‘Nuevos vuelos’: el proceso migratorio de Carlos Pardos hacia la abstracción liberadora

Durante décadas la pintura de Carlos Pardos ha estado estrechamente vinculada a la laguna de Gallocanta y a sus inquilinos más reconocidos, las grullas. El artista se ha ganado a pulso el reconocimiento como uno de los cronistas visuales del humedal, quien en más ocasiones y con más empatía ha reflejado la laguna a través de los pinceles. Formado en Arte y Diseño en la Escola Massana de Barcelona y en Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, Pardos ha encontrado todo el universo necesario para desarrollar su trabajo en su pequeña localidad natal de Gallocanta.

En su última comparecencia en las galerías, Pardos reunió en el Palacio de la Alfranca de Zaragoza una surtida muestra de más de diez años de trabajo, a través de un centenar de piezas de diferentes formatos. La exposición, titulada El vuelo de la grulla, fue visitada por 800 personas. Ese vuelo de la grulla le llevará a nuevos territorios. Como explicó en su día el artista turolense Diego Arribas sobre esa muestra, “Carlos Pardos apela al espíritu viajero de las grullas para emprender una migración desde la figuración a la abstracción, desde el tenebrismo al color, desde la pintura como espacio descriptivo a la pintura como experiencia misma”.

 

Un viaje hacia la abstracción que está lejos de concluir, y cuya siguiente etapa puede verse en el nuevo proyecto expositivo de Pardos, que se estrena precisamente en plena temporada de migración. Nuevos Vuelos podrá verse en la galería Arte Por Un Tubo de Zaragoza (Calle Ossau, 4), entre el 3 y el 14 de enero. Y después viajará al Albergue Allucant de Gallocanta, donde permanecerá entre el 20 de enero y el 20 de marzo.

Tránsito a la abstracción

Los últimos cuadros que está realizando el artista suponen un tránsito en el que la figuración va desapareciendo poco a poco diluyéndose en la profundidad de grandes masas de color, haciendo acopio de la sentencia de Marc Chagall: “Cuanto más libre es el alma, más abstracta se vuelve la pintura”.

A través de colores y formas el autor realiza en la colección de obras que forman Nuevos vuelos, todavía inédita, una serie de composiciones que le han ocupado y le seguirán ocupando varios años pues los formatos son ambicioso y las herramientas más sofisticadas. El pintor pretende que el espectador se libere de las ataduras del contexto y, al mismo tiempo, sugiere un nivel más profundo de experiencia y entendimiento. Pardos propone un camino que nos aleja de la superficialidad y nos acerca a lo esencial y lo emotivo.

Otros vuelos es de entrada una variada colección de soportes, entre los que hay cerámicas, dibujos, cuadros en pequeño formato, piezas de gran tamaño o tablas que recrean, seguramente de forma inevitable, el desorden que según el propio pintor reina en su estudio-taller, tomado por innumerables imágenes inspiradas por Gallocanta.

En una parte de la exposición se muestra una colección de formatos pequeños donde aparecen una serie de aves y pajarillos habituales de este entorno en diferentes estaciones: petirrojos, carriceros, chorlitejos, pero también avutardas, sisones o alondras. El conocimiento sobre ornitología de Pardos sigue siendo abrumador, no solo por la cantidad de especies que dibuja y pinta, sino por su dominio absoluto de la anatomía de los ejemplares.
 

Por supuesto no se escapan de sus pinceles las habituales aves acuáticas de la laguna, ni las grullas, protagonistas absolutas de las últimas muestras del artista de Gallocanta.

Esa pasión por las aves y los cielos en los que se desemvuelven, ese conocimiento quirúrgico y casi infinito hay que buscarla en la aguda percepción de la luz y en la actitud de escucha ante los fenómenos naturales que cultiva el artista desde la infancia. “Tengo infinidad de dibujos que reflejan todas las posiciones, costumbres y actitudes de las grullas. De su manera de volar, planear, aterrizar... incluso me las imagino cruzando montañas, tormentas y valles”.

Una de las características de esta colección de obras es que cada ave se dibuja contra un fondo abstracto, sobre el cual el animal sigue siendo perfectamente reconocible.

Carlos Pardos siente que está explorando un terreno nuevo, prometedor y optimista, que le invita a afrontar la pintura como una nueva primera vez. El artista explica: “En muchas de las piezas aparece un lenguaje nuevo, a veces en los fondos, otras en zonas llenas de texturas y collages que no se aprecian a primera vista”. La buena pintura hay que desmenuzarla y atravesarla, no se descubre de un solo vistazo.

A través de la policromía y sin ningún corsé que condicione su libertad, Pardos experimenta con el color, desdibuja sutilmente las figuras y hace que interactúen con texturas, veladuras y otros efectos pictóricos, ejecutados con mesura y proporción.

Como explicó Diego Arribas a propósito de la anterior exposición de La Alfranca, este nuevo lenguaje anuncia la irrupción de la abstracción en Carlos Pardos como consecuencia de la vocación de síntesis tras 30 años de carrera. Tan estudiado y analizado tiene el artista el paisaje lagunar y los campos de color que rodean Gallocanta en cualquier de las estaciones, y bajo cualquier tipo de luz natural, que la mera figuración no sería otra cosa que repetir lo que Carlos Pardos ya ha pintado en otra ocasión.

La paleta de color y la percepción de la realidad está condicionada por los cambios de luz y temperatura que se producen en la altiplanicie, pero también por los itinerarios personales y las vivencias del autor, que son parte fundamental de su discurso artístico.

En ellas juega un papel clave Otoños Dorados, libro no editado en el que fija y refleja todos sus pensamientos. Para Carlos Pardos la lectura y la escritura son otra de sus pasiones, un refugio que le permite vivir de espaldas al ruido de lo contemporáneo.