Sandra Araguás, investigadora, escritora y cuentacuentos: "La tradición oral se instala tan bien en nuestro cerebro porque lleva milenios haciéndolo"
La cuentista oscense celebra el décimo aniversario de la creación de la editorial Sin CabezaSandra Araguás (Huesca, 1977) es una de las principales referencias aragonesas en literatura infantil. Investigadora de la tradición oral, escritora y cuentacuentos, en marzo de 2014 fundó junto a José Miguel Allué la editorial Sin Cabeza. En su décimo aniversario, la editorial acaba de publicar su libro número 25, La cartica coloradica, que estará en la Feria del Libro y el Cómic de Teruel durante este fin de semana.
-Con diez años de vida, ya puede decirse que la criatura ha salido adelante...
-Es muy ilusionante que un proyecto como el nuestro, sin cabeza nunca mejor dicho, que nació casi como un experimento, siga estando entre nosotros diez años después. Que haya sobrevivido una editorial tan peculiar, apostando siempre por el territorio, es un sueño hecho realidad.
-Pero usted lleva mucho más en la brecha.
-Yo llevo 24 años viviendo del cuento. Empecé en 2000 con el primer trabajo de investigación sobre tradición oral. Trabajaba como guía en Huesca, y muchos de los cuentos que me contaron los abuelos se los contaba yo a los turistas que venían.
-¿Por qué se decidió a crear su propio sello editorial?
-En 2008 ya tenía algún libro listo, pero la crisis, el “ahora no es buen momento” y el “ya te llamaremos” impedía que se publicara. En 2012 una editorial me llegó a decir que Mi madre es una bruja era políticamente incorrecto. Me quedé helada. ¿En serio no se puede contar en el siglo XXI que mi mamá se depila los pelos del bigote? Presenté ese proyecto a unas ayudas del Ayuntamiento de Huesca y con ese dinero y el de mi bolsillo hicimos la primera edición. Y resulta que en tres meses vendimos 2.000 ejemplares. Me hubiera gustado ver la cara del editor. El caso es que nos decidimos a sacar la segunda edición de Mi madre es una bruja ya con nuestra propia editorial, Sin Cabeza. Y hasta hoy... acabamos de sacar el número 25.
-Si es de lo que más vende... ¿por qué cuesta tanto encontrar editores?
-No sé a qué se debe. Supongo que en mi caso me salgo bastante de lo que más se vende, de las modas. Publicar cuentos de tradición oral ahora empieza a ser más normal, pero al principio, en los tiempos de La mano verde, era raro y arriesgado. Siempre ha habido editoriales que cuidan mucho las ediciones para niños, como Calandraca, pero no abundan. Y además yo manejo un registro de humor que a algunos padres no sé si les gusta... pero es el que me ha funcionado, el que gusta a los niños y el que me define.
-¿Usted se considera una investigadora que escribe, una escritora que cuenta cuentos, o una cuenta cuentos que investiga?
-Todo forma parte de lo mismo, son como tres patas de la misma cosa, que al final es la difusión y la divulgación de historias. Todo comenzó con la investigación, eso me llevó a contar y eso me llevó a escribir. Por eso para mí es lo mismo, no se entiende una cosa sin la otra.
Investigación
-Tras esa investigación que emprendió en 2000, con entrevistas a cientos de abuelos sobre narraciones de tradición oral, ¿ha mantenido el trabajo de recopilación de esos cuentos?
-Sí, desde luego. Sigo investigando y recopilando tradición oral. Hace poco salió Boiras Rojas, que habla sobre la Ribargorza, y tengo varios trabajos en fase de documentación. Lo más bonito es que no es que tenga trabajos encargados por instituciones, sino que cada vez hay más gente que me pide que entreviste a su abuelo, que conoce muchísimas historias. Eso me ha permitido conocer mucha gente y muchas historias. Es verdad que pasan los años y cada vez es más difícil encontrar este tipo de personas, pero quedan aún muchas historias por contar. La tradición oral es infinita.
-¿No queda poco espacio a la innovación, a la creación de nuevos referentes, si nos limitamos a la recuperación de cuentos antiguos?
-Es que la tradición oral no se queda vieja ni se muere nunca. Vive y se transforma en cada persona. Si seguimos contando historias encontramos nuevas orejas y nuevas bocas, que hacen que se vayan adaptando a cada momento concreto. Cuentas el cuenta del hombre del saco a los niños y les encanta, aunque a veces los padres flipan un poco porque estás hablando de un secuestro. Los adultos nos quedamos con el detalle, con lo puntual, pero los niños escuchan las historias en su plenitud, pillan lo universal que tienen detrás.
-Hay que reconocer que hay cuentos que no hay por donde cogerlos... ¿no ha tenido que adaptar alguna historia para hacerla digerible al público actual?
-Hay miles de cuentos, tantos que puedes permitirte el lujo de coger los que te gustan tal y como están, descartando los que no. Si en un cuento hay roles machistas o demasiada violencia directamente no lo cuento y ya está. Pero siempre puedes jugar con la narración. El príncipe Rana lo cuento mucho, y es un cuento con final rosa, de princesa que se casa y fin. Pero al final ofrezco dos finales, chocolate dulce y chocolate amargo, los niños eligen con cuál se quedan y el cuento sigue vivo y contándose.
-¿Son tan exigentes los niños como se dice?
