Mercedes Casquero de la Cruz en la Biblioteca de Castellote
Mercedes Casquero de la Cruz, escritora: “Ya de niña sentí la herencia de los templarios en Castellote y en la actitud de sus gentes”
“En mi última novela aparece un pueblo, Dosvalles, que quienes hayan estado en Castellote lo reconocerán”Mercedes Casquero de la Cruz es médico de profesión y, a partir de su jubilación, se ha dedicado de pleno a su gran pasión, que es la escritura. Acaba de publicar El último jarrón azul, que se presentó el pasado día 11 en la biblioteca de Castellote, una localidad a la que se siente muy unida.
-¿Qué le vincula a Castellote?
-Pasé mi infancia allí, llegué con seis años y me fui con once, son los años más importantes de un niño y aprendí a vivir en Castellote. Ya entonces sentía la herencia de los Templarios en los rincones y en la actitud de la gente y fue la época más feliz de mi vida. Tuve grandes amigas y cuando me fui de Castellote me dije a mi misma que volvería muy pronto, pero tardé 60 años. Es increíble porque tenía la idea de que Castellote estaba muy lejos, he ido a sitios que estaban mucho más lejos, pero esa sensación de lejanía, de que dejaba atrás mi vida y mi mundo, es la que me quedó cuando me fui. Estos días que he estado otra vez con mis amigas han sido de recuperar mi infancia, ya quedamos pocas pero las que quedamos mantenemos la misma relación de cariño que tenía.
-¿Mantiene la relación con el pueblo?
-Una de mis amigas se enteró de que era médico y llamó al Colegio de Médicos de Valencia para contactar conmigo, hablamos y vine enseguida en Castellote, he estado en varias ocasiones y he llevado a mis hijos y nietos. Es una relación muy profunda y un cariño muy auténtico, he tenido muchos amigos pero como ellas ninguno, son las amigas de los años que me forjaron, que me hicieron persona y guardo un cariño tremendo.
-¿De qué trata 'El último jarrón azul'?
-Es una historia de amor de dos jóvenes y a su lado hay otros amores distintos, de personas más mayores y más jóvenes y hay ocho jarrones mágicos que van acompañando la historia y esos jarrones están hechos en una ciudad, Shambala que los chinos creen que existe en el Tibet. Necesitaba que los jarrones tuvieran magia y pensé en esa ciudad mágica. Hay un jarrón por cada protagonista y van desapareciendo con la muerte de cada uno, pero la niña pide al alfarero que los hace en Shambala que le fabrique un jarrón y con él acaba su vida y la novela
-Parte de la trama se desarrolla en Dosvalles, un pequeño pueblo del Maestrazgo. ¿Encontraremos en él algo de Castellote?
-Aunque en la novela lo llamo Dosvalles en realidad es Castellote, todo el que conozca Castellote sabe que estoy hablando del pueblo, está el Llovedor, el lavadero, el abrevadero, las sargantanas...
-¿Es la primera vez que incluye a Teruel en sus novelas?
-No, la que fue mi segunda novela, que se llama Campos de Trigo tiene un primer capítulo dedicado a Castellote, porque fue el primer sitio donde viví y el resto de los capítulos se desarrollan en los sitios donde he vivido. Esta segunda novela era la biografía de mis padres, no la mía, lo que pasa es que yo también estaba en ella. Mi padre era militar y fue destinado a distintas partes, Sevilla, Ciudad Real, Toledo… Eso me da pie para describir los diferentes lugares de España.
-¿Vivió por toda España pero se siente de Castellote?
-Sí, es así, nunca me he sentido de ningún otro lado, me he sentido vinculada a Castellote.
-Sin embargo tardó 60 años en volver.
- Me fui en una etapa muy vulnerable para un niño y en ese viaje de Castellote a Sevilla tuve la sensación de que estaba muy lejos, he ido a América y a Grecia, pero Castellote me parecía muy lejano. Mi amiga Pilarín fue la que me localizó y me devolvió a Castellote.
-Además de Castellote, otros de los lugares que aparecen en El último jarrón azul son Paraguay y la ciudad china de Shambala. ¿Cómo ha logrado tejer una historia con escenarios tan dispares?
-La historia empieza en el Maestrrazgo, pero necesitaba un lugar donde fuera más lógica la magia de esos jarrones, todo el mundo que lo lee dice que la historia es muy entrañable. Los jesuitas tienen un papel importante en la novela, y son los que piden que se guarden esos jarrones para dárselos algún día a la persona a la que están destinados. Ese jesuita se va a Paraguay, cuento cómo era la China en el siglo XVII y cómo es el Paraguay del siglo XVIII al que llegaron los españoles. Tuvieron mucha suerte cuando llegaron a esa zona porque encontraron a los guaraníes, que tenían una forma muy similar de ver la vida a los españoles, interés por la familia, cuidado de niños y de los mayores, cada familia tenia su casita incluso con agua corriente, su huerto y había uno grande para abastecer a los enfermos, los ancianos. Allí los jesuitas establecieron la jornada de seis horas seis días a la semana, se adelantaron a los derechos laborales 200 años, era una verdadera utopía.
-'El último jarrón azul' tiene mucho de novela histórica. ¿Es su primera incursión en este género?
-No, la primera está ambientada en el siglo XV y narra la historia de Isabel de Villena, narra el siglo de oro valenciano.
-Usted fue médico especialista en niños durante su vida profesional. ¿Son personajes habituales en sus libros?
-Sí, los niños siempre tienen un lugar en mis novelas, están en todas ellas, por supuesto.
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