Luz Gabás presentó ayer en Teruel ‘Lejos de Luisiana’, premio Planeta 2022
“Tras Pizarro pasan dos siglos en los que no sabemos qué ocurrió en América del norte”La escritora Luz Gabás (Monzón, 1968), ganadora de la última edición de Premio Planeta con Lejos de Luisiana, presentó esta obra en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Teruel ayer tarde donde mantuvo una conversación literaria con la turolense Elena Gómez. En Lejos de Luisiana, Gabás narra una historia de amor y aventuras ambientada en pleno Misisipi durante al segunda mitad del siglo XVIII, cuando los españoles se hicieron cargo de la antigua colonia francesa, una extensa franja de terreno que servía de frontera con el desconocido oeste americano.
-Con Lejos de Luisiana asumió un gran riesgo, al situar su novela en un contexto histórico bastante desconocido, que popularmente no le dice nada a casi nadie, como las colonias españolas del XVIII en América del Norte...
-De hecho Lejos de Luisiana es una novela larga porque necesitaba espacio para ubicar al lector en el contexto. Hay novelas que con que empieces el capítulo con un lugar y una fecha, el lector ya se forma una idea muy precisa de lo que ocurre, porque tiene en su cabeza un montón de información para rellenar. En este caso no era así, no es un tema demasiado tratado, efectivamente. Hay algunas novelas pero muy centradas en la figura de Bernardo de Gálvez y sus hazañas, las conquistas de los fuertes ingleses al este del Misisipi o la recuperación de La Florida para España. En el imaginario popular hay bastante información sobre los grandes colonizadores del XVI, Ponce de León, Cabeza de Vaca, Narváez, Pizarro, Cortés, Núñez de Balboa... Luego hay un paréntesis de dos siglos y de repente parte del territorio de os actuales Estados Unidos pertenece a España. Ni siquiera yo, que viví en California, conocía en profundidad esa parte de nuestra historia hasta que me documenté para esta novela.
-¿Hasta qué punto esta novela, por estar ambientada en ese contexto menos conocido, es más novela ‘histórica’, más divulgativa, que las anteriores que ha escrito?
-Cuando un lector ataca una novela histórica ya sabe que encontrará divulgación además del viaje de los personajes. Lo que yo intento siempre al escribir es que la historia no se apodere de la trama de los personajes, que es lo principal. En Lejos de Luisiana corrí ese riesgo porque ese periodo es más desconocido y porque ocurrieron cosas apasionantes, así que tuve que pulir mucho, mucho, para que la parte emocional de la novela siguiera siendo la predominante. En alguna ocasión he dicho que, por citar cifras, me gusta que mis novelas tengan un 50% de contexto y un 50% de la trama de los personajes. Pero en esta ocasión he tenido que reforzar el contexto, porque tengo que contarle al lector cómo vestían en América del Norte en el XVIII, qué comían, como era su día a día, que es una información que casi nadie tiene.
-Si no me equivoco esta novela ha ocupado cuatro años de su tiempo... ¿el proceso de documentación fue especialmente costoso?
-Muy costoso, aunque también muy interesante. Lo peor es que cuando empiezas te surgen mil ideas a medida que avanzas, y tienes la sensación de que la cantidad de información por descubrir es infinita e inabarcable. Luego descubres que las fuentes empiezan a repetirse y que empiezan a aludirse unas a otras, y te das cuenta de que empiezas a controlar la información, que es finita y que la vas a poder abarcar. En esta novela había una particularidad, igual que en Palmeras en la nieve, y es que decidí no escribir nada ni construir tramas hasta no haber finalizado la documentación y tener muy claro el contexto histórico. Por ejemplo, conocer en profundidad las tribus indias, de quiénes eran aliados, y cómo se movía el mapa de alianzas americano y europeo es costosísimo, porque lo que conocemos como indios iroqueses, por ejemplo, en realidad era una confederación que abarcaba muchísimas tribus, cada una diferente.
-En una ocasión Javier Sierra me dijo que había que utilizar directamente solo el 10% de la información recabada en la documentación, so pena de escribir un ensayo repleto de datos e infumable para el lector de novela...
-Estoy de acuerdo. En el primer manuscrito de Lejos de Luisiana de los que hago habitualmente tenía todas las batallas de Bernardo de Gálvez muy desarrolladas y detalladas... Desde luego eso ralentizaría mucho la acción, pero es necesario conocer perfectamente las batallas para saber cómo sintetizarlas. Es como cuando describes a un personaje, que es bueno tener construida toda su biografía, aunque luego solo lo describas en cuatro líneas.
-Usted ha dicho que las novelas sobre nuestro pasado deben servir para reflexionar, no para aspirar a regresar a él... ¿Qué reflexiones ha provocado en usted esta historia?
-Varias. La primera es que durante la rebelión de los criollos se puso de manifiesto algo que está muy de actualidad ahora y que me desagrada especialmente. Parece que las cosas son solo blancas o negras, sin grises, y eso no es cierto. Los propios franceses de Nueva Orleans fueron divididos: o estás contra España eres el enemigo. No había termino medio, y parece muy romántico que una población de 2.000 habitantes se enfrentara al imperio, pero es absurdo. En la novela cuento cómo algunas familias de dividieron por no opinar lo mismo, y eso está ocurriendo hoy en día.
