Díptico creado por Rossana Zaera, a partir de unos patrones obtenidos de unas revistas antiguas intervenidos
“Todo lo que hace el artista y cualquier ser humano es, esencialmente, autobiográfico”
Rossana Zaera expuso recientemente en la colectiva ‘Enhebrar’, en la Escuela de Arte de Teruel
Rossana Zaera (Castellón, 1959) es una artista multidisciplinar que ha llegado a la actividad creativa desde la filosofía y la pedagogía. Trabaja habitualmente desde los talleres que tiene en Castellón y en Cantavieja, y ha sido una de las doce participantes en la colectiva Enhebrar, una exposición que pudo verse hasta la pasada semana en la Escuela de Arte de Teruel. La exposición mostró doce propuestas muy diferentes sobre el arte textil, desde puntos de vista que van de lo tradicional a lo más contemporáneo.
En su caso Rossana Zaera apeló a uno de los conceptos que más le interesan en el ámbito del arte, la memoria y su registro y conservación, con un díptico formado por hojas de calco antiguas, patrones extraídos de la revista Labores del Hogar que ella misma intervino estableciendo un juego de palabras entre Memoria y Me moría.
-¿En qué consistió la pieza que llevó a ‘Enhebrarte’?
-La pieza es un díptico formado por las fotografías impresas en Inkjet de dos hojas de calcos para bordar, sobre las que escribí las palabras Memoria y me moría. Reflexiona sobre el dolor y sufrimiento escondido detrás de unas manos que cosían y bordaban en silencio, historias íntimas de un mundo privado y doméstico que se van superponiendo como se superponen los dibujos de las hojas de calcos, historias que pasan de generación en generación, pues la historia se escribe y des-escribe sobre la historia, al igual que una casa nueva descansa sobre los vestigios de la morada anterior. Mi abuela, mi madre y yo. Unas sobre otras, entretejidas y superpuestas como en un palimpsesto existencial.
-¿Era una pieza realizada ad hoc para la exposición de Teruel, o forma parte de alguna serie o proyecto anterior?
-Hace tiempo mi madre me regaló dos preciosas cajas. Una contenía una colección de viejas revistas de Labores del hogar que guardaban en su interior hojas de calcos, la otra estaba llena de encajes, puntillas, pañuelos, mantelitos, etcétera, realizados por ella y por mi abuela. Esas maravillosas filigranas pasaron enseguida a formar parte de mi patrimonio emocional, y decidí intervenir en ellas. Sobre los calcos, escribiendo, y sobre los pañuelos y mantelitos, bordando. Así surgió la serie Memoria – me moría.
Cuando recibí el correo de Carmen Samper invitándome a participar en esta exposición sobre arte textil fue como algo mágico, porque me encontraba trabajando sobre las hojas de calco. Y, por supuesto, le dije que sí. Me siento muy agradecida por su invitación y ha sido un honor formar parte de esta exposición.
-La memoria es un concepto que suele estar en su imaginario artístico...
-Sí, es verdad, la memoria siempre está en mi imaginario porque mi obra es esencialmente autobiográfica, aunque en realidad todo lo que hace el ser humano es autobiográfico. En ese sentido es lógico que sea tan importante para mí. Pero la memoria entendida como algo a construir, a transformar. Me identifico mucho con una cita que leí de Walter Benjamin: “la memoria no es algo dado, se construye en el momento de ser narrado”. Reconozco que tengo una gran necesidad de narrar.
-La exposición trata, entre otras cosas, de valorar la actividad textil no solo como parte del patrimonio cultural de una sociedad sino también como objeto de arte... ¿cree que merece esta categoría?
