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La confusión periodística está a la orden del día. Interesa a muchos y se propaga como una plaga.
La confusión periodística se riega muchas veces de falsa noticia, de publirreportaje pagado. En fin, que hay que ser muy tonto para no verlo, pero claro, que lo de ser tonto o no verlo es muy “fíjese usted”.
La confusión periodística irá creciendo, con generaciones formadas en una escasa comprensión lectora. Que con esto no quiero decir nada, no se vayan a pensar los de la cátedra educativa de los mejores profesores del año que les quiero mandar a la mierda. Que también.
La confusión periodística no tiene marcha atrás. Los medios hay que pagarlos y no se venden, se alquilan. Siempre ha sido así, solo que la confusión actual es mayor porque es complicado distinguir la noticia del anuncio. Y mucho más la opinión del hecho, la verdad del “yatedigoyoloquetetienesquecontarcopón”.
Un anuncio tradicional no nos sirve, compramos dos o tres páginas y le damos un formato en columnas como si algún trabajador que vive de su sueldo busca la verdad que nos informe. Revolver el molino y plantar la placa, ahí lo tienen, sí y no. Y en letra pequeña, no más de 8 puntos, breve nota de que no engañamos, que aquello es publi y no reportaje. Jajajá, jojojó.
Difícil para los mayores de 45, que achinan los ojos para ver poco más allá del titular. Nos va a dar igual.
Peor lo tenemos en podcast, influencers y malinformadores de todo pelaje. Allí ni lo de la letra pequeña nos da igual. Allí no discernimos verdad de ficción, reportaje de noticia, política multiplicada por cero.
Mantener la integridad de ver con los mismos ojos a empresas a las que importa más la responsabilidad social de su marca sobre sus lindas miserias.
Repasemos pues la línea editorial a través del reportaje, desvariemos un poco y descubramos nada más que lo que nos dicen a gritos sin elevar ni siquiera la voz.
La confusión periodística se riega muchas veces de falsa noticia, de publirreportaje pagado. En fin, que hay que ser muy tonto para no verlo, pero claro, que lo de ser tonto o no verlo es muy “fíjese usted”.
La confusión periodística irá creciendo, con generaciones formadas en una escasa comprensión lectora. Que con esto no quiero decir nada, no se vayan a pensar los de la cátedra educativa de los mejores profesores del año que les quiero mandar a la mierda. Que también.
La confusión periodística no tiene marcha atrás. Los medios hay que pagarlos y no se venden, se alquilan. Siempre ha sido así, solo que la confusión actual es mayor porque es complicado distinguir la noticia del anuncio. Y mucho más la opinión del hecho, la verdad del “yatedigoyoloquetetienesquecontarcopón”.
Un anuncio tradicional no nos sirve, compramos dos o tres páginas y le damos un formato en columnas como si algún trabajador que vive de su sueldo busca la verdad que nos informe. Revolver el molino y plantar la placa, ahí lo tienen, sí y no. Y en letra pequeña, no más de 8 puntos, breve nota de que no engañamos, que aquello es publi y no reportaje. Jajajá, jojojó.
Difícil para los mayores de 45, que achinan los ojos para ver poco más allá del titular. Nos va a dar igual.
Peor lo tenemos en podcast, influencers y malinformadores de todo pelaje. Allí ni lo de la letra pequeña nos da igual. Allí no discernimos verdad de ficción, reportaje de noticia, política multiplicada por cero.
Mantener la integridad de ver con los mismos ojos a empresas a las que importa más la responsabilidad social de su marca sobre sus lindas miserias.
Repasemos pues la línea editorial a través del reportaje, desvariemos un poco y descubramos nada más que lo que nos dicen a gritos sin elevar ni siquiera la voz.