni de mercado. Yo ya no entiendo de vocerío, ni educación. Yo ya no entiendo ni veo ni quiero. Yo ya no resisto este sin Dios. Yo veo pasar la vida, vendiéndome al mejor postor.
Tú decides. O no.