Los participantes en el encuentro, en la foto de familia realizada en La Escalinata
Un centenar de exalumnos del San Pablo celebran el 90 cumpleaños de su fundador
Florencio Navarrete recibió numerosas muestras de afecto durante el III Encuentro Paulista
Florencio Navarrete Romero, o más bien Don Florencio, como le llama casi todo el mundo que lo conoce, fue este sábado el gran protagonista del III Encuentro de exalumnos del Colegio Menor San Pablo de Teruel, una institución que él mismo fundó y que entró en funcionamiento durante el curso 1966/67 con el objetivo de acoger a los estudiantes que llegaban a Teruel procedentes de los pueblos. Ese encuentro, cuya primera edición se celebró en 2006 “y al que vino Labordeta y todo, el pobrecico”, como recordaba ayer un emocionado Don Florencio, sirvió para festejar el 90 cumpleaños que el fundador y director del colegio celebró el pasado 11 de mayo. Ese día algunos exalumnos le obsequiaron con una placa, y recibió de manos de Pepe Lario y Félix Bernal otra placa en su honor, un libro conmemorativo y una escultura de alabastro, que le entregó su autor Simón Domingo, además del abrazo unánime y numerosas muestras de cariño por parte del centenar de asistentes que acudieron al auditorio del Instituto Vega del Turia.
Entre los asistentes estaban algunos bien conocidos, como el periodista Federico Jiménez Losantos, la física Carmen Magallón o Maricruz Moreno, que acudió en representación del cantautor Joaquín Carbonell, fallecido hace dos años.
Ellos, junto a otros, formaron parte de lo que se ha venido a llamar la Generación Paulina, que durante los últimos sesenta y primeros setenta formaron un grupo de jóvenes que galvanizaron la actividad cultural, social y política de Teruel. “Teruel era entonces lo más moderno de España”, recordó con humor Pedro Luengo, “solo que no se dieron cuenta en España. Ni en Teruel”.
Esta Generación Paulina tuvo como principales ingredientes un grupo de estudiantes que llegaban de los pueblos “con unas increíbles ganas de aprender, de pensar, de comerse el mundo, de hacer cosas”, como recordó Jiménez Losantos, y una serie de
profesores, como José Antonio Labordeta, Sanchis Sinisterra o Eloy Fernández Clemente, que “aunque jamás hicieron proselitismo político en sus clases”, como afirmaron tanto Losantos como el historiador Serafín Aldecoa, otro paulino ilustre, sí que llegaron con ganas de enseñar a pensar, a actuar, a crear grupos de teatro y a forjar una conciencia crítica y creativa entre sus alumnos.
Pero esa luminosa generación de personas, que entre otras cosas fueron el embrión de la Nueva Canción Aragonesa -Labordeta y Carbonell se forjaron en el San Pablo-, o de la Revista Andalán, y las generaciones que llegaron después, no se dieron solo por esa combinación entre profesores brillantes y alumnos ávidos por aprender, sino que tuvieron un cooperador necesario que no fue otro que Don Florencio.
Como explica Aldecoa, “San Pablo se creo como alternativa a La Salle, colegio religioso, el General Pizarro que era del Movimiento o Las Viñas que era del Obispado. Y aunque su orientación era lógicamente católica, San Pablo fue desde el principio un colegio liberal, laico en su funcionamiento práctico, democrático y participativo. Fue algo absolutamente atípico para la época, y en combinación con las personas que coincidieron allí, entre profesores y alumnos, dio lugar a una auténtica primavera cultural a finales de los sesenta”.
El catalizador fue Florencio Navarrete. “Él permitió que todo esto ocurriera, facilitó y permitió que se realizaran todas estas actividades, impulsó el teatro, la revista San Pablo, o las reuniones entre profesores y alumnos en las que Labordeta empezó a componer sus primeras canciones. Si el director del colegio hubiera tenido un talante más conservador, más típico en esa época, nada de eso hubiera tenido lugar”.
Por si fuera poco Ricardo Acirón dirigió durante esos años el Diario Lucha (entre noviembre de 1968 y junio de 1969, como apunta el propio Aldecoa en un artículo), “y permitió que Sanchis Sinisterra, Eloy Fernández Clemente, Labordeta o Carbonell, entre otros, escribieran artículos en el periódico que, para la época, era muy modernos y liberales”.
