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Yo soy rara Yo soy rara
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Isabel Marco

Siempre se ha sabido que el boca a boca funciona como el juego infantil del teléfono roto. Un simple resfriado ha mandado a más de una al hospital o incluso al otro barrio, o una discusión en la calle se ha convertido en una reyerta con cuchillos y navajas. Dentro de las machistadas de nuestra sociedad, a este fenómeno lo llamábamos marujeo, el patio de vecinas, etc. Cuando en realidad es bien sabido que, aunque se le ha puesto nombre femenino, también los hombres gozan de una buena salud en chismes. Esta era la antigua manera de hacer fake news.

De unos años a esta parte la manera de cotillear de antaño ha perdido fuerza, o quizás debería decir que ha surgido otra nueva con un poder mayor: las redes sociales. En las de antaño, por mucho que hubiese un par de personas que se tomaban ese cotilleo como si fuese su trabajo, no había nadie liderando ni controlando y los bulos se extendían y solían hacer mucho daño a las personas implicadas. La parte positiva es que, a pesar de que podían hacer que el bulo corriese como la pólvora, el alcance que tenían siempre era limitado. Actualmente, las redes sociales podrían haber sido algo más positivo, una manera de intercambiar información de forma positiva. Pero el ser humano es como es, siempre hay seres malignos y las redes sociales no iban a ser menos. Se supone que hay unas reglas, unas normas impuestas que deben velar por la integridad de las personas usuarias. Sin embargo, desde que los dueños y señores de estos patios de vecindad han subido de rango al de semidiós, se ha abierto la veda a juegos y artimañas en las que los algoritmos favorecen de manera indirecta a unos pocos.

Es de sobras conocida la noticia de que Marck Zuckerberg, el dueño de Facebook, Instagram y Whatsapp entre otras, donó la friolera de un millón de dólares para la campaña de Donal Trump. Zuckerberg apoya al tipo más narcisista, megalómano, manipulador, racista, clasista, autoritario, prepotente y arrogante, misógino, intolerante y agresivo que existe sobre la faz de la Tierra. Y no solo eso, sino que además ha configurado los algoritmos de sus redes sociales (Instagram y Facebook) para favorecer la extensión de bulos que tanto le gustan a este tipo de personalidades como estrategia para ganar poder. Me parece increíble la falta de ética que tienen para ganarse la aceptación del mundo a través de mentiras maliciosas, cómo aprovechan el poder que tienen los bulos y su capacidad de extenderse, cómo juega a favor de ellos que la gente acepte antes una mentira fácil que una explicación real, científica y validada.

La última perla de Zukerberg en las reglas de sus redes sociales, es que permite realizar comentarios que incitan al odio como es el hecho de poder calificar a personas gays o trans como "enfermos mentales". De esta manera va dándole gusto a la extrema derecha internacional, como ya hizo al asumir las tesis de Trump y Elon Musk respecto a los programas de verificación de datos independientes y calificar el etiquetado de bulos como "censura". Ahora, desprotege a las personas del colectivo LGTBI, uno de los colectivos más atacados. En la última modificación del documento de normas de la comunidad de Meta queda reflejado lo siguiente con respecto a los discursos de odio: "Sí permitimos las acusaciones de enfermedad mental o anormalidad cuando se basan en el género o la orientación sexual, dado el discurso político y religioso sobre transexualidad y homosexualidad". Se lee en la nueva redacción que también tolera "el uso habitual no grave" de palabras como "raro".

Cada vez estoy más fuera de este club, yo soy rara.