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Batalla perdida

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Víctor Guiu

No se me arruguen mucho. Tampoco se me desesperen. De momento es el resultado. Hemos perdido la batalla. Para ganar la guerra habría que cambiar tantas cosas… Lo primero la educación, volver al conocimiento y al esfuerzo. Ellos tienen los medios para llegar a la opinión y a la charla de millones de adolescentes de todo el mundo. Milei, Ayuso y compañía, el nido de desinformadores, influencers, youtubers, programas en no sé qué horizontes… Sus redes y cantinelas son el medio por el que llegan nuestros hijos a una realidad desangelada llena de bulos y poco dada a la reflexión.

Deberíamos oírnos más, oír al vecino y no solo al cuñado en navidades. Saquen el tema de los impuestos y esperen, lean entre líneas, descubran los mismos argumentos. Ante la crítica a los andorranos que van de españoles y montan guardia por una España en la que los gobiernos “ens roban”, la aprobación por parte de los jóvenes es acusádamente triste. “Todos lo haríais” es la respuesta. Todos iríamos a vivir a Andorra si cobráramos tanto y cuanto. Todos son iguales. Cuánto desconocimiento, como si un obrero no pagara lo suyo. Pensar en una vida sin derechos, sin cáncer, sin paro… Lladós en potencia que viven de una opinión dirigida. Neoliberales en cuerpos de futuros obreros sin calificación que llorarán lágrimas de rabia contra su clase. Van por el camino público y viven de los padres sin saber que hasta la discomóvil de las fiestas de su pueblo es pública. También la discomóvil es paguita, y el fútbol, y su educación, y su beca… Da igual. Los perros sujetos por las cadenas de los poderosos, que reenvían y retuitean todo lo que les dicen que tienen que decir. Que les dicen que invertir en criptos o especular es genial o que si son pobres es por gilipollas. Tienen el poder porque tienen el discurso que les llega y les motiva. La patria es una bandera en la muñeca.

Y llega el día en el que tus hijos o tus sobrinos te lo cascan pero el cuñao eres tú por contar un chiste. Y uno espera ver una desgracia de aquí a unos años, una mona vestida de Goebbels que mona se queda. Han tragado con lo básico, con las pensiones, con el trabajo, con lo público que nos permite vivir y tener servicios. La historia cien veces repetida. Serán los pringaus los que elevemos a los cielos a los maleantes, a los fascistas y a los neoliberales que no se conforman con poco porque siempre lo quisieron todo.