Fallece a los 92 años Florencio Navarrete, el profesor que catalizó la Generación Paulina
El turolense fundó en 1966 el Colegio Menor San Pablo, foco cultural en el Teruel de la épocaFlorencio Navarrete Romero, quien fuera fundador del Colegio Menor San Pablo de Teruel en 1966, falleció ayer a punto de cumplir 92 años. El turolense fue una de las piezas clave en la formación de la Generación Paulina, una etapa especialmente brillante para la cultura turolense que se desarrolló en los últimos años del franquismo. La institución que creó y dirigió aglutinó entre sus profesores a José Antonio Labordeta, José Sanchis Sinisterra o Eloy Fernández Clemente, y tuvo como alumnos a Joaquín Carbonell, Federico Jiménez Losantos, Carmen Magallón, Manuel Pizarro, Pedro Luengo, Serafín Aldecoa entre muchos otros.
La Diputación Provincial de Teruel le honró con la Cruz de San Jorge el pasado año por su trayectoria y labor docente. El funeral tendrá lugar en la iglesia de Santa Emerenciana a las 16.30 horas de hoy.
De carácter muy afable y memoria prodigiosa, hasta hace poco todavía tenía frecuentes conversaciones con algunos de sus exalumnos del San Pablo. “Tomábamos café y charlábamos, y yo me quedaba maravillado por su memoria, porque se acordaba de todos sus alumnos y todas las historias que se vivieron durante esos años en el San Pablo”, apuntaba ayer Serafín Aldecoa, historiador y uno de los paulinos que vivió en el Colegio Menor, quien calificó el fallecimiento como “una pérdida muy dolorosa”.
El último acto público en el que participó Don Florencio, como todavía le conocían sus pupilos paulinos, fue la presentación en el Teatro Marín de la película Años de luz, el pasado 19 de enero. En esa película Javier Calvo rinde homenaje a una Generación Paulina “sin la cual no se entiende la historia contemporánea de Aragón”, como afirmó el director zaragozano. En esa generación estuvo el embrión de la Nueva Canción Aragonesa o de la revista Andalán, dos referentes culturales, sociales y políticos de la Comunidad Autónoma de Aragón.
Y junto a nombres ilustres como Labordeta, Sinisterra o Fernández Clemente, en su centro estuvo Florencio Navarrete, que fundó durante el curso 1966/67 el Colegio Menor San Pablo, donde residieron varias generaciones de turolenses procedentes de los pueblos de la provincia.
Florencio Navarrete fue el director de esa institución que se convirtió en un foco de luz y libertad dentro del oscuro Teruel tardofranquista. Permitió que profesores y alumnos organizaran un grupo de teatro que representaba obras vanguardistas o de García Lorca -toda una provocación al régimen-, que se organizarán debates y asambleas, que se publicara la revista San Pablo y que se respirase un ambiente de libertad inédito hasta entonces en la ciudad.
Su talante modernizador le valió no pocas llamadas al orden por parte de la Gobernación Civil que veía con muy malos ojos aquella burbuja de libertad. Incluso fue amenazado con la cárcel, pero él tuvo la habilidad y la mano izquierda para buscarle la vuelta a las autoridades permitiendo al mismo tiempo que continuara la actividad en el San Pablo.
Por si fuera poco, como apuntó en un artículo Serafín Aldecoa, coincidió entre noviembre de 1968 y junio de 1969 con Ricardo Acirón, director del diario Lucha y de talante igual de moderno y liberal que él. Eso permitió que Labordeta, Fernández Clemente, Sinisterra o Joaquín Carbonell publicaran en el rotativo turolense artículos muy modernos y atrevidos para la época, con el franquismo defendiéndose como gato panza arriba ante los aires predemocráticos que comenzaban a respirarse.
Acirón acabó despedido de Lucha por no querer plegarse a los dictados de la Gobernación, y Navarrete sorteó todas las amenazas y mantuvo abierto un Colegio Menor que siguió adelante con sus propuestas culturales, no manifiestamente políticas -porque eso hubiera sido inadmisible- pero sí de clara inspiración izquierdista y progresista.
Becas ministeriales
Otro de los méritos por los que los paulinos y sus familias nunca olvidaron a Florencio Navarrete fue “lo mucho que luchó por las becas ministeriales”, según recuerda Serafín Aldecoa, que para muchas familias de Martín del Río, Sarrión, Monreal, Alcorisa, Ariño y tantos y tantos pueblos eran prácticamente indispensables para que sus hijos cursaran estudios y se asegurasen un futuro mejor. “Él estaba en la comisión que otorgaba las becas y las peleaba mucho. Las defendía a capa y espada”. Para muchas familias eran condición sine qua non para que su hijo pudiera estudiar bachillerato, e incluso para aquellos que podían costear los estudios “eran un importante balón de oxígeno”. Según recuerda el historiador, en sus tiempos se concedían 14.000 pesetas anuales de beca para pagar la residencia en el Colegio Menor San Pablo, lo que vendría a ser un poco menos del 50% del precio total. El estudiante también tenía que hincar los codos para mantener su beca, “ya que nos pedían una media de 7 para seguir siendo becado”.