Otra reflexión es que el pasado siempre fue peor. Las condiciones de vida de las personas han sido penosas durante la mayor parte de la historia. Los colonos llegaban allí sin nada, y morían de hambre o enfermedad sin médicos y sin las atenciones que hoy nos parecen normales. Y en tercer lugar, también quiero invitar a reflexionar sobre el mérito y el esfuerzo. El altísimo sentido de la responsabilidad que tenían algunas personas para querer hacer las cosas muy bien. Ese afán por salir adelante y alcanzar la excelencia.
-Muchos escritores se especializan en determinadas ambientaciones, pero usted ha dado tremendos saltos espaciales y temporales. ¿Por qué elige una determinada ambientación para escribir?
-Lo primero es que tengo que tener una relación emocional con la historia. Con Palmeras en la nieve está claro porque formaba parte de la historia de mi familia, el tema de la brujería es muy de Huesca, y la ejecución de mujeres acusadas de brujería, solo por ser mujeres, tiene un lado sociopolítico apasionante. En Como fuego en el hielo quise saber qué pensaban los viajeros románticos que venían aquí en el XIX, y cómo los veíamos nosotros, mientras que en En el latido de la tierra hablo del arraigo, que para alguien como yo, que soy de pueblo, vivo en primera persona la tristeza de ver cómo algunos lugares se abandonan.
-¿Sería incapaz, entonces, de escribir por encargo, sobre algún tema que no le tocara la fibra?
-Podría escribir, pero sin duda perdería la intensidad de los sentimientos de aquello que contara. Tiene que haber una conexión que te enamora para que el texto sea especial, una conexión que puede ser incluso inconsciente. Recuerdo que cuando vivía en Estados Unidos escribí un trabajo sobre el río Misisipi como metáfora del tiempo para Mark Twain... Ya no recuerdo qué escribí, pero estoy segura de que se quedó en mí y ha tenido que ver con Lejos de Luisiana.
-¿Cuál sera la ambientación de su próxima novela? ¿Ha comenzado a darle vueltas, o de momento está volcada en la promoción del premio Planeta?
-Ya le estoy dando vueltas, ya... pero nunca hablo antes de que esté prácticamente en la imprenta, así que es imposible saberla. En realidad yo siempre llevo varias ideas de novela en la cabeza, y cuando descubres que una en particular se repite más cuando te levantas por la mañana, va ganando peso sobre las otras. Yo ya he pasado esa fase y estoy reflexionado sobre una idea en concreto, pero soy escritora lenta, y tardará en saberse.
-¿Cómo está llevando el año Planeta? ¿Le gusta la tarea de promoción, o lo considera un gaje del oficio del escritor?
-No me disgusta, pero es verdad que es una auténtica locura, y aún me queda un último empujón hasta finales de mayo en Madrid, con las ferias del libro. Lo normal cuando publicas una nueva novela es que haya dos meses intensos, y luego vienen lo que llamamos los bolos, las presentaciones. Yo estoy acostumbrada a escribir y hacer un par de bolos al mes, pero con el Planeta esto cambia por completo... durante un año te olvidas un poco de la vida que llevabas y haces un paréntesis para dedicarte a la promoción de la obra. Me gusta y estoy disfrutando porque esto es muy excepcional, algo que ocurre una sola vez en la vida y que he tenido la fortuna de que me haya ocurrido a mí. Pero si esto fuera siempre así no sería la vida que yo quiero tener, entre otras cosas porque no tendría tiempo para escribir. Yo he elegido vivir en un pueblo (Benasque) por algo.
-¿Qué más cosas le cambia a una la vida ganar un Planeta?
-Pues yo creo que esa es la principal. Tengo muy buena relación con otro Premio Planeta, Javier Sierra, y el me contó que este es un año muy intenso y especial pero que después vuelve tu realidad cotidiana, tal cual era, de escribir en tu casa y atender tus compromisos habituales, que son muchos menos que ahora. Y eso me gusta ¿Qué otras cosas han cambiado? Bueno, los escritores trabajamos por proyectos, y cuando van saliendo bien te aseguras que puedes emprender el siguiente. En este caso el Premio Planeta me da un colchón para seguir trabajando, un estímulo para mantener la misma línea y una gran visibilidad, desde luego. Javier (Sierra) me dijo que, dentro de unos años, miraré hacia atrás y recordaré todo esto con muchísimo cariño, porque es una experiencia única.
Maestra de la novela de ambientación histórica
Una de las particularidades de Luz Gabás es que alcanzó un notable éxito entre el público desde su primera novela, aquella Palmeras en la nieve (2012) que la adaptación al cine de Fernando González Molina terminó de encumbrar. Conectó con los lectores y desde entonces el éxito ha seguido acompañándola a través de Regreso a tu piel (2014) sobre la persecución de la brujería en los Pirineos del siglo XVI; Como fuego en el hielo (2017) ambientada en las guerras carlistas y las revoluciones del XIX y El latido de la tierra (2019), sobre el desarrollismo y el fin de los modos de vida de la España rural.
Seguramente el éxito de Gabás radica es que huye de las ambientaciones más comunes y manidas en la literatura, abordando tiempos y espacios desconocidos y apasionantes, que aguardan a que los lectores se asomen a ellos para explotar sus posibilidades. Eso, y que la oscense reinventa el concepto de novela histórica, siendo capaz de contextualizar los periodos históricos en sus novelas con rigor y cierto afán divulgativo incluso, pero sin dejar que el historicismo fagocite la trama de la novela, que siempre tiene que ver con las pasiones humanas, como en toda la gran literatura, y que en su opinión debe predominar sobre cualquier otra cosa.
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