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¿Qué somos? ¿Qué somos?
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Isabel Marco
Pocas veces pensamos en el incalculable valor que tienen las obras de arte que perduran a lo largo de la historia, se les valora menos de lo que merecen. Si nos paramos a pensar en el lugar que ocupa el arte en nuestras vidas, entendiendo el arte como toda representación artística (ya sea pictórica, escultórica, arquitectónica, musical, teatral o literaria), es muy poco. Comenzamos dándole toda la importancia del mundo; en nuestra edad infantil no paramos de expresarnos a través del arte, desde los garabatos hasta las canciones, todo es válido y tiene una importancia tremenda. 

En las escuelas de educación infantil se basan en estas representaciones artísticas para motivar el aprendizaje y dirigen todos sus esfuerzos en enseñar a través de la literatura, de la expresión plástica y la música junto con el movimiento. Se aprende con motivación, mientras se divierten, a través de las herramientas capaces de crear arte, algo que es inherente al ser humano. 

Después crecemos, todo se pone serio y se abandona esa forma de enseñar. Se acaban el juego y la diversión y con ello, la motivación intrínseca generada por el arte, se relega a un segundo plano todo lo relacionado con él. Llegan las matemáticas y la lengua, las ciencias sociales y las naturales y parece que todo eso está completamente desarraigado de lo que somos. A pesar de que todas esas materias tienen su relación con el arte, este se deja de lado. 

En nuestra educación primaria la plástica y la música comparten evaluación, ambas median para una nota; tan solo una hora semanal dedicada a cada una y, en muchas ocasiones la hora de plástica acaba por regalarse al temario de otra porque si no, no da tiempo a darlo todo. En secundaria acaban siendo asignaturas en las que parece que el aprobado general es la norma: ¿cómo vas a suspender música o plástica? 

En las asignaturas como lengua y ciencias sociales, tanto la literatura como el arte ocupan las últimas páginas del tema, como si fuese esa parte extra que solo se estudia si da tiempo después de aprender de memoria las conjugaciones de los verbos y las capitales de Europa. ¿Por qué hacerlo tan desligado cuando es algo que puede estudiarse conjuntamente? Finalmente, estas materias acaban relegadas a los estudios de letras y ya sabemos que se tiene en mayor valía la rama científica pero, si Miguel Ángel no hubiera existido, no tendríamos Capilla Sixtina, sin Beethoven no habría Sinfonía número 9 en re menor. Sin embargo, al mismo tiempo que Darwin estudiaba la selección natural, Wallace estaba formulando hipótesis en la misma dirección. Si Mozart no hubiera nacido no existiría el Requiem, pero si Newton no hubiese llegado a nacer, de cualquier manera tendríamos un estudio del cálculo diferencial integral porque Leibniz lo estaba desarrollando al mismo tiempo. 

Esto sólo me lleva a una conclusión: que las personas artistas son más importantes que las científicas. El desarrollo de las ciencias es tal, que las conclusiones a las que se llegan, los estudios que se desarrollan, van a provocar que lo que no averigüe una persona lo haga otra. 

Existen muchos ejemplos en la ciencia que reflejan este fenómeno porque en realidad, el trabajo de la ciencia es un trabajo colectivo que hace que las disciplinas maduren hasta un punto en el que es natural que surjan nuevas teorías, una nueva visión o que se interprete correctamente un descubrimiento. 

El arte, por contra, no, el arte surge de un "yo", aunque el estilo pueda enmarcarse en una determinada corriente, es individual y es único por ende. No deberíamos desvincularnos tanto de él, somos artistas por naturaleza, es nuestra forma de expresión. Si muere el arte ¿qué somos?