Cristina García Rodero: “Nunca he fotografiado por dinero, sino por una necesidad vital de contar cosas”
Con la boca abierta es el título de la exposición que, con motivo del Festival Internacional Teruel Punto Photo que se celebra durante todo el mes de agosto en Teruel, la reconocida fotógrafa Cristina Garcia Rodero muestra en el Museo de Teruel, hasta mediado septiembre.
García Rodero, única fotógrafa española que trabaja en Magnum, la agencia de fotografía más importante del mundo, expone en Teruel una cincuentena de fotografías seleccionadas de un proyecto mucho más amplio que aborda el mundo de la psicología humana a través de un acto tan sencillo como abrir la boca. El partido que le saca la puertollanense, una de las grandes maestras de la fotografía en España, es abrumador.
- Usted empezó en el mundo de la fotografía en 1973, con 23 años...
- En realidad mi primer reportaje fotográfico es anterior. En mi pueblo (Puertollano) hay una fiesta, la del Voto, en la que trece familias que se habían salvado de una peste donaban trece vacas para las personas que no tuvieran recursos. Y?mi primer reportaje fue en 1956, con 16 años, sobre esa fiesta. Pero es verdad que a los 23 empecé con más seriedad.
- En esa época había pocas personas con posibilidades de hacer buenas fotos, pero hoy en día parece que se ha universalizado este arte. ¿Eso ha ido en contra de la calidad de las imágenes?
- En mi época éramos autodidactas. Aprendíamos sobre la marcha, de nuestros propios errores y sobre todo de la generosidad de los otros fotógrafos. Nos íbamos contando lo que hacíamos para compartir experiencias y dudas por que no había otro camino. Ahora hay buenas escuelas, hay festivales, hay muchos libros, revistas... Yo no creo que eso haya hecho que los fotógrafos sean peores. La gente hace mejores fotografías cada vez y demuestra que tiene interés, porque yo veo a la gente encuadrando con sus móviles y veo que lo hacen bien. Hay quien piensa que cuando hay un medio mecánico que hace el trabajo eres peor que si lo haces manualmente, y a mí eso siempre me pareció una tontería. Quizá el que haya cada vez más fotografía hace que la iamgen buena tenga que ser cada vez más buena, y para salirte de esa media de la masa de gente y destacar tienes que hacer fotos realmente espectaculares, y demostrar que eres bueno.
Lo que sí que tiene de malo el móvil es que está muriendo la profesión de muchos fotógrafos y laboratorios, porque la gente almacena, almacena y almacena las fotos en sus memorias y no las imprime. Confía en tenerlas ahí y ni siquiera las mira. El álbum familiar en papel antes era muy importante, y te recreabas mirando cómo vestían tus familiares o recordando aquel día feliz que pasaste, y ahora queda todo en el ordenador atrapado.
- Y ahora es tan fácil hacer mil fotografías de cualquier cosa que les damos menos valor como documento...
- Es verdad que se banaliza un poco la fotografía, y todo el mundo quiere ser protagonista. En las redes sociales o donde sea hay un afán por salir, por lucirse y por salir en todas partes. Para mucha gente es más importante lo que sale, sobre todo si es uno mismo, que el hecho de plasmarlo con belleza.
- ¿La factura técnica de una imagen puede hacer que sea mediocre?
- Normalmente, pero no siempre. En determinadas circunstancias el valor de un documento reside en lo que cuenta, cuando esto tiene el suficiente interés. Yo recuerdo que las primeras fotografías y vídeos del tsunami de 2004 era impactantes. Se veía y oía la desesperación de la gente en los balcones porque el agua estaba todavía subiendo, y aunque estaban mal filmados, su valor es enorme porque fueron tomados in situ?y en el momento preciso. Los grandes medios de comunicación llegaron con horas o con días de retraso.
- Hace unos días, el 26 de julio, tuvo lugar el 80 aniversario de la muerte de Gerda Taro. Ella simbolizaba el fotoperiodismo más romántico y aventurero. ¿Hoy en día la profesión sigue teniendo ese componente?
- Yo creo que sí. La fotografía de reportaje tiene ese elemento de aventura. Muchas veces tienes que ganarte la vida, claro, pero si el fotógrafo no tiene esa querencia romántica y aventurera tendrá muy difícil iniciarse en esto.
- Pero hoy en día es muchísimo más fácil viajar y hacer las cosas que en los tiempos de Gerda Taro o cuando usted empezó...
- No, no. Te equivocas. Tenemos mucho más fáciles las comunicaciones, pero otras cosas son mucho más complicadas. Cuando llegó Gerda a España habría muy, muy pocos fotógrafos, sin embargo si hoy en día llegas a un sitio en conflicto habrá muchísimos fotógrafos que quizá sean mejores que tú. El gran problema que tuvo Gerda Taro es que murió demasiado pronto, y muchas fotografías que seguramente fueron suyas se le han adjudicado a Robert Capa. Es una pena, porque era una mujer muy válida y valiente.
- Hay quien opina que incluso la foto del miliciano cayendo muerto, la más célebre de las atribuidas a Capa, pudo haber sido obra de Gerda Taro.
