Pasan los días y los meses. Crece el número de muertos y la geopolítica internacional sigue reuniéndose pensando en la oveja muerta. Siguen los relatores relatando, los profesionales de la crítica criticando, los periodistas especulando. Y la gente viviendo. Es el sino de la modernidad, pero también lo fue en épocas pretéritas. No hemos inventado nada. Es muy difícil pensar con los pies en el suelo cuando lo que ocurre no te salpica, o está lo suficientemente ajeno de ti como para valorarlo con otros ojos que el de la lejanía. Imágenes tan inmediatas y hostiles que parecen sacadas de guerras pasadas.
Todo es difícil. La vida son cosas y las cosas se escriben con tintas y teclas de colores, propician libros y artículos y defienden los intereses de cada cual. Los intereses de siempre.
Es muy difícil estar de acuerdo con la masacre en Gaza aunque quieras estar de acuerdo con la única democracia de Oriente Medio. Otra cosa es que el hecho de que una democracia prospere se haga con la carga infinita de aquellos que quieren destruirla. Aunque sobre la idea, miles de matices se nos escapan. Miles de intereses se nos hacen bola. Demasiado lejos. Demasiada constancia en lo mismo de siempre. Costumbre de hombre rico.
Es muy difícil posicionarse cuando has leído lo justo, o cuando te viene la información depurada convenientemente por la opinión. Cuando no conoces el contexto, cuando la eterna victimización de unos, en una época histórica que jamás debe repetirse, sirve para justificar una y otra vez la dulce guadaña del poder y la venganza. La historia nos cuenta pero no nos enseña, más allá de justificaciones escritas a sangre y fuego por las ideologías políticas nacionalistas. Nada nuevo bajo el sol.
Es muy difícil ver con los ojos de las causas estas tristes consecuencias. Cómo hacer imposible lo que difícilmente es posible. Cómo justificar los pactos que se firmaron para nunca cumplirse. Como deriva la ONU en un sinsentido repetido.
Es muy difícil no sentir desprecio ante unos hechos desproporcionados y asesinos. Es muy difícil no sentir, no pensar, no ver lo obvio… cuando ves la muerte de decenas de miles de personas con ojos de ser humano.
Todo es difícil. La vida son cosas y las cosas se escriben con tintas y teclas de colores, propician libros y artículos y defienden los intereses de cada cual. Los intereses de siempre.
Es muy difícil estar de acuerdo con la masacre en Gaza aunque quieras estar de acuerdo con la única democracia de Oriente Medio. Otra cosa es que el hecho de que una democracia prospere se haga con la carga infinita de aquellos que quieren destruirla. Aunque sobre la idea, miles de matices se nos escapan. Miles de intereses se nos hacen bola. Demasiado lejos. Demasiada constancia en lo mismo de siempre. Costumbre de hombre rico.
Es muy difícil posicionarse cuando has leído lo justo, o cuando te viene la información depurada convenientemente por la opinión. Cuando no conoces el contexto, cuando la eterna victimización de unos, en una época histórica que jamás debe repetirse, sirve para justificar una y otra vez la dulce guadaña del poder y la venganza. La historia nos cuenta pero no nos enseña, más allá de justificaciones escritas a sangre y fuego por las ideologías políticas nacionalistas. Nada nuevo bajo el sol.
Es muy difícil ver con los ojos de las causas estas tristes consecuencias. Cómo hacer imposible lo que difícilmente es posible. Cómo justificar los pactos que se firmaron para nunca cumplirse. Como deriva la ONU en un sinsentido repetido.
Es muy difícil no sentir desprecio ante unos hechos desproporcionados y asesinos. Es muy difícil no sentir, no pensar, no ver lo obvio… cuando ves la muerte de decenas de miles de personas con ojos de ser humano.