-Claro. Si les gusta tu cuento te lo dicen, y si no les gusta también te lo dicen. Lo bueno es que, como ya te he mencionado, ellos no se quedan con la literalidad de la historia, como nos pasa a los adultos. Ellos captan todas las capas que tienen una historia, porque saben escuchar e interpretar.
-¿Ha detectado sensibilidades diferentes entre niños de alguna de las provincias de Aragón, o procedentes de núcleos rurales o urbanos?
-No, no creo que las haya. Lo que sí que he detectado es que cuando cuentas un cuento en un pueblo te viene entre el público niños de 3 años, de 15 y abuelos de 80. La historia se cuenta de otro modo porque las orejas que la alimentan son muy diversas, y todo queda mucho más rico. Sin embargo cuando vas a una ciudad grande te diriges a un público más delimitado, de 3 a 6 años, de 6 a 9 años... el público es más homogéneo y no puedes jugar tanto con ellos.
Libro 25
-’La cartica coloradica’ es el libro número 25 en el décimo aniversario de Sin Cabeza... ¿de dónde procede?
-Me lo contó Lorenzo Cebollero, de Arguís, un señor con una memoria prodigiosa que conoce miles de cuentos, trabalenguas, romances, refranes... Este se lo contaba su madre, y es un cuento encadenado que habla de alguien que busca una cartica coloradica que tiene su perrica. YâÂÂÂÂpara que se lo dé tiene que darle pan, pero para encontrar el pan tendrá que buscar otra cosa, y otra, y otra...
-¿Qué tendrá esa estructura iterativa y encadenada, que es hipnótica para los niños?
-Es que la tradición oral se vale de recursos que funcionan, que llevan miles de años funcionando. Cada generación va depurándolos, pero los principios son los mismos. Yo he leído el Medio pollé a señores de 80 años que lo habían oído por última vez a los 6 o 7 años. YâÂÂÂÂde repente se ha despertado algo en su memoria. El cuento llevaba décadas enterrado y de repente aflora y lo recuerdan perfectamente. Los cuentos de tradición oral saben colocarse en nuestro cerebro mejor que ninguna cosa porque llevamos siglos haciéndolo.
Con este libro además hemos hecho una apuesta arriesgada al pasarlo a papel, porque las ilustraciones van contando una segunda historia diferente que añaden una segunda capa.
-Ese libro lo ilustra Virginia Ogalla, con la que no habían trabajado todavía...
-Es atípico en nosotros, que casi siempre trabajamos con ilustradores e impresores aragoneses. Pero es que coincidimos dos años con Virginia en un festival de Huelva y me enamoré de sus ilustraciones. El registro que tiene es muy rural, muy cálido, muy de calle, y teníamos que hacer algo juntos.
-Ilustradores formidables. Ese ha sido una de las características de Sin Cabeza y seguramente una de las claves que explican su éxito.
-Eso lo tuvimos claro desde el principio. El texto es importante pero la ilustración es vital, por eso hemos trabajado con grandes profesionales, tomándonos ese trabajo con la máxima seriedad. Y en Aragón hay auténticos genios. Hemos trabajado con Vicky de Sus, Rosa Mai, David Guirao, Alberto Gamón, Antonio Santos, Rocío Bellot... De fuera de Aragón únicamente con el vasco Jokin Mitxelena, porque su registro no lo he encontrado en ninguna parte, y Virginia Ogalla, que es sevillana pero vive en la sierra de Huelva.
Móviles
-El presente es de los móviles, las plataformas televisivas y la inteligencia artificial... ¿es optimista sobre el futuro?
-Soy muy optimista. Jamás hemos tenido al alcance de la mano tanta literatura. Es verdad que hay muchas otras cosas que no lo son, pero si aprovechamos las posibilidades que tenemos para darles calidad a los niños, ellos la apreciarán y aprenderán a buscarla. Hay edades en las que tendremos un bache, eso es así. El niño llegará a la adolescencia y el móvil o las redes sociales serán su único mundo durante un tiempo. Pero vuelven, te prometo que vuelven. El niño que ha sido lector volverá a la lectura. Solo hay que mirar las estadísticas... no demonicemos a los jóvenes, porque la literatura juvenil es la que más se vende.
-¿Van a celebrar de algún modo el décimo cumpleaños de Sin Cabeza?
-La celebración va a ser seguir trabajando, seguir yendo a los colegios y a los pueblos donde nos llamen. Iremos a Teruel, Zaragoza, Huesca, Villanúa, Jaca... En mente tenemos celebrar una pequeña fiesta, que quizá hagamos más adelante, pero lo importante es el trabajo de hormiguita, seguir trabajando todos los días y seguir sacando adelante los cuentos que nos gusta contar y escuchar.
-Este fin de semana es la Feria del Libro de Teruel y usted no faltará a la cita...
-Claro. Presento La cartica coloradica el sábado (11.30 horas), pero además este año me ha pasado una cosa muy bonita. Me llamaron del colegio La Fuenfresca y me dijeron que estaban haciendo un proyecto sobre cuentos orales entre los niños y sus abuelos, y me han pedido que hagamos una actividad conjunta, el viernes por la mañana, en La Glorieta, donde todos nos contaremos cuentos. ¡Cómo no voy a ser optimista si de vez en cuando siguen pasando estas cosas!