- Yo pienso que esa foto en concreto sí que es de Capa. Pero es verdad que hay otras que no están tan claras.
- En la época de Gerda una mujer seguro que lo tenía mucho más difícil en el mundo de la fotografía. ¿Y?en la suya?
- Cuando empecé eramos muy pocas. Estaba Juana Biarnés que fue la pionera, Marisa González... en prensa había muy pocas mujeres. Aunque la verdad es que yo nunca me he dedicado al fotoperiodismo.
-?Pero ha publicado en infinidad de periódicos y revistas...
- Pero nunca ha sido la noticia lo que a mí me ha llevado a fotografiar. Lo que a mí me ha movido ha sido la gente de la calle en situaciones normales, que no son lo que busca la prensa. Yo tengo carné de fotoperiodista porque estoy en Magnum, pero nunca me he sentido periodista. Yo hago una foto humanista. Hago reportaje pero no suelo buscar la noticia. Y desde luego nunca he tirado una foto pensando en quién podría publicármela, ni he ido por los periódicos y las revistas para venderlas. Con el tiempo mucha gente se ha dado cuenta de que yo me he especializado en determinadas cosas y que cuando querían publicar algo sobre eso podían llamarme. Pero yo me he ganado la vida dando clases de dibujo y de fotografía, así que no he tenido una vida como la del fotoperiodista o el fotógrafo de prensa.
- Sin embargo usted ha estado en infinidad de conflictos y de sucesos con interés informativo, como la guerra de Yugoslavia.
- Pero no estuve pensando en publicar en un periódico, sino porque sentía que mi deber era estar ahí para capturar y conservar documentos de lo que pasaba. Yo nunca he fotografíado por dinero, sino por una necesidad vital de contar y de relatar.
- Además de la exposición Con la boca abierta, en el Museo de Teruel podemos disfrutar de unas auténticas joyas que ha traido. Fotografías que tomó durante la Vaquilla de Teruel de 1981 y en algunas fiestas populares de la provincia en esos años...
- Leo Tena (director de Teruel Punto Photo) me pidió que trajera también una pequeña parte de aquellas fotos que tomé en su día. Tres de ellas forman parte de mi proyecto La España oculta, que es muy importante para mí y que quería compartirlas con los turolenses.
- ¿Cómo era la provincia que usted conoció y fotografió hace casi 40 años?
- Era como el resto de España de aquellos años. A nuestro país le costó mucho salir adelante, pero esos años 80 fueron felices y económicamente buenos. Las carreteras, que al final era lo que aislaba a las gentes, comenzaban a mejorar. Pero sobre todo esos años fueron los del cambio de la agricultura. Era un trabajo duro y cada vez peor valorado, así que los jóvenes comenzaron a abandonar los pueblos en busca de otras posibilidades en la gran ciudad. Las ciudades se han vuelto tan incómodas que cada vez más la gente está regresando a los pueblos, aunque solo sea durante el verano. Quizá en el futuro todos queramos volver, y la pena es que puede que en ese momento solo encontremos ruinas.
- ¿Esas fotografías que realizó de los festejos populares turolense pretendían precisamente eso? ¿Proteger la memoria para que no acabase en ruinas?
- Más que proteger quería darlo a conocer. Yo no tengo que proteger, porque eso es labor de los habitantes de cada lugar o del Ministerio de Cultura. Yo lo que quería era dar a conocer y dejar un documento para que la gente pudiera saber cómo eran sus fiestas, cómo han evolucionado y lo importantes que fueron para todo el mundo, porque en muchos sitios había cosas únicas. Un documento que sirviera para valorar esa riqueza cultural.
- ¿Si cogemos ese documento que usted dejó y lo comparamos con la realidad actual, casi 40 años después, a qué conclusiones llegamos?
- Creo que lo que más llama la atención es que cosas que eran muy, muy locales, en ocasiones se ha convertido en fenómenos universales, como la Tomatina o los San Fermines, que incluso empiezan a copiarse en otros sitios. Antes la informacion era muy escasa y tenías que preguntar a todo el mundo. Una vez en Estella pregunté a unos músicos si conocían alguna fiesta que fuera original y hermosa para fotografiar, y me dijeron que me fuera a su pueblo. Eran de Bunyol y fue la primera vez que estaba en la Tomatina. Solo salía un camión de tomates, la siguiente vez que fui ya salían tres, y hoy en día yo no sé la cantidad de camiones que hay con tomates. Incluso se cobra una entrada a la gente que viene de todo el mundo. Pero me parece bien, porque luego cuesta mucho limpiar todo aquello.
- Después de casi 50 años de profesión... ¿todavía hay imágenes que le dejan con la boca abierta al fotografiarlas, o eso se cura con el tiempo?
- Por supuesto. Si no fuera capaz de sorprenderme ni emocionarme ya no fotografiaría nada. Hay que buscar, mirar y sentir. Esas tres cosas son vitales. Si tú no quieres mirar las cosas, si no te interesan, si no tienes paciencia o no te importa dejar algo que perdure en el tiempo que hable de las cosas que te interesan de la vida... si no tienes esas cosas nunca podrías ser fotógrafo.