Marta Sánchez Marco, delante del mural de plantas que se expone en el Museo de Calaceite
Marta Sánchez enseña su obra de orfebrería vegetal, que recuerda a la Ciencia natural
La artista rememora su infancia en esta exposición que se puede ver en Calaceite hasta diciembre
El arte como terapia humana y transformación de lo material, como forma de embellecer y de curar heridas del alma. Así entiende su arte Marta Sánchez Marco, así lo interpreta y transmite en Silencio y Metamorfosis, una exposición que, después de arrancar en la galería Antonia Puyó de Zaragoza, de transitar por el Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) de Huesca y por el Museo de Teruel, ahora recala en el Museo Juan Cabré de Calaceite, donde permanecerá durante cinco meses antes de hacer escala en su próximo enclave, que será el Museo de Tarragona.
Hasta el próximo mes de diciembre, la planta baja del Museo de Calaceite acoge la peculiar visión que tiene esta artista sobre la transformación de la vida. Marta Sánchez Marco recupera la naturaleza a través de los fragmentos que ésta nos va dejando con el paso del tiempo: pequeñas ramitas, hojas y flores comunes que o se desprenden de los árboles y que presentan imperfecciones, deterioros o enfermedades y que la artista recoge en aquellos parajes que recorre en sus paseos, en un transitar “en silencio”. En esos paseos por el entorno que más conoce se dedica a recolectar esos “pequeños tesoros” de naturaleza muerta que primero se integran en sus cuadernillos botánicos, perfectamente clasificados, y que después acaba transformando y llenando de belleza en sus instalaciones a través de una intervención humana a base de pan de oro. Unos “pequeños tesoros” que, por otra parte, le recuerdan, según confiesa la autora, a la infancia, cuando empezó esa afición por la recolección de estos fragmentos que iba soltando la naturaleza.
Silencio y metamorfosis, ligados a la introspección y a la crítica, todo lo cual entronca, según apuntó la autora este jueves durante la inauguración de la muestra en Calaceite, con lo más espiritual, porque “el oro tiene relación con Dios, con lo sagrado y la eternidad”, enfatizó la artista, que en su trabajo emplea el pan de oro como si se tratara de un pincel restaurador de aquellas partes que le faltan a esas hojas que ha recogido en sus paseos, bien porque simplemente se han desprendido algunos pedazos, bien porque algún insecto se ha alimentado de ellas. Y así, sustituyendo esos elementos naturales con oro, empleando la técnica japonesa del kintsugi (que consiste en reparar cerámica con oro) “realzamos esa imperfección y la ponemos de relieve”, añadió Sánchez Marco.
Ligada a este aspecto más espiritual y a la reparación de esas imperfecciones y heridas aparece la historia personal de la propia autora, que en 2017 empezó a trabajar en este tipo de instalaciones a raiz de un duelo personal como consecuencia de la muerte de su madre, cuya fotografía siendo una niña también aparece en un lugar destacado de la sala. “Tenía la necesidad de reparar esas heridas, y de hecho las arrugas de esa fotografía de mi madre también están reparadas con pan de oro” explicó la autora, a la que este trabajo le sirvió como “terapia” para superar ese duelo que todavía le llena de dolor el alma y humedece los ojos. Y no solo por el proceso de reflexión interior que llevó a cabo sino también porque, desde un punto de vista físico, “el oro tiene esa función de reparación”, de restaurar heridas en hojas y ramas al igual que se van regenerando las heridas del corazón.
El empleo del pan de oro, que está presente en toda la sala de exposiciones con su simbología espiritual es, por otra parte, “una manera de embellecer las heridas y repararlas, además de una manera de canalizar la creatividad y de expresar emociones”, según reflexiona la autora.
El trabajo artístico de Marta Sánchez Marco está envuelto de naturaleza, a través de las experiencias del caminar, la botánica, el dibujo y la fotografía, acciones que conectan con el importante medio natural que rodea Calaceite, y que enlaza en su metodología con la práctica de Juan Cabré en sus campañas arqueológicas.
Para rendir un pequeño tributo al Museo y a Calaceite, la artista ha creado una instalación especial sobre el trujal que se encuentra en el interior de la sala, donde expone una de sus creaciones realizadas a partir de una rama de olivo. Y es que, según confesó durante la inauguración de la muestra, le “sorprendió tanto” al llegar al Museo que hubiera un trujal en su interior, que decidió preparar algo especial para esta exposición.
Otro apartado de la muestra son las plantas esqueleto, una transformación de la naturaleza que se consigue mediante distintos tratamientos y manipulaciones. Y es que, además de la técnica japonesa del kintsugi, la artista emplea otra originaria de Estados Unidos para la esqueletización de hojas.
