-¿Está preparado? Si le parece lo paso por la grabadora, que registra además la veracidad o no de su testimonio. No tiene problema, ¿verdad?
-Bien, de acuerdo. Vamos a empezar por el revés, si no es molestia. Si le tuviese que dar un nombre a lo sucedido en los últimos 25 años, ¿qué título le pondría?
- ¿Algo fácil? No sé… sí, bueno… quizás: “Se nos fue de las manos”.
- De acuerdo, cuente. Si observo en algún momento que la intensidad de su relato no es la que buscamos para esta investigación antropológica, se lo haré saber.
Bien, ¿empiezo?
Lo cierto es que, como le he dicho, el asunto se nos fue de las manos. Un amigo mío y yo estábamos desarrollando, como divertimento intelectual, conceptos como el de “sociología grotesca” o “ensayo somarda”. Todo surgió un buen día en el que, para demostrar que definitivamente nos habíamos vuelto imbéciles, creamos de la nada una tradición.
- Perdone. ¿Inventar una tradición? ¿Una tradición que está siendo reconocida a nivel internacional?
- Le explico. Deberíamos de inventarla con las características propias que de una tradición se nos exigía en aquellos tiempos. A saber: documentación histórica, estudios e investigaciones etnográficas y antropológicas, recuerdos y tradición oral y, a ser posible, alguna foto perdida que lo ilustrase.
- ¿La famosa foto?
- Exacto. No fue difícil. Contactamos con Joaquín Latorre, de la Sociedad Fotográfica Turolense, para que retocase un poco la idea, que transmitiera cierto desasosiego y que pareciese antiguo. Aunque suene a tópico, tampoco hizo falta hacer gran cosa. Era una foto de carácter artístico y la hicimos pasar por original. En todo caso hubiésemos mostrado la foto como una reinterpretación de alguna antigua, algo se nos habría ocurrido. Yo creo que, en el fondo, todos se dieron cuenta, pero parecía les daba igual inventarse algo si ese algo atraía a medios de comunicación. A la gente le gusta tener su minuto de gloria. Si no salías en los medios y en las redes no eras nadie. Daba igual lo que se escondiese detrás. La gente quería viralizarse. El pueblo quería viralizarse. Los políticos locales deseaban viralizarse. Eso demostraba nuestra teoría de la Globalimbecilización, otro de nuestros clásicos divertimentos intelectuales.
Lo más difícil iba a ser montar una estructura sólida y documental en torno a ello. O eso creíamos. No hizo falta ni inventarnos un documento antiguo, bastó colar un artículo de pseudoinvestigación en una revista cultural de prestigio. Utilizamos para ello el nombre de un prestigioso sociólogo español, Ernesto Jartillo, de la Universidad de Bonn. Transcribimos un texto del siglo XVI que nunca existió y le dimos un tratamiento etnográfico, con mucha palabrería rimbombante. Incluso citamos dos libros de historia local donde podían corroborar la existencia de dicho documento.
- Pero… ¿nadie se asomó a esos libros para comprobarlo?
- ¿Nadie? Supongo que sí, que lo hicieron pero que no dijeron nada. Ni siquiera hoy en día se habla del tema. Y eso que es tan fácil como leerlo para demostrar que todo era falso.
- ¿Y los escritos de otros autores?
- El propietario del blog local, al que justo le venía para escribir dos palabras sin cuatro faltas de ortografía, se hizo eco y se puso a animar como un loco la posible recuperación de la antigua tradición perdida. Por entonces dejamos de controlar el experimento. Citaban datos y autores y hubo algunos periodistas e historiadores de los de mucho click y poco archivo que citaron el artículo sin saber de qué iba la cosa.
Teníamos que darle un nombre, así que escribimos otro artículo en inglés en una revista norteamericana de prestigio internacional donde hablábamos de un término: “la fantasmada”.
- ¿Se lo colaron a los editores de una revista científica?
- No sólo les coló, sino que la Sociedad Antropológica Europea financió la recuperación de la fiesta con fondos de la Unión Europea. No me puedo imaginar la de veces que habrán sucedido situaciones similares. (risas, casi carcajadas)
Y no sólo eso. Sorprendentemente, aquel hecho nos abrió puertas en algunos programas de entretenimiento de la época como “Cuarto Milenio”.
La bola se hizo tan grande que incluso los tuiteros de la zona ponían a parir a aquellos que demostraban con datos la inexistencia de aquella supuesta tradición perdida. No me preguntes cómo pero los pueblos de la comarca, en lugar de reaccionar desenmascarándolo todo, decidieron subirse al carro. En unos diez años ya existía una ruta turístico cultural que es la que este año recibe el título de Interés Turístico Internacional. Si para nosotros fue fácil, para ellos más. Siguieron el camino y forzaron la copia hasta donde les llegó la imaginación. Recuerdo una discusión bastante caliente en un congreso internacional en la que coincidieron varios eruditos locales. El de un pueblo cercano al nuestro se levantó airado intentando demostrar que, por algunos años, la tradición en su localidad era más antigua que en la nuestra. No hay pueblo que no diga que tienen más años en esto que el de al lado. Es todo demencial.
(carcajadas, bajando a risas irónicas)
- ¿Y la gente?
- Una catarsis colectiva. Había gente mayor que juraba y perjuraba que le habían contado sus abuelos la existencia de aquella fiesta que parecía olvidada. Incluso aparecieron en baúles antiguos ropajes centenarios que corroboraban aquellas investigaciones orales. Se conservan horas y horas de grabaciones. Un material donde recoger la estupidez humana y las ansias de protagonismo.
- ¿Y ustedes qué hacían?
- Al principio estábamos asombrados. Ahora, con la perspectiva que nos da el tiempo, no sabemos si reír o llorar. No hicimos uso de la IA para nada. Nos bastó el método más antiguo del mundo: difundir el bulo, convertirlo en leyenda, darle un ropaje de identidad añeja, diferenciada y que podía convertirse en producto cultural.
La gente aspiramos a reconocernos en algo. Hay incluso tesis escritas. Usted misma está escribiendo sobre ello. Y, ya se sabe, si no ves al fantasma … te tacharán de loco.
- ¿Es consciente de la repercusión que puede tener revelar la verdad a través de este trabajo?
- Sí, ninguna.
* Profesor de secundaria. Autor de los ensayos somardas La Globalimbecilización y Lo rural ha muerto, viva lo rural (editado por Editorial Dobleuve). Articulista en el Diario de Teruel desde 2021. Ha publicado, entre otras obras poéticas: Rafael Rojo Libanés (2005), La Europa del Aborigen (2011), En o cado de l ́alma (2012), Poesía Líquida (2015). También ha participado en numerosos proyectos culturales y literarios.