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Encarna Encarna
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Víctor Guiu

Encarna era rara, pero no una rara cualquiera. Tenía demasiada experiencia a la espalda como para que le importara un huevo. Si le preguntas a alguien de Híjar por Encarna estoy convencido que te contará lo mismo. A Encarna le gustaba fumar y tomarse un café o unas cañas. Se situaba en un rincón del bar mientras trabajaba. Corregía los exámenes de sus alumnos del IES, leía con atención algún libro o se ponía a escribir mientras una burbuja la parapetaba en sí misma, como una sabia antigua que hubiese llegado al último nivel de un místico viaje. A mi amigo el Gori, cuando tenía el bar en la carretera, le decía siempre lo mismo: "tú cuando veas que llevo mucho rato sin consumir, me pones una caña, que luego ya arreglaremos cuentas". Tenía esa nobleza silenciosa de la que carece mucha gente. A la Eva, cuando le recogía la vajilla y el cenicero rebosante, le llegó a decir que "por qué se pegaban toda la tarde aquellas mujeres jugando a las cartas, con lo que había que leer y vivir leyendo".

Encarna era muchas cosas y de ninguna de ellas alardeaba. Otra rareza es que, siendo profesora del IES, viviese en Híjar en lugar de en Zaragoza. Sus alumnos la saludaban por la calle, la gente respetaba su intimidad y sus rarezas se fueron convirtiendo en una fotografía más del pueblo, en una nota literaria, en un recodo donde crear desde un lugar donde, se supone, nunca pasaba nada. Primero vivió aquí con su exótico marido, luego se quedó con sus libros y con sus escritos.

Mi sobrino Roberto me recordaba, cuando le conté que había fallecido, que sus exámenes eran siempre iguales: "Dime lo que sepas sobre lo que hemos visto".

Los de Erial Ediciones, que publicaron sus últimas obras, mandaron un correo y pusieron a todos sobreaviso del fallecimiento de Encarna. Hacía muchos años que no sabía de ella, la verdad.  Mientras vivió en el pueblo no dejó nunca de tener buenas palabras para aquellos jóvenes que escribíamos. Acudía a las presentaciones de libros, a los recitales y a los actos como un vecino más. Aún siendo silenciosa y reservada, no pasó de largo por la vida, ni pasó desapercibida. Así es como pasa la gente que deja huella; así es la memoria y la vida.

Encarnación Ferré, te recordaremos.