-Cuando miro algunos de los encajes de mi abuela o los bordados de mi madre, hechos con tanta humildad y paciencia, sin intelectualizar el proceso, sin pensar en conceptos ni en beneficios materiales, con esa perfección que yo nunca alcanzaré, no me cabe duda de que son obras de arte. Bueno, ya sé que estoy hablando de mi patrimonio emocional. Pero volviendo a su pregunta, pienso en las maravillas que han salido de unos capullos de seda o de unas flores de algodón en diferentes culturas, en los maravillosos tintoreros y tejedores japoneses, africanos…
-¿Qué diferencia, en su opinión, aquellas disciplinas clásicas del arte, como la pintura o la escultura, con otras que tradicionalmente se han considerado artesanía, como el trabajo textil o la cerámica? ¿Cree que deberían de equipararse de algún modo?
-Creo que hay un flujo continuo entre todas las disciplinas, y éstas se nutren unas a otras. Los puentes están para cruzarlos, para facilitarnos el viaje, en este caso, el de la creación. El carácter utilitario de algunas de ellas no tiene por qué restarles valor, ni convertirlas en arte menor. En mi opinión, lo que diferencia un trabajo de otro, una pieza de otra, incluso dentro de una misma disciplina, es aquello que encierra, esa esencia que nos proporciona respuestas profundas, una belleza que no tiene que ver con su materialidad. Me viene a la cabeza el vasito de barro del poema de Friedrich Schiller. ¿Eres ámbar? —dijo un sabio / a un trozo de arcilla tosca / que halló al borde de la fuente. / Debes serlo, pues tu aroma / tiene infinita dulzura / y fragancia seductora. / Soy barro —dijo la arcilla / con la humildad de la escoria. / Soy barro, barro mezquino, / pero en edad no remota, / guardé, siendo tosco vaso, / ¡un ramillete de flores!
-Usted ha cultivado muchas disciplinas, desde la pintura a la fotografía, pasando por la instalación o la escultura... ¿Nunca ha hecho obra estrictamente textil?
-En 2015 realicé La Novia de Tiempo, un vestido nupcial de esparto, cosido sobre arpillera con hilo de cáñamo. Su larga cola arrastraba los objetos de toda una vida. Se trataba de una joven Novia en el altar de la existencia, a pesar de que la vida ya había pasado por ella. La Novia de Tiempo es una metáfora del paso del tiempo y la memoria, y nos interroga sobre nuestra identidad. Qué somos, quienes somos. El esparto, que una vez fue verde y fuerte, perdió el color y la tersura. Así es la historia del cuerpo, una cartografía de la espera que arrastra la memoria. Memoria de la infancia, del padre, la madre, la familia, la casa, la educación, lo cotidiano, el trabajo, los viajes, los amigos, el amor, los hijos, el miedo, la culpa, la tristeza, los sueños, el dolor, el sufrimiento, las lágrimas…
-¿A qué se debe que cultive y experimente con diferentes disciplinas o materiales? ¿Se trata de buscar lo que mejor se adapta a cada mensaje? ¿O la narrativa artística no depende de la disciplina artística?
-Siempre busco la mejor manera de expresar aquello que quiero contar. Si para ello me sirven unas pequeñas semillas de arce, una aguja hipodérmica, un carrete de hilo, un papel de periódico, un alambre oxidado, o las mismas palabras, entonces las utilizo. Me dejo guiar por la intuición, por la necesidad, y para ello recurro a las cosas que tengo a mi alcance. A veces no las encuentro y entonces las tengo que inventar. Todas las disciplinas y materiales me parecen valiosos si a través de ellos puedo encontrar el camino para expresar lo que siento.
-¿Que temas, conceptos y universos le han llamado y le llaman a crear?
-La verdad es que me interesan muchos temas, cualquier cosa despierta mi curiosidad. Soy una enamorada del universo de la física cuántica y de su paralelismo con el misticismo oriental, también de la poesía abriéndome caminos hermosos e inesperados, pero en lo relativo a mi trabajo los temas que más han llamado mi atención son aquellos que indagan sobre lo íntimo, aquello que es privado y que se acaba convirtiendo en universal. La memoria, la naturaleza, espejo que siempre me enseña. La muerte y la soledad, temas tabú en nuestra sociedad, han sido protagonistas de mi último trabajo Ausencia se escribe como árbol, un homenaje a todos los seres humanos que han muerto en soledad durante la pandemia. Porque siempre es difícil asumir la pérdida de los seres queridos, pero en circunstancias excepcionales, debidas a los protocolos sanitarios de aislamiento, no haber podido despedirse de las personas amadas, no haber podido cogerles de la mano para acompañarlas en su partida, hace infinitamente mas difícil y doloroso enfrentarse al vacío de su ausencia.
