La medicina avanza, cada vez es posible realizar más intervenciones con menor riesgo o realizar algunas otras que antes eran impensables.
En los años setenta, hubo un gran avance en lo que a gestación se refiere y se consiguió realizar la inseminación artificial, este sistema facilitó que muchas parejas que no podían tener hijos lo consiguieran. Sin embargo esto trajo consigo la posibilidad de crear y formar una familia gracias a la maternidad subrogada, una práctica no carente de polémica, no solo ética y moral sino también con respecto a la denigración de la mujer por la explotación de su vientre y al trato de los bebés como objetos comerciales.
En España esta práctica está prohibida, pero ya se sabe que "hecha la ley, hecha la trampa" y, las personas que quieren tener una familia a través de esta práctica se marchan a los países en los que sí está permitida y solo tienen que esperar para ir a buscar a su pequeño y regresar a casa como si de un paquete se tratase: compre y recoja.
Para realizar esta práctica hace falta mucho dinero, una pareja cualquiera no puede pagar entre cincuenta mil y doscientos mil euros (o más). Se tiene que tener una buena cuenta de ahorro para comprar este servicio. De ese dinero, sólo entre cinco mil y diez mil euros van a parar a la madre de alquiler.
Mientras las parejas pagan un dineral, las mujeres alquiladas solo reciben una mínima parte. Nos podemos imaginar qué mujeres van a realizar ese trabajo, no creo que sean mujeres que tienen acceso y capacidad de conseguir un buen trabajo, no creo que sean mujeres que tienen la posibilidad de tener una vida estable a nivel económico.
Muchas mujeres se ven abocadas a la explotación reproductiva por su situación de pobreza o vulnerabilidad, o los eufemismos lingüísticos que permiten disfrazar todo un lucrativo negocio y sus formas de promoción y publicidad.
Un embarazo y un parto implican un proceso físico, emocional y psicológico e incluso un riesgo que no puede disociarse de la persona que lo vive. Este mercado emplea prácticas y relaciones contractuales recurriendo a técnicas de marketing en las que las madres son el sujeto del contrato y el bebé el objeto de transacción.
La promoción de estas empresas, aunque ilícita en España, tiene como objetivo incrementar la demanda, instar que todo es posible si puede pagarse. Existen sólidas razones para rechazar la maternidad subrogada. El deseo de una persona de tener un hijo, por muy noble que sea, no puede realizarse a costa de los derechos de otras personas, ya que implica una explotación de la mujer y un daño a los intereses superiores del menor.
Una de estas agencias que operan en España tiene este eslogan: "Nosotros somos la única compañía del mundo que te garantiza el reinicio del programa, hasta dos años después del nacimiento del bebé si hay fallecimiento por cualquier causa, incluidos accidentes domésticos o de tráfico. Sin coste alguno para ti. Queremos que tengas la certeza de que tendrás el hijo pase lo que pase".
Así, emplearán a cuantas mujeres sean necesarias para conseguir el deseo de una persona con mucho dinero, como si fuesen ganado. Los niños, como cualquier otro bien de consumo, con su hoja de garantía de dos años con posibilidad de cambio o devolución si ya no funciona. De esta manera, los ricos no tienen límites, ni siquiera la vida de un ser humano tiene límites para ellos.
Esta práctica no es otra cosa que explotación reproductiva y tráfico de seres humanos. Una vez más las mujeres son explotadas, sobre todo las mujeres pobres. Se les arranca su humanidad, sólo son máquinas reproductoras y sus bebés, un paquete con un código de barras.
En los años setenta, hubo un gran avance en lo que a gestación se refiere y se consiguió realizar la inseminación artificial, este sistema facilitó que muchas parejas que no podían tener hijos lo consiguieran. Sin embargo esto trajo consigo la posibilidad de crear y formar una familia gracias a la maternidad subrogada, una práctica no carente de polémica, no solo ética y moral sino también con respecto a la denigración de la mujer por la explotación de su vientre y al trato de los bebés como objetos comerciales.
En España esta práctica está prohibida, pero ya se sabe que "hecha la ley, hecha la trampa" y, las personas que quieren tener una familia a través de esta práctica se marchan a los países en los que sí está permitida y solo tienen que esperar para ir a buscar a su pequeño y regresar a casa como si de un paquete se tratase: compre y recoja.
Para realizar esta práctica hace falta mucho dinero, una pareja cualquiera no puede pagar entre cincuenta mil y doscientos mil euros (o más). Se tiene que tener una buena cuenta de ahorro para comprar este servicio. De ese dinero, sólo entre cinco mil y diez mil euros van a parar a la madre de alquiler.
Mientras las parejas pagan un dineral, las mujeres alquiladas solo reciben una mínima parte. Nos podemos imaginar qué mujeres van a realizar ese trabajo, no creo que sean mujeres que tienen acceso y capacidad de conseguir un buen trabajo, no creo que sean mujeres que tienen la posibilidad de tener una vida estable a nivel económico.
Muchas mujeres se ven abocadas a la explotación reproductiva por su situación de pobreza o vulnerabilidad, o los eufemismos lingüísticos que permiten disfrazar todo un lucrativo negocio y sus formas de promoción y publicidad.
Un embarazo y un parto implican un proceso físico, emocional y psicológico e incluso un riesgo que no puede disociarse de la persona que lo vive. Este mercado emplea prácticas y relaciones contractuales recurriendo a técnicas de marketing en las que las madres son el sujeto del contrato y el bebé el objeto de transacción.
La promoción de estas empresas, aunque ilícita en España, tiene como objetivo incrementar la demanda, instar que todo es posible si puede pagarse. Existen sólidas razones para rechazar la maternidad subrogada. El deseo de una persona de tener un hijo, por muy noble que sea, no puede realizarse a costa de los derechos de otras personas, ya que implica una explotación de la mujer y un daño a los intereses superiores del menor.
Una de estas agencias que operan en España tiene este eslogan: "Nosotros somos la única compañía del mundo que te garantiza el reinicio del programa, hasta dos años después del nacimiento del bebé si hay fallecimiento por cualquier causa, incluidos accidentes domésticos o de tráfico. Sin coste alguno para ti. Queremos que tengas la certeza de que tendrás el hijo pase lo que pase".
Así, emplearán a cuantas mujeres sean necesarias para conseguir el deseo de una persona con mucho dinero, como si fuesen ganado. Los niños, como cualquier otro bien de consumo, con su hoja de garantía de dos años con posibilidad de cambio o devolución si ya no funciona. De esta manera, los ricos no tienen límites, ni siquiera la vida de un ser humano tiene límites para ellos.
Esta práctica no es otra cosa que explotación reproductiva y tráfico de seres humanos. Una vez más las mujeres son explotadas, sobre todo las mujeres pobres. Se les arranca su humanidad, sólo son máquinas reproductoras y sus bebés, un paquete con un código de barras.