La exposición se compone de diferentes espacios. El principal es un largo mural-herbario en el que se han reunido 143 ejemplares de hojas, flores y ramas de distintas especies. Otras creaciones se insertan en vitrinas y están expuestas en cajas de cristal, como también lo están los libros herbarios en los que se clasifican las flores recogidas en el campo.
Todo ello da lugar a un conjunto de obras que comprenden la fotografía, el dibujo, los cuadernos de botánica, o los ejemplares esqueletizados, reparados con oro o intervenidos con porcelana, empleando un sistema de exposición de cajas de cristal, un delicado montaje que permite al visitante recorrer un paisaje de plantas intervenidas, dibujos, fotografías, herbarios y joyería. YâÂÂÂÂÂÂÂÂtodo ello acompañado por el canto del mirlo, que recuerda a los gorriones, esas aves de las que también se acordó la autora en sus palabras de este jueves, al recordar que esos “pajarillos tan sencillos y mundanos que inspiran tanta ternura están desapareciendo de las ciudades, porque les falta sitio donde anidar y porque huyen del ruido y la contaminación”.
Olloqui subrayó que la exposición que puede visitarse es “la expresión gourmet de las artes plásticas aragonesas, una muestra coqueta y cuidada”, enfatizó, al tiempo que realzó el valor artístico de la creación de Marta Sánchez Marco, que “ha generado una instalación que dialoga entre naturaleza y arte”.
Una exposición que vale la pena visitar por su valor diferencial y artístico, pues sus creaciones evocan a las cámaras de los antiguos museos de las ciencias naturales. No en vano, todas las especies recogidas por la autora están seleccionadas y datadas con la precisión de un botánico, así que bien se puede hacer ese recorrido hacia atrás en el tiempo hasta imaginar que entramos en uno de esos Museos de Historia natural, “donde la construcción del relato se combinaba con la carga poética de la transmisión del conocimiento”, señala Susana Blas, que invita al visitante a adentrarse en la sala del Museo de Calaceite y a dejarse llevar por sus propias motivaciones e intuiciones, tal y como haría si visitara un museo de Historia o durante un paseo por el campo.
Hasta el próximo mes de diciembre, la planta baja del Museo de Calaceite acoge la peculiar visión que tiene esta artista sobre la transformación de la vida. Marta Sánchez Marco recupera la naturaleza a través de los fragmentos que ésta nos va dejando con el paso del tiempo: pequeñas ramitas, hojas y flores comunes que o se desprenden de los árboles y que presentan imperfecciones, deterioros o enfermedades y que la artista recoge en aquellos parajes que recorre en sus paseos, en un transitar “en silencio”. En esos paseos por el entorno que más conoce se dedica a recolectar esos “pequeños tesoros” de naturaleza muerta que primero se integran en sus cuadernillos botánicos, perfectamente clasificados, y que después acaba transformando y llenando de belleza en sus instalaciones a través de una intervención humana a base de pan de oro. Unos “pequeños tesoros” que, por otra parte, le recuerdan, según confiesa la autora, a la infancia, cuando empezó esa afición por la recolección de estos fragmentos que iba soltando la naturaleza.
Silencio y metamorfosis, ligados a la introspección y a la crítica, todo lo cual entronca, según apuntó la autora este jueves durante la inauguración de la muestra en Calaceite, con lo más espiritual, porque “el oro tiene relación con Dios, con lo sagrado y la eternidad”, enfatizó la artista, que en su trabajo emplea el pan de oro como si se tratara de un pincel restaurador de aquellas partes que le faltan a esas hojas que ha recogido en sus paseos, bien porque simplemente se han desprendido algunos pedazos, bien porque algún insecto se ha alimentado de ellas. Y así, sustituyendo esos elementos naturales con oro, empleando la técnica japonesa del kintsugi (que consiste en reparar cerámica con oro) “realzamos esa imperfección y la ponemos de relieve”, añadió Sánchez Marco.
Ligada a este aspecto más espiritual y a la reparación de esas imperfecciones y heridas aparece la historia personal de la propia autora, que en 2017 empezó a trabajar en este tipo de instalaciones a raiz de un duelo personal como consecuencia de la muerte de su madre, cuya fotografía siendo una niña también aparece en un lugar destacado de la sala. “Tenía la necesidad de reparar esas heridas, y de hecho las arrugas de esa fotografía de mi madre también están reparadas con pan de oro” explicó la autora, a la que este trabajo le sirvió como “terapia” para superar ese duelo que todavía le llena de dolor el alma y humedece los ojos. Y no solo por el proceso de reflexión interior que llevó a cabo sino también porque, desde un punto de vista físico, “el oro tiene esa función de reparación”, de restaurar heridas en hojas y ramas al igual que se van regenerando las heridas del corazón.
El empleo del pan de oro, que está presente en toda la sala de exposiciones con su simbología espiritual es, por otra parte, “una manera de embellecer las heridas y repararlas, además de una manera de canalizar la creatividad y de expresar emociones”, según reflexiona la autora.