En su caso Rossana Zaera apeló a uno de los conceptos que más le interesan en el ámbito del arte, la memoria y su registro y conservación, con un díptico formado por hojas de calco antiguas, patrones extraídos de la revista Labores del Hogar que ella misma intervino estableciendo un juego de palabras entre Memoria y Me moría.
-¿En qué consistió la pieza que llevó a ‘Enhebrarte’?
-La pieza es un díptico formado por las fotografías impresas en Inkjet de dos hojas de calcos para bordar, sobre las que escribí las palabras Memoria y me moría. Reflexiona sobre el dolor y sufrimiento escondido detrás de unas manos que cosían y bordaban en silencio, historias íntimas de un mundo privado y doméstico que se van superponiendo como se superponen los dibujos de las hojas de calcos, historias que pasan de generación en generación, pues la historia se escribe y des-escribe sobre la historia, al igual que una casa nueva descansa sobre los vestigios de la morada anterior. Mi abuela, mi madre y yo. Unas sobre otras, entretejidas y superpuestas como en un palimpsesto existencial.
-¿Era una pieza realizada ad hoc para la exposición de Teruel, o forma parte de alguna serie o proyecto anterior?
-Hace tiempo mi madre me regaló dos preciosas cajas. Una contenía una colección de viejas revistas de Labores del hogar que guardaban en su interior hojas de calcos, la otra estaba llena de encajes, puntillas, pañuelos, mantelitos, etcétera, realizados por ella y por mi abuela. Esas maravillosas filigranas pasaron enseguida a formar parte de mi patrimonio emocional, y decidí intervenir en ellas. Sobre los calcos, escribiendo, y sobre los pañuelos y mantelitos, bordando. Así surgió la serie Memoria – me moría.
Cuando recibí el correo de Carmen Samper invitándome a participar en esta exposición sobre arte textil fue como algo mágico, porque me encontraba trabajando sobre las hojas de calco. Y, por supuesto, le dije que sí. Me siento muy agradecida por su invitación y ha sido un honor formar parte de esta exposición.
-La memoria es un concepto que suele estar en su imaginario artístico...
-Sí, es verdad, la memoria siempre está en mi imaginario porque mi obra es esencialmente autobiográfica, aunque en realidad todo lo que hace el ser humano es autobiográfico. En ese sentido es lógico que sea tan importante para mí. Pero la memoria entendida como algo a construir, a transformar. Me identifico mucho con una cita que leí de Walter Benjamin: “la memoria no es algo dado, se construye en el momento de ser narrado”. Reconozco que tengo una gran necesidad de narrar.
-La exposición trata, entre otras cosas, de valorar la actividad textil no solo como parte del patrimonio cultural de una sociedad sino también como objeto de arte... ¿cree que merece esta categoría?
-Cuando miro algunos de los encajes de mi abuela o los bordados de mi madre, hechos con tanta humildad y paciencia, sin intelectualizar el proceso, sin pensar en conceptos ni en beneficios materiales, con esa perfección que yo nunca alcanzaré, no me cabe duda de que son obras de arte. Bueno, ya sé que estoy hablando de mi patrimonio emocional. Pero volviendo a su pregunta, pienso en las maravillas que han salido de unos capullos de seda o de unas flores de algodón en diferentes culturas, en los maravillosos tintoreros y tejedores japoneses, africanos…
-¿Qué diferencia, en su opinión, aquellas disciplinas clásicas del arte, como la pintura o la escultura, con otras que tradicionalmente se han considerado artesanía, como el trabajo textil o la cerámica? ¿Cree que deberían de equipararse de algún modo?