Nada ocurría en el San Pablo sin que Navarrete lo supiera y mantenía una autoridad indiscutible, pero permitía actividades del todo inimaginables en otras instituciones similares. Navarrete instituyó una forma de trabajar en la que todos los profesores que deseaban implicar a sus alumnos se sentían con total libertad para hacerlo.
Los artículos que los alumnos más veteranos publicaban en LUCHA acostumbraban a no gustar nada al Gobernador Civil, y sus contenidos se decidían en el seno del San Pablo como si de un consejo de redacción se tratara. Famosas son también las tertulias sobre música entre Labordeta y muchos de sus alumnos, las primeras ocasiones en las que Joaquín Carbonell, por ejemplo, oyó hablar de canción protesta o George Brassens.
Estaba el grupo de teatro o la revista San Pablo. También se realizaban Revistas Habladas, una especie de asamblea quincenal que se realizaba en el salón de actos, donde los alumnos de Bachillerato Superior solían poner al día a sus compañeros con noticias y comentarios de todo tipo, muchos de ellos críticos o irónicos con algún profesor o asignatura. O José María Pérez Calvo, como recuerda Aldecoa, que fue un profesor de filosofía que cada vez que se organizaba una conferencia con algún ponente, hacía que varios de sus alumnos pensaran preguntas para hacerle y luego les colocaba a cada uno en una punta del auditorio. “Empezábamos a hacer las preguntas y el resto de alumnos se contagiaban. Movilizábamos a todo el mundo y se montaban unos debates estupendos”.
También fueron las áulas del San Pablo donde se empezó a dibujar el periódico Andalán, una de las señas de identidad del Aragón de la Transición, que sin embargo no pudo ser publicado hasta que Labordeta y Fernández Clemente marcharon a Zaragoza.
Serafín Aldecoa reconocía ayer, tras conocer el fallecimiento, que como otros expaulinos siempre ha tenido muy claro que “en el instituto recibíamos nuestra instrucción, y en el San Pablo nuestra formación cultural. Eran dos mundos separados”.
El Colegio Menor San Pablo fue una entidad privada que Florencio Navarrete inauguró en 1966 y funcionó hasta 1998. La oferta que existía hasta entonces en colegios masculinos era Las Viñas o La Salle, de la Iglesia, o el General Pizarro de Falange. El colegio menor de Navarrete funcionó a efectos prácticos como un colegio laico, presentaba una línea educativa radicalmente liberal en comparación con el resto, fomentaba la participación de los alumnos, incluso en la gestión y organización de actividades, y era abierto al exterior, ya que aunque era una residencia masculina era habitual encontrar chicas del colegio Corazón de Jesús o de las Teresianas ensayando obras de teatro o participando en alguna actividad. Algunas de estas mujeres que más frecuentaron sus pasillos, como Pilar Navarrete o Carmen Magallón, son consideradas paulinas de pleno derecho, pese a que nunca pudieron pertenecer oficialmente al San Pablo.
Los años dorados de la institución son los que median entre 1967, primer curso completo durnate el que funcionó, y 1970-71, que son cuando los Labordeta, Fernández Clemente o Sinisterra abandonan Teruel. Son los años en los que fragua la denominada Generación Paulina, pero a partir de ahí el San Pablo, quizá con menos trascendencia, siguió siendo un foco de actividad cultural y social.
Los paulinos siempre han llevado a gala serlo, y en 2006 y en 2022 se realizaron dos homenajes a Florencio Navarrete en los que cientos de personas volvieron a reunirse en torno a su profesor. En el primero de ellos estuvo Labordeta, y en el de 2022 se celebró el 90 cumpleaños de Navarrete -con cierto retraso, ya que los cumplía el 11 de mayo y la fiesta se celebró en septiembre- con una placa y un libro conmemorativo, varios regalos y numerosas muestras de cariño. Aquel día, un exultante, orgulloso y como siempre humilde Florencio Navarrete afirmó: "Yo no sé lo que os aporté, pero no tengo dudas de que he recibido mucho más de lo que he dado”.
En marzo de 2023 la Diputación Provincial decidió concederle la Cruz de San Jorge a su labor educativa, junto al Colegio Gloria Fuertes de Zaragoza. Manuel Rando, a la sazón presidente provincial, explicó en su día que los años de la Generación Paulina “fueron años culturales de mucha envergadura, quizá la época de mayor potencia de la provincia, de la que salieron personajes muy ilustres”. “Y algo de lo que se ha hablado menos”, continuaba, “es que era un colegio de alumnos becados de toda la provincia. Don Florencio ayudó a muchas familias a que sus hijos pudieran estudiar y labrarse un futuro mejor, al tiempo que en el San Pablo -del que el propio Rando fue alumno- se aprendía a ser responsable, a valorar el esfuerzo y, aún durante la época de Franco, a ser más libre”.
