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No es sólo pelo No es sólo pelo
EFE/ David Swanson

No es sólo pelo

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Ana I. Gracia

Uno podría pensar que la calvicie es como el que tiene pecas o la que es ancha de caderas, una simple cuestión estética, pero no es así. La pérdida del pelo arrastra una afectación psicológica muy fuerte, impacta en el corazón de quienes la padecen y todavía es un tema tabú en una sociedad que juzga más por lo que se ve que por lo que se es.

Ser calvo es algo mucho más profundo que no tener pelo. Hay muchos estereotipos relacionados con la imagen y con el sexo, y uno de los que más chocan es lucir una cabeza como una bombilla… sobre todo si eres una mujer, claro, porque a muchos hombres esta imagen de ser un cabeza rapada hasta le da su puntillo.

Tener un pelo bonito está históricamente ligado a la feminidad, de modo que cuando a una mujer se le arranca su mata de pelo de manera involuntaria, ésta siente cómo el desagüe se traga, junto con todo su cabello, su imagen, su autoestima, su belleza, su salud... todo su ser.

Esta lección la he aprendido esta semana de Julia Vincent, presidenta de Apelo, una asociación de afectadas por alopecia. Julia padece desde los 7 años alopecia areata, la misma enfermedad autoinmune que sufre la mujer de Will Smith. En una reciente entrevista que publicó La Vanguardia, se sincera y reconoce que durante veintitrés larguísimos años no permitía que nadie, ni siquiera su pareja, comentara nada sobre su alopecia. Además, solo con pensar que alguien pudiera sospechar que se cubría con una peluca pero que, en realidad, ella no tenía pelo, sentía como si estuviera a punto de despeñarse por un acantilado.

La calvicie puede traumatizar indistintamente a hombres y mujeres pero, desde el punto de vista colectivo, la presión social que se ejerce sobre ellas no tiene ni punto de comparación con la de ellos. La propia Vincent cuenta que a ella le echaron de un trabajo por ser calva, porque “podía asustar a los niños”, le dijo literalmente su jefe que, oh, casualidades de la vida, también era calvo.

Vincent se liberó de la peluca sobre la que escondía su enfermedad hace cuatro años, cuando asumió su condición de ser calva una vez que comenzó a relacionarse con otras mujeres que también lo son. Desde que se acepta tal y como es, se permite hacer bromas sobre su estado y reconoce que uno de los principales problemas de la alopecia es que no hay referentes de mujeres calvas. Por eso, dice, es bueno juntarse con otras pelonas y no esconderse, porque dejas de pensar que eres la única calva en el mundo y te ves de igual a igual, te reconoces en la otra y, si compruebas que una mujer calva es una mujer segura de sí misma y vive feliz aunque no tenga pelo, tú también puedes llegar a serlo.

Un chiste sobre un defecto o una enfermedad de alguien siempre es denigrante y doloroso, pero el comentario que hizo Chris Rock sobre la alopecia de Jada Pinkett, la mujer de Will Smith, en la gala de los Óscar, fue algo más que una broma de mal gusto. Ella se quedó petrificada en su silla y ni siquiera fue capaz de responder. Si se hubiera levantado y le hubiera gritado desde su sitio un ¡gilipollas! que hubiera dado la vuelta al mundo se hubiera llevado un aplauso monumental. Pero se quedó congelada. Como si lo que acababan de decir sobre el mayor trauma de su vida delante de todas las televisiones del mundo fuera una simple mala jugada de su mente.

Nada justifica la hostia que su marido propinó al autor de aquella gracia que no tenía ninguna gracia, pero lo más probable es que sólo él conozca el peso de la cruz que Jada carga a diario para sobrellevar esta enfermedad con la que convive. Por eso decidió hacerle justicia de la misma forma que el presentador soltó el inapropiado chiste: con el universo entero de testigo. Porque, aunque seas una estrella guapísima que pasea por las alfombras de Hollywood, no es sólo una cuestión de pelo.

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