Ese soplo de aire fresco, heredero del Mayo francés y que anticipaba la Transición le costó una llamada al orden a Acirón por parte de las autoridades, que dimitió por no querer plegarse a los dictados franquistas y marchó a Tenerife. “Y a Don Florencio también le llamaron al orden varias veces desde Gobernación. Una vez le amenazaron con la cárcel incluso, pero él siguió permitiendo que se hicieran obras de teatro como La zapatera prodigiosa de García Lorca, o piezas de teatro de vanguardia... no eran manifestaciones claramente políticas pero se veía a la legua que eran de inspiración izquierdista, y eso los gobernadores lo llevaban muy mal”.
Don Florencio recibió varias ovaciones interminables con las manos entrelazadas y una mirada de emoción y de gratitud infinita. Aseguró que “cada uno de vosotros”, dirigiéndose a los ex paulinos, “sabrá lo que yo haya podido aportarle, pero os puedo asegurar que he dado más de lo que he recibido”. Pero lo más importante de la intervención de Florencio Navarrete llegó cuando habló del “legado paulino”, de aquello que dirigió su obrar cuando fundó y cuando dirigió el Colegio Menor San Pablo, de aquello que trató de inculcar en todos sus alumnos, y que pidió que trataran de mantener vigente a lo largo de sus vidas: “Ese espíritu de amistad, de respeto hacia el otro, de compañerismo... Ese espíritu nos acompañará mientras nos lata el corazón, y os pido que tratéis de mantenerlo”.
Manuel Rando, presidente de la DPT y también un paulino de los que estuvieron presentes en el homenaje a Don Florencio, explicó que como mentor les proporcionó “esperanza de vida, de vida cultural, de vida en unos valores que hemos transmitido a nuestros hijos”. Aseguró que “muchas personas pudieron estudiar gracias a Don Florencio, y todos sabemos que la educación es la mejor forma de ser iguales en oportunidades”. Por último extendió el legado del fundador del colegio a muchas más personas además de sus exalumnos: “A nosotros nos marcó, pero a muchas más personas que a nosotros. Porque todos hemos transmitido esos valores que nos inculcó a nuestros hijos y a cada una de las personas importantes que hay en nuestra vida”.
También tomó la palabra Federico Jiménez Losantos, para quien “en la vida hay unos años luz, que te iluminan hasta que te mueres, y en nuestro caso esos años luz coincidieron con nuestra estancia en el colegio San Pablo”.
Losantos aseguró que Florencio Navarrete les hizo “mejores personas”, y que era increíble la cantidad de actividades, de teatro, de reuniones, de tertulias o de lecturas que se organizaban entonces. “Cada día nos encontrábamos con algo nuevo, cada día aprendíamos algo que no sabíamos. Y Don Florencio nos dejaba hacer y tenía la paciencia de aguantar nuestros sueños de hacer, de vivir, de cantar y de meternos en líos.
Entre otras muchas anécdotas, y ante la sonrisa paternal -que no paternalista- de Florencio Navarrete, Losantos le confesó que con 17 años, siendo jefe de estudios, “organizábamos tremendas timbas de póquer en la biblioteca, de poca apuesta, pero que duraban hasta las 3 de la mañana.. pero seguramente usted ya lo sabía, y nos dejaba hacer”.
Por su parte Pedro Luengo destacó la trayectoria personal de Florencio Navarrete y la gran actividad cultural y deportiva que impulsó desde el colegio, asegurando que el San Pablo “fue un factor decisivo de transformación, gracias a su vocación de formador y de educador, por encima incluso que la de profesor. Fundo un colegio participativo, innovador y abierto, que aprovechaba todos los resquicios que dejaba el Franquismo, no a contracorriente, porque no se podía, pero sí por sus orillas”.
En la Generación Paulina se suelen incluir, además de nombres como los profesores Labordeta, Eloy Fernández Clemente, José Sanchis Sinisterra o Agustín Sanmiguel, los que fueron entonces estudiantes Gonzalo Tena, Jiménez Losantos, Joaquín Carbonell, Rafael Navarro, Jaime Caruana o Manuel Pizarro. También hubo mujeres, aunque el San Pablo no era mixto. Pero lo era el Instituto Ibáñez Martín, y muchas de sus alumnas, como Carmen Magallón o Pilar Navarrete frecuentaban sus pasillos y sus reuniones. A ellas, a las “alumnas externas”, como las definió, Don Florencio dedicó un aplauso muy especial.
