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Vacío Vacío
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Víctor Guiu
Suele suceder, a veces, que por mucho que intentes hacer algo, escribirlo, crearlo, te sientes incapaz. Como si solo fueses un grifo que no da ni una gota de agua. Un depósito del cual ya has rascado el fondo todo lo posible. 

Te enfrascas entonces en un dilema. Siempre creíste que bastaba dar una vuelta y observar. Tropeles de gente en un centro comercial, goteo suave de habitantes de pueblo que pasan por la calle mayor, a sus quehaceres, noticias diarias, imágenes de esta parte del mundo o de aquella. 

Sientes que ya está todo dicho, que poco puedes aportar dentro de este escenario vacío, como si ninguna función tuviese previsto su reestreno.

Recuerdas cuando, no hace tanto, derrochabas fantasía y solo con un bolígrafo y un papel, y ante la falta de tiempo, redondeabas unas líneas que creías únicas.

(Qué lejano el parecer, o la dicha

bilocada en tantos sitios. 

Qué sencillo a pesar

de tanto inútil arrastrar.)

Nada más lejos de la realidad. Nada más lejos de no saber qué decir, ni su sentido. 

Un paso en falso, una escalera donde hace tiempo que acabaron los peldaños.

Tu voz se difumina en este desierto de gente. Nadie te oye ni te reclama. Hoy parece que te importa lo que nunca importó ayer. 

Celebras cumpleaños, sacas a tus hijos de paseo y discutes de un futuro desastroso. Te das cuenta que poco a poco vives en un universo célibe y ni las pequeñas cosas dan de sí lo suficiente para que te de la talla. 

Todo te viene justo u holgado. Vendas tus ojos y rutinariamente te obligas a no ir a ninguna parte más lejos de lo que fuiste ayer.

No tienes miedo. Verás pasar un día tras otro. Y ni siquiera tendrás una lápida con tu nombre donde, más pronto que tarde, alguien te rece o te recuerde.