Dicen los que saben que eso de aprovechar la columna donde escribes para promocionarte suena bastante pretencioso. Y así es. Pero, la verdad es que soy "un hombre muy primario, sujeto a las bajas pasiones". Para qué engañarnos, los autores sin otros medios que los suyos y los que buenamente pone su editorial (Dobleuve Comunicación -Teruel-) con humildad e ilusión, no podemos hacer otra cosa.
Hablar de mi mal-tratado sobre la globalimbecilización es hablar sobre nosotros mismos. Es hablar de las ideas que compramos y hacemos nuestras, de las que nos hacen tragar las redes sociales, y tragamos. De cómo hemos aceptado una atomización liberal para descomponer las luchas importantes. Es creerse clase media por ir a París en la comunión y por beber gintonics las cada vez menos noches que nos podemos permitir salir.
Todos somos partícipes. Como decía Ernesto Jartillo: "Gilipollas tú, gilipollas yo; pues gilipollas todos".
El libro es una intervención coral, una puerta abierta al cuñao que acierta aunque no use el tono adecuado. Un libro que nos/me desnuda, que no me gusta ni a mí. Desde el rincón de pensar que nos deja un tiempo, otra vez, para reinventarnos.
Reinventarse, eso sí, para que ser los mismos de siempre. O lo peor, que todos participamos activamente del circo.
Poner nombres molones en inglés a las putadas que nos gasta la vida. Decir coworking porque somos incapaces de asumir lo pringaus que somos.
Porque, como decían mis amigos que tanto me ayudaron a escribir este libro: "Lo curioso es que, este fenómeno, tan endógeno como manipulable, arrasa a su paso cualquier indicio de victoria profana". O lo otro: "Repetir mensajes con una militancia agresiva es el modo en que un idiota medio se siente globalmente integrado". ¡Viva twitter!... Y más allá.
Y lo que es peor, votar a todos aquellos que lo hacen posible.
Disfruten de lo leído. O póngame a parir, qué más dará. No vamos a salir del agujero.
Hablar de mi mal-tratado sobre la globalimbecilización es hablar sobre nosotros mismos. Es hablar de las ideas que compramos y hacemos nuestras, de las que nos hacen tragar las redes sociales, y tragamos. De cómo hemos aceptado una atomización liberal para descomponer las luchas importantes. Es creerse clase media por ir a París en la comunión y por beber gintonics las cada vez menos noches que nos podemos permitir salir.
Todos somos partícipes. Como decía Ernesto Jartillo: "Gilipollas tú, gilipollas yo; pues gilipollas todos".
El libro es una intervención coral, una puerta abierta al cuñao que acierta aunque no use el tono adecuado. Un libro que nos/me desnuda, que no me gusta ni a mí. Desde el rincón de pensar que nos deja un tiempo, otra vez, para reinventarnos.
Reinventarse, eso sí, para que ser los mismos de siempre. O lo peor, que todos participamos activamente del circo.
Poner nombres molones en inglés a las putadas que nos gasta la vida. Decir coworking porque somos incapaces de asumir lo pringaus que somos.
Porque, como decían mis amigos que tanto me ayudaron a escribir este libro: "Lo curioso es que, este fenómeno, tan endógeno como manipulable, arrasa a su paso cualquier indicio de victoria profana". O lo otro: "Repetir mensajes con una militancia agresiva es el modo en que un idiota medio se siente globalmente integrado". ¡Viva twitter!... Y más allá.
Y lo que es peor, votar a todos aquellos que lo hacen posible.
Disfruten de lo leído. O póngame a parir, qué más dará. No vamos a salir del agujero.