Francisco Javier Navarro, bandeador de San Blas en Alloza: “Las campanas dan alegría desde abajo, pero arriba sientes la emoción de recuperarlas”
Tras la hoguera de la víspera, el pueblo honró al patrón con bendición de bizcochos y procesión sonoraAlloza volvió a echar las campanas al vuelo el 3 de febrero para honrar al patrón, San Blas, una jornada en la que el grupo de bandeadores hizo sonar a María Asunción, Sanroquera y María Blasa. Su integrante más joven es Francisco Javier Navarro, un apasionado de las tradiciones que se emociona cada vez que sube al campanario cuando es fiesta mayor.
-¿Qué suponen las fiestas de San Blas para un allocino?
-Son las más queridas para todos los que vivimos en el pueblo. Son mucho más familiares que las de verano, en las que cada uno va a su marcha.
-¿Cómo lo celebran?
-El día 2, la víspera de San Blas, se enciende la hoguera a las siete de la tarde y con eso empieza la fiesta. Todo el pueblo sale a ver el encendido, que suele hacer la comisión o el alcalde. Algún año la ha encendido alguna persona en especial. Cuando hay brasa se sacan las parrillas y se cena en torno a la hoguera, y después hay verbena.
-¿En qué momento de la fiesta intervienen los Bandeadores de San Blas?
-En un día como el de San Blas, quedamos a almorzar en un bar para empezar bien la mañana y coger fuerzas después de haber estado en la verbena. Subimos a la torre de la iglesia y tocamos la llamada a misa. Son tres toques. Y a la que sale la procesión, sobre las 11:30, empezamos a bandear durante todo el recorrido. Si dura media hora, media hora que estamos sin parar.
-¿Qué campanas suenan?
-María Asunción es la campana mayor. Pesa 1.600 kilos y data de 1924. También están Sanroquera, que pesa 800 kilos (refundida en 1999), y María Blasa, la más antigua (1854), que solo la tocamos pero sin voltear porque está pendiente de restauración. Desde que nos constituimos como asociación hemos hecho loterías para intentar recoger fondos, y estamos hablando con el Ayuntamiento de Alloza y la Comarca Andorra-Sierra de Arcos para ver si podemos ponerle un yugo de madera para que luzca más. También queremos restaurar la matraca. Yo creo que durante este año se podrá hacer, aunque es verdad que es mucho dinero y, además, tenemos el problema de que por las calles que suben a la iglesia no pueden entrar las grúas, lo que aumenta el coste.
-Como aperitivo, el jueves estuvieron haciendo dulces en forma de campana con los niños en La Ojinegra. ¿Están captando vocaciones?
-Belén se brindó a ver qué podíamos hacer, ya que tiene tan buenas iniciativas. La tradición manda que hay que pasar por el santo los bizcochos para que San Blas cuide las gargantas. Así que nos planteamos hacer un bizcocho en forma de campana y que la gente lo lleve a bendecir. Ha habido muchos zagales, sobre 30, haciendo preguntas y con curiosidad, lo cual es importante para que la saga continúe. Recuperamos la tradición y no queremos que se vuelva a perder.
-¿De dónde le viene la afición por las campanas?
-La gente te dice que se bandeaba desde hace muchos años pero que se perdió. Se bandeó la Sanroquera en 1999, cuando la restauró un vecino del pueblo que pagó los costes, pero ya no se volvió a hacer. Mi padre, José Agustín Navarro (padre e hijo son más conocidos como 'los Pájaros') vivió durante la infancia en el barrio de la torre y decía que se bandeaba en todas las fiestas. Soy una persona que me gustan las tradiciones y me picaba la curiosidad, así que miramos a ver cómo estaba la torre y así nació. Se lo dijimos a Mariano y Nicolás Bespín, también padre e hijo, porque los dos solos no podíamos hacer nada, y se sumaron Iván Escaso, Ramón Galve y Blas Miralles. Formamos el grupo y desde San Blas del 2019 que no hemos perdido comba, quitando lo más duro del covid.
-¿Tienen el reconocimiento de los vecinos?
-Sí, sobre todo las personas mayores que se han acostumbrado a que es fiesta y se bandea. Las primeras veces había mujeres mayores que se echaban a llorar de la emoción.
-¿Qué siente cada vez que echa las campanas al vuelo?
-Siento emoción. Toda la gente que ha subido dice que no se vive de la misma forma. Desde abajo te dan alegría, pero lo de arriba es emoción de haber podido recuperar la tradición.
-Recientemente, la Unesco incluyó el toque manual de campanas en su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Es un espaldarazo para continuar?
-Ha sido una cosa muy buena promovida por los campaneros de Albaida, en Valencia, que llevan ocho siglos de tradición. Contactaron con nosotros para, entre todos, hacer fuerza por este reconocimiento que no todas las tradiciones consiguen. Es algo que hay que mantener y conseguir que perdure.
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