En 1998 dos jóvenes estudiantes de historia del arte decidieron fundar una asociación para el estudio, la investigación y la divulgación de la cultura y el patrimonio de Híjar y su comarca. Tenían ilusiones y decidieron seguir con el montante liando a diestro y siniestro para conseguir sus objetivos. Poco importa la intrahistoria de esta asociación. Lo importante a estas alturas de la película es el legado que se deja, lo que hay ahora que antes no había. Fundada incluso antes de la constitución de la ficticia comarca del Bajo Martín, ya incluía el ámbito comarcal en sus primeros estatutos. No nos podemos olvidar tampoco del legado oculto, de ese trabajo de años que tejieron redes y promovieron actividades en común con gentes de esta y otras comarcas, sirviendo de referente a una zona que veía pasar el tiempo con una lamentable languidez política, observando pasar el tren de las oportunidades una y otra vez.
La Comarca del Bajo Martín apoyó desde su constitución a la asociación, que pronto se convirtió en Centro de Estudios del Bajo Martín. El primer convenio se firmó por 6.000 euros anuales. Los ayuntamientos y otras instituciones donde se desarrollaban las actividades aportaban un poco y el consistorio de Híjar, una vez quedó huérfana de publicaciones la localidad, pagó religiosamente la revista del centro. Las fuerzas de ahora no son las que eran, el relevo generacional brilla por su ausencia, pero a pesar de todo se sigue con la publicación de la revista El adarve o del libro de investigación y divulgación anual Rujiar. Y con la organización bienal del Festifal y de las jornadas de patrimonio. Les debe parecer poco. A fecha de hoy la comarca ha reducido a 2.000 euros su aportación. Hace ya una década que el Ayuntamiento de Híjar decidió que la revista la pagásemos nosotros. La voluntad política ya no es la que era. Aunque los políticos son los mismos, más o menos.
Nos rasgaremos las vestiduras y seguiremos sin hablar mucho de uno de los factores por los que también nuestros pueblos se despueblan, no solo de gentes, sino de vida. Para muchos, no hacer nada es la mejor opción de futuro. Aunque dentro de 50 años nadie se acordará de su ineficacia y se preguntarán cómo es posible que aquellos zagales que tanto hicieron dejaran de hacerlo. Entonces, como ahora, nadie asumirá sus responsabilidades.