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Influir y decidir

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Víctor Guiu

En esta sociedad cambiante, variada y mediopensionista, nos atrevemos sin rubor a pedir una cosa y la contraria, dando vueltas al azar propio y al ajeno, mientras debemos poco pero exigimos mucho coraje en el haber.

En la encrucijada a donde hemos llevado la política patria, heredera de nuestros designios más oscuros, exigimos lo que no damos mientras tuiteamos lo que creemos todos pensar, voceamos como portavoces de una gente inexistente, rebozamos en barro el único compromiso al que somos capaces de abrazarnos: nosotros mismos.

Esta ingenuidad nos hace vulnerables y estúpidos. La desafección política mal entendida nos hace pensar que tomar partido, influir y decidir, es un paso atrás. Sobre todo si el paso no nos acerca a nuestros postulados ideológicos. Y esto, me permitan decirles, no es si no una muestra de que la desafección política es una falacia.

Para cambiar las cosas de verdad hay que decidir. La política, entre otras muchas cosas, es priorizar dónde va a ir el dinero. Y eso, por mucho que se empeñen, no lo hace ni una asociación ni una plataforma. Décadas después de tragarnos la mentira mil veces repetida de la participación política, es hora que abramos los ojos y nos dejemos de pulcritudes vanas. Una asociación deja un legado, desde luego, pero nunca cambia las cosas si no influye en aquellos que tienen el poder de priorizar dónde va el dinero de nuestros impuestos. Pueden elegir a aquellos que les encanta decir que el mejor lugar para el dinero es nuestro bolsillo, pero esos son los que priorizan que el dinero se vaya a las grandes fortunas y empresas, por poner solo un ejemplo. Una asociación, una plataforma, influye y deja rastro, pero difícilmente cambia nada por sí misma.

A toro pasado todo es más fácil, pero todos nos acordaremos si tomar la decisión de gastarse el dinero en un gimnasio, en un hotel deficitario o en fiestas; antes que arreglar un depósito de agua potable, una potabilizadora o impulsar programas de conservación del patrimonio cultural a largo plazo, fue la decisión acertada. Yo lo tengo claro, tan claro como que desde estas líneas no decido ni priorizo absolutamente nada.