Joaquín Juste: “Su labor engrandeció la provincia”
Joaquín Juste expresó las condolencias a la familia de Florencio Navarrete en nombre de la Diputación Provincial que preside. “Su labor engrandeció la provincia de Teruel y por eso le fue concedida la Cruz de San Jorge, máxima distinción de la Diputación”.
Por su parte la alcaldesa de Teruel, Emma Buj, subrayó que “se va una persona especial y buena, pero también se va una parte de la historia, de la historia más bonita, de esta ciudad”. La edil lamentó la noticia pero afirmó que el legado de Navarrete siempre estará en Teruel. “Se habla mucho de la Generación Paulina, de los profesores y de los alumnos ilustres que tuvo. Pero nada de eso hubiera sido posible sin Florencio Navarrete, sin el fundador de un espacio que fue todo un espíritu de libertad, en una sociedad en la que no era fácil respirar libertad”.
El autor y su obra
Por Serafín Aldecoa, historiador
El autor y su obra: el Colegio Menor San Pablo que nació en los años sesenta del siglo pasado, concretamente empezó a funcionar el curso 1966-67, por iniciativa del que fue su promotor y director a lo largo de su vida, Florencio Navarrete Romero, profesor del entonces Instituto Ibáñez Martín (hoy llamado Vega del Turia) y el alma del centro. El primer edificio, construido para alrededor 150 alumnos fue el hogar en el que residimos cientos de nosotros, al que llegamos desde nuestros pueblos en algunos casos con esparteñas o con abarcas.
En principio se planteó esta nueva institución como un lugar de alojamiento para estudiantes venidos de fuera, para cursar los estudios de Bachillerato en la capital y más concretamente en el citado y único Instituto que había en esos momentos pero el San Pablo se convirtió en algo más que una simple residencia.
En realidad el Colegio venía a cubrir una necesidad acuciante dentro las enseñanzas medias. Aparte del Instituto de Alcañiz que se abrió ya a principios de la década de los 50 del siglo pasado, los estudiantes de Bachillerato de Teruel solamente podían residir en dos centros educativos: el Colegio San Fernando (también conocido como "General Pizarro") y en el Colegio La Salle. El primero era un centro vinculado directamente con el Movimiento, mientras que el segundo era religioso atendido por los frailes de dicha orden aunque entre el profesorado hubiera algunos laicos.
El San Pablo era otra cosa que hasta entonces no se había conocido en Teruel. En principio era laico aunque con misa los domingos pero no presentaba matiz político o religioso alguno. A mediados de los sesenta, en pleno Franquismo, surgía un colegio cuyo único uniforme era una bufanda de colores, no confesional, más abierto a la sociedad y en el que se respiraba cultura y una respetable libertad, elementos estos que percibíamos los chicos nada más llegar.
Ello se debió, sobre todo, a la iniciativa de Don Florencio, que tuvo la idea de que convergieran y convivieran en el mismo recinto una serie de buenos alumnos (muchos de ellos eran becarios y “orientados” por los maestros) con una élite de activos profesores del Instituto con muchas inquietudes culturales y a los que el Gobernador civil franquista de turno les tachaba de “maoístas” o “trotskistas” cuando ninguno militaba en partidos políticos.
Don Florencio dejaba hacer con sus ideas liberales ya entre las manos. Facilitaba que los jóvenes, recién llegados de los pueblos y con ansias de cultura, pudieran formarse participando en actividades culturales como la creación de un grupo de teatro y/o la representación de obras de autores como García Lorca considerado en muchos casos subversivo y en las que participaban chicas del colegio Corazón de Jesús; creación de un gabinete psico-pedagógico dirigido al estudio de la mente de los alumnos; la formación de clubes de prensa que publicaban sus artículos en el periódico del colegio o en el Lucha; conferencias, debates, deportes…
No podemos olvidar, como se ha hecho a veces, a uno de ellos, José María Pérez Calvo, profesor de Filosofía natural de Barrachina, fundador en Teruel del cine-club en lo que es hoy el cine Maravillas, que ya en los 70, introdujo la modalidad de las Revistas Habladas realizadas por los alumnos en las que funcionaba la crítica y el ingenio. Ahora se diría que fue un agitador cultural por la cantidad de iniciativas y de actividades culturales que promovió.
Ciertos autores, entre ellos el polifacético Javier Lacruz, el inventor del grupo Trama, encasillan en lo que llaman Generación Paulina a todos aquellos alumnos que vivieron la experiencia del Colegio San Pablo en los años sesenta. No sé si se puede llegar a tal extremo, pero lo cierto es que este centro, progresista en tiempos difíciles, imprimió carácter y creó un estilo que influyó decisivamente en la formación integral de todos los que pasamos por allí. Y todo ello bajo el laissez-faire de Don Florencio al que agradecemos su actitud, su dinamismo y su apuesta por un Colegio libre de censuras.
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