Entre el centenar de asistentes al homenaje de ayer, que concluyó con una comida en El Milagro, también hubo paulinos que sin haber alcanzado puestos de responsabilidad o notoriedad social, también se beneficiaron del clima educativo que propició Navarrete, “que combatió decisivamente la ignorancia y nos abrió los ojos a lo mejor de la vida a todos los que veníamos de los pueblos”, como recordó Pedro Luengo. También ellos, en representación de un gran número de turolenses que pasaron por aquel oasis de luz que fue el San Pablo, en medio del ocaso generalizado que fue el franquismo en Teruel, le agradecieron profundamente a Don Florencio su trabajo.
Entre los asistentes estaban algunos bien conocidos, como el periodista Federico Jiménez Losantos, la física Carmen Magallón o Maricruz Moreno, que acudió en representación del cantautor Joaquín Carbonell, fallecido hace dos años.
Ellos, junto a otros, formaron parte de lo que se ha venido a llamar la Generación Paulina, que durante los últimos sesenta y primeros setenta formaron un grupo de jóvenes que galvanizaron la actividad cultural, social y política de Teruel. “Teruel era entonces lo más moderno de España”, recordó con humor Pedro Luengo, “solo que no se dieron cuenta en España. Ni en Teruel”.
Esta Generación Paulina tuvo como principales ingredientes un grupo de estudiantes que llegaban de los pueblos “con unas increíbles ganas de aprender, de pensar, de comerse el mundo, de hacer cosas”, como recordó Jiménez Losantos, y una serie de
profesores, como José Antonio Labordeta, Sanchis Sinisterra o Eloy Fernández Clemente, que “aunque jamás hicieron proselitismo político en sus clases”, como afirmaron tanto Losantos como el historiador Serafín Aldecoa, otro paulino ilustre, sí que llegaron con ganas de enseñar a pensar, a actuar, a crear grupos de teatro y a forjar una conciencia crítica y creativa entre sus alumnos.
Pero esa luminosa generación de personas, que entre otras cosas fueron el embrión de la Nueva Canción Aragonesa -Labordeta y Carbonell se forjaron en el San Pablo-, o de la Revista Andalán, y las generaciones que llegaron después, no se dieron solo por esa combinación entre profesores brillantes y alumnos ávidos por aprender, sino que tuvieron un cooperador necesario que no fue otro que Don Florencio.
Como explica Aldecoa, “San Pablo se creo como alternativa a La Salle, colegio religioso, el General Pizarro que era del Movimiento o Las Viñas que era del Obispado. Y aunque su orientación era lógicamente católica, San Pablo fue desde el principio un colegio liberal, laico en su funcionamiento práctico, democrático y participativo. Fue algo absolutamente atípico para la época, y en combinación con las personas que coincidieron allí, entre profesores y alumnos, dio lugar a una auténtica primavera cultural a finales de los sesenta”.
El catalizador fue Florencio Navarrete. “Él permitió que todo esto ocurriera, facilitó y permitió que se realizaran todas estas actividades, impulsó el teatro, la revista San Pablo, o las reuniones entre profesores y alumnos en las que Labordeta empezó a componer sus primeras canciones. Si el director del colegio hubiera tenido un talante más conservador, más típico en esa época, nada de eso hubiera tenido lugar”.
Por si fuera poco Ricardo Acirón dirigió durante esos años el Diario Lucha (entre noviembre de 1968 y junio de 1969, como apunta el propio Aldecoa en un artículo), “y permitió que Sanchis Sinisterra, Eloy Fernández Clemente, Labordeta o Carbonell, entre otros, escribieran artículos en el periódico que, para la época, era muy modernos y liberales”.
Ese soplo de aire fresco, heredero del Mayo francés y que anticipaba la Transición le costó una llamada al orden a Acirón por parte de las autoridades, que dimitió por no querer plegarse a los dictados franquistas y marchó a Tenerife. “Y a Don Florencio también le llamaron al orden varias veces desde Gobernación. Una vez le amenazaron con la cárcel incluso, pero él siguió permitiendo que se hicieran obras de teatro como La zapatera prodigiosa de García Lorca, o piezas de teatro de vanguardia... no eran manifestaciones claramente políticas pero se veía a la legua que eran de inspiración izquierdista, y eso los gobernadores lo llevaban muy mal”.
Emoción y agradecimiento
Don Florencio recibió varias ovaciones interminables con las manos entrelazadas y una mirada de emoción y de gratitud infinita. Aseguró que “cada uno de vosotros”, dirigiéndose a los ex paulinos, “sabrá lo que yo haya podido aportarle, pero os puedo asegurar que he dado más de lo que he recibido”. Pero lo más importante de la intervención de Florencio Navarrete llegó cuando habló del “legado paulino”, de aquello que dirigió su obrar cuando fundó y cuando dirigió el Colegio Menor San Pablo, de aquello que trató de inculcar en todos sus alumnos, y que pidió que trataran de mantener vigente a lo largo de sus vidas: “Ese espíritu de amistad, de respeto hacia el otro, de compañerismo... Ese espíritu nos acompañará mientras nos lata el corazón, y os pido que tratéis de mantenerlo”.
