‘Todos los viernes del mundo’, la historia fabulada del último videoclub de la provincia
José Antonio Gargallo publica una novela inspirada en el espacio que cerró en 2018 en AlcañizTras La vida prometida (Amarante) el escritor y fotógrafo calandino José Antonio Gargallo acaba de publicar Todos los viernes del mundo (MilMadres), una segunda novela en la que combina dos de sus grandes pasiones, el cine y la literatura. Gargallo rescata un episodio del pasado reciente que forma parte de sus propios recuerdos, la decadencia del último videoclub de la provincia de Teruel, para construir un relato de ficción que reúne elementos auténticos con otros, la mayor parte, producto de la imaginación del autor.
El núcleo de la inspiración que ha dado lugar a Todos los viernes del mundo se sitúa en la avenida Huesca de Alcañiz, donde se encontraba el Videoclub Alcañiz hasta su cierre, el 1 de agosto de 2018. El establecimiento estaba regentado por Rodolfo, de origen argentino y que falleció en ese mismo año, y su esposa Elena, que actualmente vive en La Fresneda. Como el resto de videoclubs españoles, comenzó una larga decadencia a principios de este siglo, con el desarrollo de la piratería masiva que tuvo lugar tras la popularización del DVD y los formatos digitales. Menos de una década después la crisis económica y la generalización de las descargar por internet supuso un nuevo varapalo, y la puntilla final llegó en 2016 con las plataformas de streaming.
Poso nostálgico
Ese videoclub alcañizano fue uno de los lugares de juventud de José Antonio Gargallo, “uno de esos sitios en los que pasas mucho tiempo y vivencias y que, cuando muchos años después vuelves a pensar en ellos, descubres que de repente lo habías olvidado por completo”, explica.
El calandino pasaba por allí “todos los viernes”, de donde extrae el título, “para coger películas y verlas el fin de semana”. “Rodolfo era muy irónico y Elena encantadora, poco a poco ibas cogiendo relación con ellos y la verdad es que me lo he pasado muy bien en ese videoclub”, afirma el escritor, quien emprendió esta novela porque “siempre me ha gustado reflexionar y ahondar en esas cosas que durante un momento forman parte de tu vida, y que sin embargo va saliendo de ella hasta que dejan de importarte prácticamente sin darte cuenta”.
Aunque no deja de ser un homenaje, la historia que se novela en la obra no habla de ese establecimiento en particular, ni siquiera está situada en Alcañiz o en cualquier otra ciudad real. “Lo cierto es que ese videoclub en sí no tenía una historia en sí, era pura normalidad y cotidianidad, como la que forma parte de la mayor parte de nuestra historia. Una normalidad que poco a poco se fue apagando hasta desaparecer”. Así, Gargallo recrea encuentros entre el propietario del videoclub y clientes, con algunas referencias extraídas de la realidad, y otras completamente ficticias, como un divertido y enrevesado asunto de tráfico de drogas.
Los últimos años del videoclub coincidieron con los últimos años de Rodolfo, que padeció alzhéimer. Este personaje es quien se inspira más directamente en el referente real, ya que ambos son “provocadores, ágiles de palabra y de chiste fácil”. Gargallo y él construyeron una relación basada en su afición y conocimientos sobre el cine.
Los rastros de la vida que se pierden por culpa del alzhéimer es otro de los temas de la novela. La enfermedad de Rodolfo espoleó uno de los proyectos fotográficos de José Antonio Gargallo, en concreto Memoria fotográfica, que se ha expuesto en numerosas salas. “Esas fotografías se hicieron entre 2015 y 2018”, y en un momento dado el calandino decidió prolongar el proyecto en forma de novela, “no sé muy bien por qué”, confiesa. “No tanto porque me sintiera en deuda, pero de algún modo pensé que debía escribirla”. El olvido social del que fueron víctima los videoclubs, después de una etapa realmente brillante, no deja de ser el mismo que sufría el propio Rodolfo con respecto a su propia vida y circunstancias, así que al final plasmar ese concepto en una novela viene a restablecer la memoria protegida, del mismo modo que sucede con la fotografía.
El regusto decadente y fatal que exhala la novela podría dar pie a pensar que la España Vaciada, también olvidada por la periferia, es otro de los temas de la novela. No es así. “No me gustan las alusiones a esa España Vaciada, ni quería aprovechar el tirón que ahora tiene el concepto. De hecho la novela no se sitúa en Alcañiz, ni siquiera en Teruel. Podría ser una ciudad grande, sin identificar, donde la vida tiene lugar con mayor aislamiento”, explica José Antonio Gargallo. “Pero no quería que la novela hablara de eso porque ese concepto que ahora está de moda se agotará muy pronto, y dejará de estar en el punto de interés de nadie.
La novela también habla de cine, desde luego, con numerosas referencias al séptimo arte que se edifican en torno a un listado de las películas favoritas que en su día escribió el propio Rodolfo, a petición de José Antonio Gargallo, y que incluía títulos como Doctor Zhivago, Midnight in Paris, Tucker y Dale o Interstellar, entre otros. “Un listado del que el propio Rodolfo dejó de ser capaz de acordarse con los años”.
La novela adopta el formato de un falso diario del propio Rodolfo, en el que el sentido del humor, a ratos amargo e incluso trágico, es otro de los ingredientes que Gargallo añade con pericia en su segunda propuesta publicada en novela.
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