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Maenza, el autor infinito de la obra y la vida inacabada Maenza, el autor infinito de la obra y la vida inacabada

Maenza, el autor infinito de la obra y la vida inacabada

El cineasta y escritor, que murió con 31 años, hubiera celebrado ayer el 75 aniversario de su nacimiento
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Cruz Aguilar

José Antonio Maenza Blasco (Teruel, 1948-1979) es un autor infinito y tanto su obra como su vida, ambas igual de cortas, están llenas de collages, de historias irreverentes y provocadoras. Murió con apenas 31 años ­­–ayer se cumplió el 75 aniversario de su nacimiento– pero su cine experimental y sus extravagancias no dejaron indiferente a nadie y tanto su intensa trayectoria vital, muy acorde con la profesional y ambas perfectamente fusionadas, como su muerte, envuelta entre sombras, sentaron las bases para la creación del mito que forjaron, tras su fallecimiento, quienes lo conocieron.

Su nombre no aparece en las grandes enciclopedias, pero, como apunta Graciela de Torres, la gran experta en su figura y que centró en el cineasta turolense su tesis doctoral, sí ha tenido un reconocimiento “subterráneo, como a él le hubiera gustado”, lejos de los grandes estudios académicos, pero con presencia continua en investigaciones sobre la vanguardia y en festivales de cine experimental “que han vuelto a él una y otra vez”, recalca.

El profesor e investigador Juan Villalba indica que su figura “se construye a partir de su muerte”, sobre todo desde los años 90, una época en la que se buscan “personajes malditos consecuentes y él lo fue”. El experto en cinematografía Gonzalo Montón habla de “intento de romper con el cine” y asegura que a Maenza le interesa más el hecho creativo que el producto final, de hecho no montaba sus trabajos y llegó a rodar con una cámara sin película dentro: “Era un personaje que integraba su vida en su propio cine, que definía como un cine crudo, sin cocer, y del que buscaba que supusiera un revulsivo”, comenta Montón.

Antonio Maenza filmando. Archivo Instituto de Estudios Turolenses

Dejó tres obras cinematográficas sin terminar, pero no por su temprana muerte a los 31 años, ya que durante la última década de su vida no desarrolló ningún proyecto fílmico. En su novela Séptimo medio indisponible se define como “muy sensible a lo bueno y más a lo bello. Sensible a la sensibilidad”. Falleció de forma trágica en el hospital tras ser hallado gravemente herido bajo el balcón de la casa familiar en la calle del Tozal de Teruel, donde su familia tenía una tienda de colchones. Sobre su muerte, ocurrida en 1979, planea la sombra del suicidio, pero es sólo una hipótesis porque todo lo que la envolvió es todavía un misterio. Hay quien habla de ajuste de cuentas entre homosexuales y otros que culpabilizan a su padre o a los grupos de extrema derecha, poco tolerantes ambos en esa sociedad turolense conservadora de finales de los 70. La verdad está inacabada, como sus obras. La realidad es que tras pasar por el servicio militar su vida dio un brusco giro. A ello se sumó la muerte de su madre y de su amigo el poeta Eduardo Hervás, con el que colaboró para el film Orfeo filmando en el campo de batalla, y todo ello le llevó a pasar por un rosario de psiquiátricos y al dramático final que, al igual que sus obras, quedó sin sonido que ayudara a discernir lo que realmente ocurrió.

Su primera película, del año 1968, la rodó en Zaragoza con apenas 20 años, y en ella se ven una sucesión de imágenes, para muchos inconexas y para otros una obra maestra, que están pensadas para acompañar por la lectura del guion en directo durante su proyección en la sala. Así es como lo hizo el Festival Punto de Vista de Pamplona en el año 2016, uno de los que ha ensalzado su figura en el panorama nacional.

Alejo Lorén Ros fue una de las personas que mejor conoció a Maenza. Les unía su pasión por el cine y que ambos cursaban Filosofía y Letras e iban a la misma clase, aunque iniciaron su relación en un cine-club, según relata Lorén. En su primera película El lobby contra el cordero fue su ayudante de dirección y, en algunos momentos, operador de fotografía e incluso secretario. Se rodó en el marco de la plataforma Cine Independiente de Zaragoza, que tenía la sede social en la propia casa de la familia Lorén Ros y desde allí el material viajó a los talleres de Pere Portabella, a petición del propio Maenza, que quería que el catalán realizara el montaje, un proceso que nunca se llevó a cabo.

El cineasta turolense Antonio Maenza nació el 18 de abril de 1948.

Todo ese material de la ópera prima de Maenza estuvo muchos años en paradero desconocido hasta que, según explica Alejo Lorén, emitieron por la televisión unas imágenes de El lobby contra el cordero que fueron reconocidas y se rastrearon hasta dar con los negativos, en poder de Portabella. Fue en 1991 cuando se proyectó su primera obra durante la malograda Semana Internacional de Cine de Teruel. Ese mismo año la revista Turia le dedicó un artículo titulado El desafío de la creación cinematográfica. José Antonio Maenza, escrito por Pablo Pérez Rubio y Javier Hernández Ruiz. No sería el único ya que un par de años después, en el número 23, los mismos autores  rubricaban Antonio Maenza en la vanguardia fílmica valenciana.

