Os hemos creído a pies juntitas eso de que las amas de casa eran unas mantenidas. Como su trabajo no traía dinero a casa, no era un trabajo, simplemente era lo que tenía que hacer una mujer. El que no fuese un trabajo, hacía que estas mujeres no cotizasen ni tuviesen derecho al paro, lo que las hacía dependientes del marido. Estos roles venían (y vienen) marcados y establecidos únicamente por el género, no por una mayor cualificación profesional del hombre o de una mayor destreza de las mujeres en tareas del hogar, es algo establecido socialmente; si un hombre no sabe poner una lavadora, limpiar un retrete o plancharse su camisa, es porque nunca se le ha enseñado y porque nunca le ha interesado aprender.
Hace algunos años se rompió en cierto modo esa creencia y se establecieron prestaciones a las que cumplían unos determinados requisitos, prestaciones que sólo pueden solicitarla tres años no consecutivos y que no supera los quinientos euros, es una ayuda, no un sueldo. Y algo parecido ocurre con la pensión.
Según algunos estudios, el realizar las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, debería tener un sueldo de 2.740 euros netos al mes. Se ha calculado desglosando el salario por horas de cada actividad, como si contratásemos a profesionales freelance capaces de prestar el mismo servicio, pero fuera del entorno familiar.
Las mujeres, que son las que se han ocupado tradicionalmente de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos, han estado ahorrándoles casi tres mil euros mensuales al salario de su marido. Han hecho trabajos de limpieza del hogar, de cocina, de lavandería, de chófer, de profesoras particulares y hasta de personal shopper si me apuras. Tareas que también podrían haber desarrollado dentro de un entorno laboral profesional, podrían haber cotizado y cobrado su sueldo.
Dicho todo esto, podríamos darle la vuelta a la tortilla y pensar que en realidad los mantenidos han sido ellos, los maridos. Sin el trabajo de sus mujeres, tanto de aquellas que no trabajaban fuera de casa como de las que se reducían la jornada laboral para atender esas tareas, ellos no habrían podido desarrollar su carrera profesional. En realidad, el sueldo que el marido traía a casa y con el que decía mantener a su familia, era producto también del esfuerzo de la mujer que atendía todas esas labores que él dejaba atrás por trabajar fuera de casa.
Lo más trágico de todo esto, es que haya gente que piense que las pensiones compensatorias son un robo a las arcas del estado, cuando en realidad todas esas mujeres, de no haber trabajado en el hogar, de no haberse casado y de no haber sido madres, habrían cotizado más, habrían podido desempeñar un trabajo en el que quizás hubieran podido ascender... es decir, que estas mujeres han renunciado a su vida laboral, a su sueldo, a esas horas de trabajo remunerado por un trabajo no remunerado. Poniendo números sobre la mesa, esto se traduce en que ganan un 36% menos que las mujeres que viven solas.
En un estudio del INE se constata que las jornadas laborales de estas mujeres son más largas que las de ellos incluso cuando ambas partes trabajan las mismas horas fuera de casa, porque a ellas hay que sumar las horas de trabajo en casa, unas horas que no están remuneradas y por las que tampoco cotizan.
Además, todas estas tareas son muy desagradecidas, y no sólo las tareas en sí, si no que además se valoran muy poco; todo se vuelve a ensuciar en un momento, la comida nunca está al gusto de todos y la camisa para mañana nunca es la que está lavada, planchada y en el armario. Mientras, ella, intenta mantener en pie el moño que cae después de una jornada laboral interminable.
Hace algunos años se rompió en cierto modo esa creencia y se establecieron prestaciones a las que cumplían unos determinados requisitos, prestaciones que sólo pueden solicitarla tres años no consecutivos y que no supera los quinientos euros, es una ayuda, no un sueldo. Y algo parecido ocurre con la pensión.
Según algunos estudios, el realizar las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, debería tener un sueldo de 2.740 euros netos al mes. Se ha calculado desglosando el salario por horas de cada actividad, como si contratásemos a profesionales freelance capaces de prestar el mismo servicio, pero fuera del entorno familiar.
Las mujeres, que son las que se han ocupado tradicionalmente de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos, han estado ahorrándoles casi tres mil euros mensuales al salario de su marido. Han hecho trabajos de limpieza del hogar, de cocina, de lavandería, de chófer, de profesoras particulares y hasta de personal shopper si me apuras. Tareas que también podrían haber desarrollado dentro de un entorno laboral profesional, podrían haber cotizado y cobrado su sueldo.
Dicho todo esto, podríamos darle la vuelta a la tortilla y pensar que en realidad los mantenidos han sido ellos, los maridos. Sin el trabajo de sus mujeres, tanto de aquellas que no trabajaban fuera de casa como de las que se reducían la jornada laboral para atender esas tareas, ellos no habrían podido desarrollar su carrera profesional. En realidad, el sueldo que el marido traía a casa y con el que decía mantener a su familia, era producto también del esfuerzo de la mujer que atendía todas esas labores que él dejaba atrás por trabajar fuera de casa.
Lo más trágico de todo esto, es que haya gente que piense que las pensiones compensatorias son un robo a las arcas del estado, cuando en realidad todas esas mujeres, de no haber trabajado en el hogar, de no haberse casado y de no haber sido madres, habrían cotizado más, habrían podido desempeñar un trabajo en el que quizás hubieran podido ascender... es decir, que estas mujeres han renunciado a su vida laboral, a su sueldo, a esas horas de trabajo remunerado por un trabajo no remunerado. Poniendo números sobre la mesa, esto se traduce en que ganan un 36% menos que las mujeres que viven solas.
En un estudio del INE se constata que las jornadas laborales de estas mujeres son más largas que las de ellos incluso cuando ambas partes trabajan las mismas horas fuera de casa, porque a ellas hay que sumar las horas de trabajo en casa, unas horas que no están remuneradas y por las que tampoco cotizan.
Además, todas estas tareas son muy desagradecidas, y no sólo las tareas en sí, si no que además se valoran muy poco; todo se vuelve a ensuciar en un momento, la comida nunca está al gusto de todos y la camisa para mañana nunca es la que está lavada, planchada y en el armario. Mientras, ella, intenta mantener en pie el moño que cae después de una jornada laboral interminable.