Manuel Rando, presidente de la DPT y también un paulino de los que estuvieron presentes en el homenaje a Don Florencio, explicó que como mentor les proporcionó “esperanza de vida, de vida cultural, de vida en unos valores que hemos transmitido a nuestros hijos”. Aseguró que “muchas personas pudieron estudiar gracias a Don Florencio, y todos sabemos que la educación es la mejor forma de ser iguales en oportunidades”. Por último extendió el legado del fundador del colegio a muchas más personas además de sus exalumnos: “A nosotros nos marcó, pero a muchas más personas que a nosotros. Porque todos hemos transmitido esos valores que nos inculcó a nuestros hijos y a cada una de las personas importantes que hay en nuestra vida”.
También tomó la palabra Federico Jiménez Losantos, para quien “en la vida hay unos años luz, que te iluminan hasta que te mueres, y en nuestro caso esos años luz coincidieron con nuestra estancia en el colegio San Pablo”.
Losantos aseguró que Florencio Navarrete les hizo “mejores personas”, y que era increíble la cantidad de actividades, de teatro, de reuniones, de tertulias o de lecturas que se organizaban entonces. “Cada día nos encontrábamos con algo nuevo, cada día aprendíamos algo que no sabíamos. Y Don Florencio nos dejaba hacer y tenía la paciencia de aguantar nuestros sueños de hacer, de vivir, de cantar y de meternos en líos.
Entre otras muchas anécdotas, y ante la sonrisa paternal -que no paternalista- de Florencio Navarrete, Losantos le confesó que con 17 años, siendo jefe de estudios, “organizábamos tremendas timbas de póquer en la biblioteca, de poca apuesta, pero que duraban hasta las 3 de la mañana.. pero seguramente usted ya lo sabía, y nos dejaba hacer”.
Por su parte Pedro Luengo destacó la trayectoria personal de Florencio Navarrete y la gran actividad cultural y deportiva que impulsó desde el colegio, asegurando que el San Pablo “fue un factor decisivo de transformación, gracias a su vocación de formador y de educador, por encima incluso que la de profesor. Fundo un colegio participativo, innovador y abierto, que aprovechaba todos los resquicios que dejaba el Franquismo, no a contracorriente, porque no se podía, pero sí por sus orillas”.
En la Generación Paulina se suelen incluir, además de nombres como los profesores Labordeta, Eloy Fernández Clemente, José Sanchis Sinisterra o Agustín Sanmiguel, los que fueron entonces estudiantes Gonzalo Tena, Jiménez Losantos, Joaquín Carbonell, Rafael Navarro, Jaime Caruana o Manuel Pizarro. También hubo mujeres, aunque el San Pablo no era mixto. Pero lo era el Instituto Ibáñez Martín, y muchas de sus alumnas, como Carmen Magallón o Pilar Navarrete frecuentaban sus pasillos y sus reuniones. A ellas, a las “alumnas externas”, como las definió, Don Florencio dedicó un aplauso muy especial.
Entre el centenar de asistentes al homenaje de ayer, que concluyó con una comida en El Milagro, también hubo paulinos que sin haber alcanzado puestos de responsabilidad o notoriedad social, también se beneficiaron del clima educativo que propició Navarrete, “que combatió decisivamente la ignorancia y nos abrió los ojos a lo mejor de la vida a todos los que veníamos de los pueblos”, como recordó Pedro Luengo. También ellos, en representación de un gran número de turolenses que pasaron por aquel oasis de luz que fue el San Pablo, en medio del ocaso generalizado que fue el franquismo en Teruel, le agradecieron profundamente a Don Florencio su trabajo.
- Cultura martes, 7 de mayo de 2024
Fallece a los 92 años Florencio Navarrete, el profesor que catalizó la Generación Paulina
- Temas turolenses lunes, 13 de marzo de 2023
El encuentro de Sara y Pilar, dos alcañizanas de renombre (I)
- Temas turolenses miércoles, 25 de mayo de 2022
Regina y el tiempo histórico que vivió
- Cultura miércoles, 7 de septiembre de 2022
Muñoz Moya Editores publica ‘Cuestiones Turolenses Candentes’, de Serafín Aldecoa