Pese a lo popular que resultó para sus coetáneos, en ese momento era el gran ausente entre los entendidos en el séptimo arte. En esas décadas de los 60 y los 70 previas a su muerte fue una persona muy conocida porque, en el Teruel gris de la época, destacaba por ser “muy adelantado, un tanto estrambótico, pero era un genio”, explica Jesús Puerto, que llegó a conocerle aunque sin formar parte de su círculo de amistades. Maenza fue el que inspiró el nombre del grupo que Puerto fundaría, años después, cuando el cineasta ya estaba muerto, junto con otros músicos turolenses. Se llamó El maquinista de la general, título de la película que dirigió y protagonizó Buster Keaton en el año 1926 y que Maenza sugirió a los hermanos Fabregat tras decirles lo feo que era el nombre de su grupo de ese momento, según recuerda Puerto.

La personalidad de Maenza era compleja. Algunos hablan de “extraña”, otros la definen como excéntrica y hay quien hace referencia directamente a su “locura”. Alejo Lorén explica que el propio cineasta le comentó en una ocasión “dicen de mí que quiero sorprender, pero yo no lo siento así, yo soy así”. Ambos cineastas tuvieron una estrecha relación y el turolense incluso se alojó una temporada en la casa que compartía con sus padres Lorén, quien reconoce que era “muy difícil hablar con él, tenía un discurso que no era el normal”. Asegura que lo que mejor define su forma de ser son las anécdotas que protagonizó a lo largo de su vida, como la ocasión en la que fue recomendado para escribir en el Heraldo de Aragón y, cuando se quedó a solas con el director del periódico, comenzó a criticar a su mentor, que era periodista del área de cultura del rotativo en ese momento.

En cuanto a qué trayectoria profesional hubiera desarrollado de no morir tan joven, Alejo Lorén lo tiene claro y lo sitúa en los canales convencionales del cine porque así se lo transmitió la última vez que lo vio, dos años antes de su muerte. “Me gustaría meterme en películas profesionales, trabajar en cine y terminar Filosofía y letras”, relata ahora su amigo, quien añade que “ya veía que esa línea rompedora no la podía seguir sin meterse en el cine de forma más clásica”.

Poema de Antonio Maenza en el n.º 4 de la revista universitaria ‘Más margen’ (1968) reproducido en la revista ‘Turolenses’

Entonces ya había rodado sus tres películas, El lobby contra el corderoOrfeo filmando en el campo de batalla Hortensia, que se rodó en Barcelona y de la que solo hay cuatro horas de copión de rodaje puesto que fue interrumpido cuando el equipo fue expulsado del caserón burgués donde estaba trabajando.

También Graciela de Torres plantea una ruptura en su trabajo, “su evolución como artista le hubiera llevado por otros derroteros ya que ese espíritu vanguardista y rompedor se corresponde con una determinada edad”. Eso sí, a juicio de la profesora e investigadora, “seguramente su desarrollo en el concepto de cine y escritura sería muy interesante y asombroso ”.

Sin embargo Juan Villalba considera que “la transgresión tiene un límite” y que el viraje tomaría otros caminos: “Maenza es más interesante por la leyenda y el mito que se ha creado que por la propia obra, pero es un personaje novelesco que tenía el don de la palabra, un encantador de serpientes que convencía para que participaran en sus locuras fílmicas”, asegura.

Rodeado de grandes mentes

Durante su corta vida se rodeó, allá donde iba, de las “mentes más interesantes y creativas”. Lo hizo en Valencia, Barcelona o Madrid, lugares en los que se relacionó con Félix de Azúa, logró que actuará en una de sus películas una jovencísima Emma Cohen o causó tal sensación en Vicente Molina Foix que lo convirtió en uno de los personajes de su novela El abrecartas, Premio de Narrativa en el año 2007. En Zaragoza se relacionó con Aurora Egido, gran académica de la Lengua, Miguel Labordeta o Eloy Fernández Clemente, entre otros.

Sobre Maenza hay una gran obra tanto literaria como documental. Pablo Pérez y Javier Hernández le dedicaron en 1997 un libro monográfico, Maenza filmando en el campo de batalla; también tiene un cómic elaborado por Graciela de Torres y con dibujos de David López, Antonio Maenza. El cineasta olvidado, redivivo (2010); dos documentales In girum imus nocte et consumimur igni. Filmbiografía de Antonio Maenza (Graciela de Torres y Francisco Plou, 2002) y Cinematógrafo, magnetófono, buen chico y sádico (Carles Candela, 2012).

Sobre su obra se han desarrollado varias retrospectivas en Teruel, Zaragoza, Valencia y Madrid y varios festivales le han rendido homenaje. A todo ello hay que añadir diferentes investigaciones, entre ellas la tesis doctoral de Graciela de Torres, e incluso presencia periódica en prensa y televisión. Uno de los últimos trabajos monográficos sobre el cineasta de vanguardia se publicó en el número 9 de la revista Turolenses, editada por el Instituto de Estudios Turolenses en marzo de 2017.

Sin embargo, De Torres plantea que la incógnita sobre su vida sigue abierta y que hay mucho trabajo por realizar en torno al enigmático autor. “Tiene una amplia producción literaria sobre la que hay un campo de investigación muy interesante porque quedan muchos papeles en archivos de algunos amigos que esperan ver la luz”, plantea. Ese camino queda por recorrer porque así lo deseó él, que “procuró que su vida y su obra tuvieran ese toque de incógnito, de misterio, de autor infinito”, asegura la gran experta en su obra.

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