Hace ya más de una semana que se hacía pública la noticia de que Lalachus y David Broncano será la pareja encargada de dar las campanadas en La1 de Televisión Española. Yo la verdad es que me alegro muchísimo de que por fin se haya renovando la plantilla de este programa anual, pues ya me resultaba algo anodino y confuso no distinguir entre las campanadas de uno y otro año, todas enmascaradas por una capa negra con olor a naftalina. Lo siento mucho para las personas que ocupaban ya ese cargo como si fuera un trono, sé que la experiencia es un grado y que, en realidad no tengo nada que decir sobre su manera de enfocar un programa que de por sí ya es repetitivo. Pero si se supone que el objetivo de los programas de televisión es entretener, ese programa había perdido el norte hacía ya muchos años.
Tengo que decir que, excepto la ya tradicional expectación del traje de Cristina Pedroche, las demás cadenas tampoco hacen mucho por innovar en este programa. La verdad es que no recuerdo campanadas más divertidas que las que presentaron hace ya muchos años unos frescos y modernos Martes y Trece; aunque supongo que ahora no encontraría en ellos la misma frescura y que, además, descubriría muchas cosas que me enfadarían sobremanera.
Así que sí, me alegro mucho de que se rompan moldes y se trate de hacer algo diferente en televisión, que se rompan cánones anquilosados y que el humor venga a traernos algo de alegría y diversión a la última noche del año, que ya nos toca reír un poco. En los últimos años solo quería que acabasen las campanadas para poder ver Cachitos hasta la madrugada.
Sin embargo, nunca llueve a gusto de todos. Esto es matemática pura. Pero resulta muy dañino que los comentarios y críticas que se han leído y escuchado ante los nuevos fichajes para el nuevo año sean solo referidos a ella y concretamente no a su valía como presentadora o humorista, si no a su físico. Algo que en realidad ya lo vivió, y vive, también Cristina Pedroche, pues tampoco se valoró o se valora su buen hacer ante las cámaras, solo se mira a ver qué vestido lleva, a ver si este año está más o menos gorda, a ver qué tal se ha recuperado del embarazo… pues está guapa, está fea y un largo etcétera. A Lalachus no le ha ido mucho mejor, más bien al contrario. Si a una chica como Cristina Pedroche, que es difícil sacarle un pero, que cumple con los estereotipos de chica guapa, sexy y además es resolutiva, rápida y buena profesional; si a ella le han llovido las críticas, imaginad cómo le ha ido a Lalachus.
Ella, lejos de esconderse, se ha puesto el machete en la boca y ha contestado a todas esas personas que le han estado atacando, ella misma se defendía y decía entre los aplausos del púbico: “La gente está muy preocupada por mi salud de repente; que si el balcón se va a caer por mi peso, que si estoy gorda… ¿Sabéis lo que tengo también gordo? Tengo el papo muy gordo y es por donde me he pasado todas las críticas. No van a quitarme la ilusión”.
Tengo la certeza de que las personas que la ponen verde no es precisamente que les moleste que esté gorda, porque también le llueven críticas (con menos odio, es cierto) a Cristina Pedroche; pero sin embargo, no sucedió lo mismo cuando hombres de tallas grandes han realizado el mismo papel que va a ocupar ella. Todo esto da que pensar que el problema no es el de la talla, si no el del género; pues estamos en un país en el que todavía hay mucho gañán al que no le gusta que las mujeres ocupen puestos visibles, mujeres que además son buenas en su trabajo, mujeres que gustan al público y que ganan enteros en cada una de sus apariciones, mujeres que leen, mujeres que para ellos, son peligrosas. Más como Lalachus y más educación, por favor.