-Creo que hay un flujo continuo entre todas las disciplinas, y éstas se nutren unas a otras. Los puentes están para cruzarlos, para facilitarnos el viaje, en este caso, el de la creación. El carácter utilitario de algunas de ellas no tiene por qué restarles valor, ni convertirlas en arte menor. En mi opinión, lo que diferencia un trabajo de otro, una pieza de otra, incluso dentro de una misma disciplina, es aquello que encierra, esa esencia que nos proporciona respuestas profundas, una belleza que no tiene que ver con su materialidad. Me viene a la cabeza el vasito de barro del poema de Friedrich Schiller. ¿Eres ámbar? —dijo un sabio / a un trozo de arcilla tosca / que halló al borde de la fuente. / Debes serlo, pues tu aroma / tiene infinita dulzura / y fragancia seductora. / Soy barro —dijo la arcilla / con la humildad de la escoria. / Soy barro, barro mezquino, / pero en edad no remota, / guardé, siendo tosco vaso, / ¡un ramillete de flores!
-Usted ha cultivado muchas disciplinas, desde la pintura a la fotografía, pasando por la instalación o la escultura... ¿Nunca ha hecho obra estrictamente textil?
-En 2015 realicé La Novia de Tiempo, un vestido nupcial de esparto, cosido sobre arpillera con hilo de cáñamo. Su larga cola arrastraba los objetos de toda una vida. Se trataba de una joven Novia en el altar de la existencia, a pesar de que la vida ya había pasado por ella. La Novia de Tiempo es una metáfora del paso del tiempo y la memoria, y nos interroga sobre nuestra identidad. Qué somos, quienes somos. El esparto, que una vez fue verde y fuerte, perdió el color y la tersura. Así es la historia del cuerpo, una cartografía de la espera que arrastra la memoria. Memoria de la infancia, del padre, la madre, la familia, la casa, la educación, lo cotidiano, el trabajo, los viajes, los amigos, el amor, los hijos, el miedo, la culpa, la tristeza, los sueños, el dolor, el sufrimiento, las lágrimas…
-¿A qué se debe que cultive y experimente con diferentes disciplinas o materiales? ¿Se trata de buscar lo que mejor se adapta a cada mensaje? ¿O la narrativa artística no depende de la disciplina artística?
-Siempre busco la mejor manera de expresar aquello que quiero contar. Si para ello me sirven unas pequeñas semillas de arce, una aguja hipodérmica, un carrete de hilo, un papel de periódico, un alambre oxidado, o las mismas palabras, entonces las utilizo. Me dejo guiar por la intuición, por la necesidad, y para ello recurro a las cosas que tengo a mi alcance. A veces no las encuentro y entonces las tengo que inventar. Todas las disciplinas y materiales me parecen valiosos si a través de ellos puedo encontrar el camino para expresar lo que siento.
-¿Que temas, conceptos y universos le han llamado y le llaman a crear?
-La verdad es que me interesan muchos temas, cualquier cosa despierta mi curiosidad. Soy una enamorada del universo de la física cuántica y de su paralelismo con el misticismo oriental, también de la poesía abriéndome caminos hermosos e inesperados, pero en lo relativo a mi trabajo los temas que más han llamado mi atención son aquellos que indagan sobre lo íntimo, aquello que es privado y que se acaba convirtiendo en universal. La memoria, la naturaleza, espejo que siempre me enseña. La muerte y la soledad, temas tabú en nuestra sociedad, han sido protagonistas de mi último trabajo Ausencia se escribe como árbol, un homenaje a todos los seres humanos que han muerto en soledad durante la pandemia. Porque siempre es difícil asumir la pérdida de los seres queridos, pero en circunstancias excepcionales, debidas a los protocolos sanitarios de aislamiento, no haber podido despedirse de las personas amadas, no haber podido cogerles de la mano para acompañarlas en su partida, hace infinitamente mas difícil y doloroso enfrentarse al vacío de su ausencia.
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