Síguenos
El rito del toro nupcial El rito del toro nupcial

El rito del toro nupcial

Nació en la Edad Media. O, al menos, desde entonces tenemos referencias escritas. A finales del siglo XIII, Alfonso X, el rey Sabio, en su cantiga 144, contaba la historia de cómo la Virgen salvaba la vida a un «hombre bueno» que iba a ser embestido por un toro en Plasencia. El astado había sido mandado traer por un hombre de la misma ciudad y, apartado por bravo, se mandó que se corriese por las calles atado con una maroma en un festejo en el que la bravura iba íntimamente relacionada con la sexualidad masculina.

Algo menos de cuarenta kilómetros separan Plasencia y Hervás. Ambas localidades cacereñas están unidas por la cuerda del toro, con la diferencia de seis siglos. Y es que, si bien Alfonso X referenciaba el toro ensogado placentino, el historiador Publio Hurtado recogía una tradición que se mantenía viva en la zona de Hervás hasta finales del siglo XIX. El toro nupcial recogido por aquella época era, en principio, similar al que podría desprenderse de la miniatura de la cantiga 144, donde vemos elementos como las banderillas, o telas con las que se lidiaban los toros. La tradición recogida por Hurtado habla de los hombres llevando a los toros hasta las proximidades de las casas de sus prometidas. Allí, recogerían unas banderillas, hechas por las novias, para ponérselas en el lomo a los bravos animales. Y, aunque hay lugares en el que los toros se devolvían al campo, en estas tradiciones extremeñas, el animal se introducía en la habitación de la novia, donde se le daba muerte, impregnando la habitación con la sangre del burel y, por tanto, de la brava virilidad de este por efecto de la magia simpática (lo similar produce lo similar, o lo que es lo mismo, buscar que unos elementos produzcan efecto sobre otros por el mero hecho de parecerse, por ejemplo, buscar la fecundidad del hombre a través del toro tanto por la fuerza como por la fecundidad del cornúpeta).

En muchos lugares se explica, a través de este estudio de Publio Hurtado, que el origen del toro nupcial es extremeño. Discrepo, personalmente, en este concepto. Creo que aquella tradición proveniente, al menos, de la Alta Edad Media, probablemente, y viendo las fiestas de toros ensogados hoy existentes, era una costumbre bastante extendida en la península, si bien es cierto, las principal referencia que llega desde entonces es la de Plasencia.

Probablemente, el toro nupcial más puro con la evolución pertinente de la fiesta es el que se corre en la localidad valenciana de Chiva, y de otras localidades que se maman de esta fiesta. El animal es conducido por las calles chivanas por los mozos, hasta sus casas o las de sus novias. Y, ahora, entiendan lo que voy a decir, porque lo voy a contar en un contexto de finales del XIX o principios del XX. Los varones suponían la dureza, el campo, el trabajo, la hombría y, con ella, la fecundidad. Las mujeres, el hogar. Era por ello que los mozos conducían los toros, acompañados por su cuadrilla, hasta sus casas. Allí, y ahora les pido un ejercicio ligero de imaginación, el toro, símbolo de lo masculino, llegaba hasta la puerta de la casa, lo femenino representado en el hogar, y, en muchas ocasiones, se introducían en ella, como homenaje a las mujeres y como, de nuevo, rito de magia simpática, para contagiar de masculinidad la morada. Y sí, piensen mal y acertarán. Es todo un ejemplo de ritual sexual que se mantiene vivo en pleno siglo XXI.

El toro nupcial de Teruel es, simplemente, una versión moderna para completar, de manera magistral y, también, ritual, una fiesta moderna. Nacido en 1997, a la par de las Bodas de Isabel de Segura, este toro nupcial ha ido creciendo y, a la vez, haciendo crecer a la propia recreación histórica a lo largo de estas casi tres décadas, siendo uno de los actos con más público de estas fiestas. Ha resultado, por tanto, fecundo el toro nupcial para las propias Bodas, ya que en un principio se utilizó como principal reclamo para la implicación de la población turolense, que a la postre fue tan necesaria para que las Bodas sean lo que hoy en día son. Esta representación, que está libre de sangre, vuelve a usar la magia simpática, a través de la capa de Isabel, con la que se torea el toro, como elemento de unión del hombre y la bestia. Con esto vemos que, a pesar de su modernidad, el toro nupcial de Teruel no está exento de un fondo profundo y ritualístico. Así que, esta tarde, disfruten de una tradición secular mantenida hasta el presente. Suerte y al toro.