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Loscos y su obra “genuinamente aragonesa” que tuvo que editarse en latín y en Alemania Loscos y su obra “genuinamente aragonesa” que tuvo que editarse en latín y en Alemania
Cartel de la exposición, con un retrato del farmacéutico de Samper

Loscos y su obra “genuinamente aragonesa” que tuvo que editarse en latín y en Alemania

El Museo de Ciencias Naturales de Zaragoza rinde homenaje al eminente botánico turolense
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Farmacéutico de profesión y botánico de vocación, Francisco Loscos Bernal (Samper de Calanda, 1823-Castelserás, 1886) fue un adelantado a su tiempo que priorizó el bien común a través del desarrollo científico a su bienestar personal. Tardó en recibir el reconocimiento público en España y lidió siempre con problemas financieros para publicar su trabajo y darlo a conocer a la comunidad científica. Hoy en día es considerado, junto a su compañero el torrecillano José Pardo Sastrón, con quien trabajó hombro con hombro durante años, uno de los botánicos decisivos durante el siglo XIX en Aragón.

Un año después del 200 aniversario de su nacimiento, el Museo de Ciencias Naturales, en la sala Odón de Buen del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, se expone Francisco Loscos. De la botánica a la botica, una exposición sobre su obra que podrá visitarse hasta el 15 de febrero. El horario de la sala es de lunes a viernes de 10 a 14 h. y de 17 a 20 horas, y los sábados de 11 a 14 h. y de 17 a 20 h.

La muestra recoge piezas como algunos de los pliegos en los que recogió variedades de todo Aragón a lo largo de su vida, ejemplares originales de las obras científicas que utilizó y que publicó y algunos de los reconocimientos que cosechó en las últimas décadas de su vida, como la Medalla de la Exposición Aragonesa de 1868 o la de 1885. Además una serie de paneles instalados desgrana la vida y la obra de uno de los aragoneses más relevantes del siglo XIX.

Su madre era de Linares de Mora y su padre de Alloza, pero ejercía de médico rural en Samper de Calanda cuando Francisco Loscos nació, el 12 de julio de 1823. Licenciado en Farmacia en Madrid, trabajó como boticario en Chiprana, Castelserás, Calaceite, Peñarroya y de nuevo en Castelserás hasta su muerte. Siempre estuvo interesado por la botánica, pero un encuentro casual en la laguna de Chiprana con José Pardo Sastrón en junio de 1850 hizo que surgiera una amistad especial entre ellos, y se formara una pareja de colaboradores que impulsaría como nunca hasta entonces la botánica en Aragón.
 

Un original de la edición de una de las obras de Loscos editadas en Alcañiz

Con una increíble vocación de trabajo y pese a la inicial incomprensión del mundo académico, formó una red de colaboradores de más de una veintena de localidades, de dentro y fuera de Aragón, que le enviaban periódicamente ejemplares vegetales desecados. Loscos donó ese herbario de 1.353 a la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, y fue incrementando el número de ejemplares hasta los 3.378 pliegos de que consta el actual Herbario de Loscos, que se conserva en el Arco del Dean, en Zaragoza.

Al mismo tiempo envió otros herbarios al Instituto de Segunda Enseñanza de Teruel o el Jardín Botánico de Zaragoza.

Su prestigio era imparable en Europa, donde era considerado un gran científico, y acaso mayor que en su propio país; en 1873 participó en la Exposición Universal de Viena y su Index Herbari Aragonensis obtuvo un gran éxito. Numerosos naturalistas europeos le solicitaban el envío de plantas aragonesas para enriquecer sus colecciones, lo que le sirvió para obtener fondos para sus publicaciones.

Entre esos libros destacaron varios, como Plantas aragonesas. Serie metódica de plantas medicinales espontáneas que reunía más de 400 especies silvestres con numerosas observaciones, pero que por desgracia se perdió.

Pero su gran legado bibliográfico lo constituyó su Flora de Aragón, obra que recogía unas 2.500 especies de las tres provincias de Aragón, algunas de ellas nuevas para la ciencia. Después de ser publicada diría de ella Vicente Martínez Tejero que fue “una de la obras más genuinamente aragonesa de todos los tiempos”, aunque ni fue publicada en Aragón ni en una lengua aragonesa.
 

Uno de los microscopios que usó el turolense puede verse en la exposición


Cansado de no lograr la financiación necesaria para publicar su obra en España, Loscos acudió al botánico alemán Mauricio Willkomm, quien quedó tan impresionado que decidió pagar él mismo su publicación en Dresde (Alemania), escrita en latín y titulada Serie incofecta plantarum indigenarum Aragoniae. El subtítulo, en castellano, decía: Una serie inacabada de plantas autóctonas de Aragón, principalmente del sur, por los autores Francisco Loscos Bernal, farmacéutico del pueblo de Castelserás y de José Pardo Sastrón, farmacéutico del pueblo de Castellote.

Se editaron cien ejemplares que se agotaron rápidamente entre los científicos y centros más avanzados de la época. Su prestigio se disparó. Loscos y Pardo acometieron la segunda edición editada en Alcañiz, esta vez en castellano y por entregas, pero fue un fracaso comercial que no llegó a vender los 500 ejemplares, pese a que había incorporado 164 nuevas especies.

Loscos describió 42 taxones -como Allium pardoi Loscos o Teucrium aragonense Loscos y Pardo, 17 de los cuales se mantienen como especie, y tras él una docena de especies vegetales nuevas fueron bautizadas con su nombre por sus respectivos descubridores. El total de especies que abarca el Herbario de Loscos abarca unas 3.378 especies.

Los reconocimientos de la comunidad científica europea y española arreciaron especialmente a partir de 1878, cuando fue nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y tras su muerte en 1886 numerosas instituciones, alguna de las cuales le había negado apoyo en vida, reconoció su enorme contribución. Pascual Adán, director de El Turolense, escribió: “Ha muerto como todos los verdaderos sabios, tan pobre en dineros como rico en amarguras”. El Ayuntamiento de Teruel erigió una estatua en 1891 que pasó al parque de Los Botánico en 2010, y en Zaragoza existe una céntrica calle con su nombre, precisamente en la que uno de sus hijos, Francisco, ejerció como farmacéutico.

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