No es la primera vez que nombro las pensiones por estas líneas de la periferia sin profundizar. Un amigo jubilado, otro del sector de la banca y un primo lejano me cuentan el mismo cuento. Se lo han aprendido bien. Ese cuento de que no va a haber para pensiones, que vamos a tener que trabajar hasta los 67 o los 70. Que qué nos creemos...etc… Es lo que hay, insisten con gesto de líderes del Ecofin.
No es la primera vez que hablamos de cómo la falsa ciencia económica es capaz de convencer a las masas de que tenemos que apechugar una vez más y creernos lo increíble. Son actos de fe, igual que inventar una fórmula sobre la insostenibilidad de las pensiones. Podrían inventar un sistema social nuevo para mantenerlas, pero no están allí para eso. Eso no llevan idea de hacerlo. Ahora lo moderno es apostar por contratas de todo pelaje, planes de pensiones privados donde se forran a saber cómo y seguros para todo, aunque no los necesites. Hace años que te taladran tus bancos y cajas de cabecera, que parecen corredurías más que otra cosa, ¿no se habían fijado? Una amiga dejó de serlo porque no entendió que ni necesitaba seguros ni quería aportar nada a ese mundo. Eran mis principios, no los respetó. Pero soy tan tonto que no me enteré por qué no me hablaba hasta antes de ayer.
No es la primera vez ni la última que dará igual lo que uno escriba si cualquier influencer de tres al cuarto que desconoce las haches del verbo haber tiene dos millones de seguidores.
Y el que paga 500 euros por una mierda de habitación se acostumbra a la precariedad y asume que eso, como lo de las pensiones, debe ser así. Y sigue a sus fieles gurús por las redes esperando la llegada del Mesías. Y la gente acaba pensando como el banquero. Y el banquero, que controla con sus grupos de cabildeo al político, reparte contenidos a tertulianos y columnistas para que tú, que dejaste tus pensamientos a cargo de los opinadores profesionales, acabes aceptando tu derrota.
Y te dicen: “Tú no cobrarás la pensión”. “Según quién nos gobierne, según cómo nos dejemos gobernar”, contesto yo. O según dónde hayamos dejado la pistola de Durruti escondida, pero eso no lo digo.