Muchas veces se piensa que una columna de opinión sirve solo para criticar aquello que no nos gusta a los que tenemos este maravilloso altavoz. Es verdad que es más fácil fijarse en lo que rompe nuestro equilibrio moral y emocional, pero también es de ley ser conscientes de nuestra influencia y poner, de vez en cuando, el acento en lo correcto o adecuado.
En estos días se ha instalado en la plaza de la Cultura un parque infantil con atracciones en forma de nave espacial. De este modo, un espacio que estaba muy desangelado se ha llenado de color, alegría y chiquillería. A priori, esto ya es una buena noticia. Pero si añadimos que los niños con discapacidad también van a poder divertirse en este lugar, estamos todos de enhorabuena. Aunque no son los primeros columpios accesibles que se plantan en nuestra ciudad, siempre es un placer descubrir que se adquiere mobiliario urbano con la sensibilidad adecuada. Y es que no hace tanto tiempo que el Ayuntamiento es consciente de que el ocio inclusivo es necesario para avanzar en una sociedad tolerante y abierta.
En este caso, además de columpios accesibles para sillas de ruedas, se ha puesto un cartel con pequeñas nociones de la lengua de signos. Seguramente faltan accesorios para todo tipo de discapacidades, de los cuales no entiendo y no me atrevo a sugerir, pero puedo asegurar que el adelanto no es pequeño y es deseable que se siga en la misma línea.
Dicen que la diferencia está en la mirada del otro y yo añadiría que máxime reside en la actitud de quienes manejan nuestros destinos. Sin ir más lejos, recuerdo mi infancia con cariño porque mis amigos nunca me consideraron diferente; sin embargo, procuraba no ir al parque porque no podía divertirme con los mismos juegos que ellos. Y de eso, los únicos responsables eran los que no fabricaban mobiliario accesible y los que no proponían alguna solución.
Así que sí, estoy contenta por los niños turolenses del Polígono Sur que van a poder jugar todos juntos sin distinciones ni exclusiones. Ojalá sigamos sumando de esta forma.