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Miguel Ángel Motis, historiador y antropólogo: “En la Edad Media fueron las mujeres quienes impulsaron la transmisión del conocimiento” Miguel Ángel Motis, historiador y antropólogo: “En la Edad Media fueron las mujeres quienes impulsaron la transmisión del conocimiento”
Miguel Ángel Motis durante una de las ponencias del fin de semana en Teruel. M.A.

Miguel Ángel Motis, historiador y antropólogo: “En la Edad Media fueron las mujeres quienes impulsaron la transmisión del conocimiento”

El investigador impartió una ponencia en Teruel donde habló de la “sororidad interconfesional” anterior al s. XV
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El historiador y antropólogo social Miguel Ángel Motis se cuenta entre los mejores especialistas en las comunidades judías de Aragón. Este fin de semana ofreció una de las conferencias del II Ciclo Internacional de Música y Arte Medieval CIudad de Teruel.

-Habló sobre la perspectiva femenina en el contexto de la cultura sefardí en la península Ibérica. ¿Qué hay que destacar de entrada en ese ámbito?

-Lo destacado es el sentimiento de solidaridad y sororidad femenino que existió entre las mujeres, aunque fueran de diferentes religiones.

-¿Por qué es relevante?

-En la judería la solidaridad femenina es la que mantuvo la cohesión social. Las mujeres forman una red de solidaridad basada en la inteligencia emocional a través de la cual se procuran cuidados y se protegen del miedo a la soledad, el dolor, la pobreza o la enfermedad. Y esa inteligencia emocional femenina es la que las salva, creando una urdimbre importantísima de sororidad tanto dentro de la judería como fuera de ella.

-Es sorprendente que ese vínculo fuera mayor que el religioso, tan poderoso incluso en la actualidad...

-Y hay que subrayarlo, porque en algunos lugares, y Teruel es uno de ellos, judería y morería no eran lugares aislados por murallas, al contrario de lo que se cree. Y entre las mujeres de las tres religiones primaba el hecho femenino sobre el confesional. Se necesitaban y se ayudaban por ser mujeres, no por ser de la misma religión. De hecho ellas sostienen que la mujer puede salvarse por la ley de Moisés, del Corán o de Jesucristo. La creencia formaba parte de la identidad de las mujeres, sí, pero no generaba un obstáculo entre ellas.

-¿Entre los hombres no se daba ese vínculo?

-Por lo general no. Los hombres siempre nos hemos jerarquizado en nuestras relaciones. Un catedrático no puede hablar en confianza con alguien que no lo es, o un investigador de una disciplina con el de otra... La comunicación intergeneracional y el compartir los saberes tiene también mucho de femenino. En ese momento los saberes eran fundamentalmente orales, y las mujeres eran educadas para escuchar. Y compartían el conocimiento, desde recetas de cocina hasta cómo curar determinadas enfermedades, pasando por dónde comprar un tejido de buena calidad. En esa época son las mujeres las que impulsan la transmisión del conocimiento.

-Eso no duró para siempre...

-No. Esa interrelación femenina se quiebra drásticamente con la implantación de la Inquisición. Eso y muchas más cosas. La inmensa mayoría de los turolenses por ejemplo, desde el obispo a judíos conversos, compraban la carne en carnicerías judías porque era de más calidad, Y había determinados momentos, como la Pascua judía y la Pascua cristiana en los que había intercambios de obsequios entre las comunidades. Había una convivencia interesantísima que fue un hecho diferencial en Teruel, donde las tres religiones no vivían en compartimentos estancos. Tanto la judería como la morería estaban abiertas en esta ciudad. Hasta que llegó Vicente Ferrer en 1412 y exigió la delimitación y el cierre de la judería, no existía la necesidad de segregación. A partir de ahí la Inquisición y su propaganda, que eran los retablos que demonizaban a los judíos o musulmanes, instalaron un inconsciente colectivo segregador. Antes de eso había tensiones, claro que sí. Pero eran tensiones vecinales, no interconfesionales.

-¿A qué respondió esa decisión de demonizar y segregar?

-A que la monarquía quería confesionalizar el Estado para controlar la disidencia. Es una decisión política que crea un problema donde no lo había y acaba con esa transculturalidad. Es falso ese mito de que la Inquisición se crea para perseguir a los conversos. De entrada la Inquisición es común a Castilla y a Aragón, es antiforal y quiebra los principios de la foralidad aragonesa del habeas corpus, de la presunción de inocencia o de no aplicar torturas. Es un organismo que se crea para controlar la disidencia vigilando su intimidad. Y la prueba es que ya prácticamente no se procesa ningún judeoconverso en Teruel más allá de 1510, pero enseguida aparecen otros disidentes; los moriscos, los protestantes... se van concatenando disidencias que la monarquía quiere tener controladas.

-Ha mencionado términos que nos suenan muy contemporáneos, como ‘sororidad’ o ‘inteligencia emocional’... ¿son aplicables al siglo XIV o XV?

-Esos conceptos existen desde siempre, y seguramente antes se practicaban más que ahora, pero probablemente no tenían nombre. Imagino que ellas hablarían de amistad, amor, complicidad, hospitalidad o acompañamiento, que son sinónimos de inteligencia emocional.

-La mujer ha sido tradicionalmente invisibilizada, también en las fuentes documentales. ¿Dónde se busca para hacer una investigación de este tipo?

-Quien sabe buscar al final siempre encuentra. Hay documentos no femeninos donde se escucha la voz de la mujer: procesos inquisitoriales en los que se las interroga, alusiones a lo que hacen o dicen... Se puede reconstruir esa cartografía femenina a través de textos masculinos para intentar escucharlas y comprender también los silencios. Sin olvidar que hombres y mujeres conviven.

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