El trabajo artístico de Marta Sánchez Marco está envuelto de naturaleza, a través de las experiencias del caminar, la botánica, el dibujo y la fotografía, acciones que conectan con el importante medio natural que rodea Calaceite, y que enlaza en su metodología con la práctica de Juan Cabré en sus campañas arqueológicas.
Para rendir un pequeño tributo al Museo y a Calaceite, la artista ha creado una instalación especial sobre el trujal que se encuentra en el interior de la sala, donde expone una de sus creaciones realizadas a partir de una rama de olivo. Y es que, según confesó durante la inauguración de la muestra, le “sorprendió tanto” al llegar al Museo que hubiera un trujal en su interior, que decidió preparar algo especial para esta exposición.
Dibujos, fotografías
La exposición contiene una selección de esas flores originales, algunas de ellas restauradas con pan de oro, otras reproducidas mediante dibujos o fotografías.âÂÂÂÂÂÂÂÂEn cualquier caso, todas y cada una de ellas han sido previamente clasificadas en su propio herbario, imitando la tarea paciente que realizaban algunos de los botánicos más representativos de esta ciencia en Aragón como son bajoaragoneses Francisco Loscos Bernal y José Pardo Sastrón, autores de la Serie imperfecta de plantas aragonesas, una obra que, según confesó la artista durante la inauguración, le ha servido de inspiración. Y si lo ha hecho es precisamente por ese adjetivo que acompaña al título de la citada obra, que Marta Sánchez Marco considera tan apropiado para la metamorfosis que ella misma practica en su proceso creativo.Otro apartado de la muestra son las plantas esqueleto, una transformación de la naturaleza que se consigue mediante distintos tratamientos y manipulaciones. Y es que, además de la técnica japonesa del kintsugi, la artista emplea otra originaria de Estados Unidos para la esqueletización de hojas.
La exposición se compone de diferentes espacios. El principal es un largo mural-herbario en el que se han reunido 143 ejemplares de hojas, flores y ramas de distintas especies. Otras creaciones se insertan en vitrinas y están expuestas en cajas de cristal, como también lo están los libros herbarios en los que se clasifican las flores recogidas en el campo.
Simbolismo
Según señala Susana Blas, comisaria e historiadora del arte, que es la autora de los textos de la exposición, Marta Sánchez somete a “esos cuerpos vegetales a un singular embalsamamiento que evoca una metafórica resurrección. En este ritual, el oro aporta una carga estética y simbólica, pues al fundirse el metal con la sustancia natural de la hoja, unidos, emprenden una transformación química y espiritual”.Todo ello da lugar a un conjunto de obras que comprenden la fotografía, el dibujo, los cuadernos de botánica, o los ejemplares esqueletizados, reparados con oro o intervenidos con porcelana, empleando un sistema de exposición de cajas de cristal, un delicado montaje que permite al visitante recorrer un paisaje de plantas intervenidas, dibujos, fotografías, herbarios y joyería. YâÂÂÂÂÂÂÂÂtodo ello acompañado por el canto del mirlo, que recuerda a los gorriones, esas aves de las que también se acordó la autora en sus palabras de este jueves, al recordar que esos “pajarillos tan sencillos y mundanos que inspiran tanta ternura están desapareciendo de las ciudades, porque les falta sitio donde anidar y porque huyen del ruido y la contaminación”.
Museo de Historia natural
Con todo, la exposición se enmarca en un edificio histórico como es el Museo Juan Cabré, que, tal y como explicó el director general de Cultura, Pedro Olloqui, este jueves, “trabaja en coordinación con el Museo Pablo Serrano, que es esencial en España, porque guarda el germen de las artes plásticas en nuestro país y se abre a colaborar con otros centros expositivos” como es la pequeña pinacoteca de Calaceite.Olloqui subrayó que la exposición que puede visitarse es “la expresión gourmet de las artes plásticas aragonesas, una muestra coqueta y cuidada”, enfatizó, al tiempo que realzó el valor artístico de la creación de Marta Sánchez Marco, que “ha generado una instalación que dialoga entre naturaleza y arte”.
Una exposición que vale la pena visitar por su valor diferencial y artístico, pues sus creaciones evocan a las cámaras de los antiguos museos de las ciencias naturales. No en vano, todas las especies recogidas por la autora están seleccionadas y datadas con la precisión de un botánico, así que bien se puede hacer ese recorrido hacia atrás en el tiempo hasta imaginar que entramos en uno de esos Museos de Historia natural, “donde la construcción del relato se combinaba con la carga poética de la transmisión del conocimiento”, señala Susana Blas, que invita al visitante a adentrarse en la sala del Museo de Calaceite y a dejarse llevar por sus propias motivaciones e intuiciones, tal y como haría si visitara un museo de Historia o durante un paseo por el campo.
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