Síguenos
Isabel Marco

Existe un atroz capitalismo que nos está devorando la mente de manera constante. Las nuevas generaciones que han crecido o están creciendo en este punto de voracidad capitalista alimentada por los algoritmos del ciberespacio, lo tienen más difícil todavía que las personas que nacimos en una era anterior a internet y que crecimos jugando en la calle, con coches, muñecas y bicicletas, aburriéndonos a veces y esperando lo que hiciese falta para ver nuestros dibujos favoritos. Ahora al mínimo atisbo de aburrimiento se les conecta a la pantalla y listo, así su cerebro crece con ese algoritmo que quiere controlarnos a todos, es como el anillo del señor de los anillos: “un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas de la tierra de Mordor donde se extienden las sombras”. Virtual, pero exactamente igual.

Tanto es el control del capitalismo que ya no se conforma con controlar con publicidad lo que vamos a comprar al supermercado. Antes las opciones eran más limitadas, ahora tenemos todo un abanico donde elegir; por ejemplo, si hablamos de arroz, éste puede ser redondo, largo, fino, integral, para ensaladillas, bomba, basmati… lo mismo ocurre con los yogures: de mil sabores, con azúcar, naturales, con edulcorantes, bio, ecológicos… si no te gusta uno coges otro y si no varios. Hemos aprendido a consumir con la mentalidad del usar y tirar, con el pensamiento de que si uno no me gusta no pasa nada porque puedo escoger otro, con la despreocupación de que sin esfuerzo, solo a golpe de tarjeta, solucionamos cualquiera de los problemas.

Al estar sumidos en este sistema, al hacer un inevitable uso de él, al participar activamente de manera consciente e inconsciente, al ser nuestras vidas un constante supermercado, aplicamos este mismo esquema a todos los aspectos de nuestra vida. Y eso incluye, inevitablemente, a las relaciones sociales.

Si bien es cierto que es positivo que seamos capaces y libres de poder elegir con quién compartir nuestro tiempo e incluso nuestra vida, se ha establecido un supermercado de personas en el que podemos elegir con cuál pasar la noche; lo mismo que con el arroz o los yogures. Un like, una breve conversación virtual y ya tienes el match y la cita para lo que surja. No se establece un previo contacto visual, no hay una mirada a los ojos ni una conversación. Pero me temo que con este sistema eso tampoco importa, alimentamos nuestra autoestima con píldoras de likes y citas fugaces de sexo esporádico, aleatorio si me apuras y controlado por un algoritmo que desconocemos. Al final, aunque no lo creamos, nos están controlando de tal manera que nos dicen con quién deberíamos echar un polvo porque es la cita ideal. Ya no se lleva eso de conocer a alguien y juzgarle por lo que es, por lo que hace y piensa; ya no se construye en equipo, solo se deshecha tras su uso sin darle una oportunidad a una posible bellísima persona con la que hacer un camino juntos. Igual es que el individualismo nos ha llevado a una comercialización del sexo en el que la comodidad y el ego juegan los papeles principales mientras que el amor ha quedado relegado a un papel secundario. O quizá es que al sistema le sale rentable mantener a las personas con baja autoestima y con la necesidad del refuerzo externo constante para sentirse bien.

Será que me hago mayor, pero sinceramente creo que estamos dejando que el sistema que nosotros mismos hemos creado nos maneje desde un punto de vista deshumanizado y desnaturalizado que va a conseguir acabar con nuestra libertad de pensamiento y nuestra libertad de elección. Mientras tanto, seguimos pensando que controlamos nuestras elecciones cuando hace tiempo ya que estamos en Matrix.