Alberto Sabio, catedrático de Historia de la UZ: "El gran reto por conocer es el exilio del mundo de los oficios, más allá de los intelectuales"
"La mayoría de los refugiados que llegaron a México tras la guerra eran artesanos, comerciantes y campesinos"El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, Alberto Sabio, presentó la semana pasada en las Jornadas de Memoria Histórica de la Asociación Pozos de Caudé el documental Las cerezas del exilio, realizado por Vicky Calavia a partir de una idea suya, sobre los refugiados que llegaron a México tras la guerra civil. Oscense de ascendencia turolense por parte de madre, Sabio destaca el gran papel que los exiliados españoles desempeñaron en México.
-¿El exilio es una de las tareas pendientes de todo lo que ha sido la recuperación de la memoria democrática?
-Sobre el exilio de las grandes personalidades se ha producido un avance muy sustancial en los últimos años. Creo que el gran reto es el exilio del mundo de los oficios, de gente menos conocida, pero que sabían trabajar bien con las manos, que eran unos buenos sastres, ebanistas, comerciantes, maestras... Ahí es donde se nos pierde muchas veces el rastro, fundamentalmente en América. Tenemos unos nombres, pero nos falta llenarlos de contenido. A algunos les fue muy bien, e incluso sus descendientes tienen empresas con más de mil trabajadores hoy; a otros les fue regular y a otros peor.
-No es cierto entonces que el exilio que acogió América fue solo de intelectuales.
-Fundamentalmente lo que se necesitaba en el México de Lázaro Cárdenas, que es el principal centro de acogida del exilio republicano español, eran agricultores. Muchos eran campesinos, sin embargo la adaptación de este exilio al nuevo medio agrario mexicano no fue particularmente exitosa y muchos se fueron a las ciudades, donde sí se fueron adaptando con el paso de los años y desarrollaron su trayectoria profesional.
Los barcos
-¿Podía viajar cualquiera en los barcos del exilio?
-Hubo unos criterios de selección para poder viajar en los barcos. Había cupos, no todo el mundo cabía, y si estudiamos esos pasajes de los barcos, que se conserva toda la documentación, lo que vemos es que la inmensa mayoría de los exiliados no pertenecían al mundo de los intelectuales. Es verdad que hay unos pocos que luego son los que han trascendido, que eran o del mundo de la política o de los intelectuales que son los más conocidos, porque allí escribieron sus obras, tuvieron la representación política en los gobiernos en el exilio, pero la inmensa mayoría eran artesanos, comerciantes y campesinos.
-¿Por qué no se adaptaron los campesinos?
-No fue muy exitosa porque los cultivos eran muy distintos, y además eran fincas enormes de una escala desconocida para España. Los suelos eran distintos, el clima también, y las condiciones no eran particularmente buenas tampoco, mientras que en las ciudades se pagaba más.
-¿Por qué les impidieron al principio instalarse en la capital?
-El criterio que tenía el gobierno de Lázaro Cárdenas es que todos los refugiados no estuviesen demasiado concentrados en la capital. Se buscaba que los conocimientos que venían del Viejo Continente se llevasen a la nueva agricultura mexicana.
-¿La ventaja fue el idioma?
-El exilio llegó a otros países como Argentina y también en la República Dominicana, incluso con un régimen tan terrible como el de Trujillo, que admitió a refugiados republicanos por interés. Él tenía incluso un criterio racista de pensar que los europeos les iban a blanquear el país, en un momento en el que todavía se asimilaba que cuanto más blanca fuese la población, más iba a progresar el país, pero sobre todo fue México el país al que fue el grueso del exilio.
Aceptación
-¿Qué tal fue la aceptación?
-Los refugiados españoles llegaron a México con todos los derechos pero no podían participar en política. Algunos sectores de la población mexicana los identificaban con el recuerdo de los conquistadores todavía y con los llamados gachupines, los que habían emigrado en el primer tercio del siglo XX. Sin embargo, el grueso de la población mexicana los aceptó bastante bien cuando se demostró que era gente que iba a trabajar y pacífica.
-¿Qué huella dejó ese exilio en México?
-En las universidades y la enseñanza es fundamental. Hubo una legión de maestras que emigraron a Ciudad de México, médicos también, que les costó que se compatibilizasen los títulos. Hubo un veterinario que se llamaba Guillermo Añoveros que era de Teruel y que fue un gran profesional que acabó siendo el veterinario de la plaza de toros de México. Le debió de ir bastante bien porque se compró una finca en Toluca, a una hora de Ciudad de México, y la llamó Rancho Teruel.
-¿En la película Las cerezas del exilio, en qué tipo de exilio se centran?
-Lo que se cuenta es la historia del talento desterrado a través de una gavilla de unos pocos personajes que se conocieron en la sublevación de Jaca de 1930. A partir de un personaje inicial, un sastre que hace los trajes de Indalecio Prieto o de Yuri Gagarin, los demás van saliendo engarzados como las cerezas al sacarlos de un cesto. Luego vivieron enlazados durante esas décadas del exilio y la película cuenta cómo se desarrollaron profesionalmente y se busca estimular los lazos de unión entre Aragón y las tierras de recepción, así como el sentido de libertad y de justicia social a uno y otro lado del Atlántico.