Síguenos
Albarracín, donde el héroe estuvo  a punto de morir como un humano Albarracín, donde el héroe estuvo  a punto de morir como un humano
Portada de la novela gráfica infantil y juvenil publicada por Prensas de la UZ y Dykinson. Celia Conejero

Albarracín, donde el héroe estuvo a punto de morir como un humano

Prensas de la UZ y Dykinson publican un libro juvenil ilustrado sobre el Cid
banner click 236 banner 236

Albarracín, la encrucijada del Cid es la segunda entrega de la trilogía de Antara, obra juvenil ilustrada con la que la Universidad de Zaragoza acerca el periplo histórico de Rodrigo Díaz de Vivar por tierras de la provincia de Teruel. La obra ha sido publicada por Prensas de la Universidad de Zaragoza y Dykinson un año después de que saliera publicado el primero de los libros, El Cid Campeador, aventuras por tierras de Teruel.

Se trata de una publicación destinada a un público infantil y juvenil, realizada entre la Universidad der Zaragoza y el Grupo de Investigación, Educación, Cultura y Territorio de la Universidad de Extremadura.

Es el segundo volumen de una trilogía que acerca a los jóvenes la figura del Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, respaldada por el Consorcio Camino del Cid y financiada por la Fundación Universitaria Antonio Gargallo del campus universitario turolense. En este segundo volumen de la trilogía se repasa el periplo del guerrero por la sierra de Albarracín, donde estuvo a punto de morir por unas heridas que sufrió en una refriega mientras sus tropas se preparaban para la invasión de Valencia. En este caso la obra también cuenta con el apoyo de la Fundación Santa María de Albarracín.

Ramón Tena, Alberto Montaner, David Porrinas, José Soto, Ramón Pérez y la ilustradora Celia Conejero vuelven a formar parte del equipo de creadores de la obra con respecto al que realizó El Cid Campeador, aventuras por tierras de Teruel, el primer volumen de la trilogía de Antara -protagonista de la obra-, del que se cae Francisco Jaráiz y al que se incorpora Pilar Cantillo.
 

El Cid, vasallo de Alfonso VI de Castilla, en una ilustración de la obra. C.Conejero


Si en ese primer volumen de la serie de novelas ilustradas juveniles se planteaba un viaje escolar junto a sus compañeros de Antara, un niño refugiado sirio recién llegado a España, por las localizaciones turolenses ligadas a la historia del Cid, como Calamocha, Monroyo, El Poyo, Cella o Teruel capital, en esta ocasión la acción se centra en la ciudad de Albarracín, donde Antara se prepara para pasar unas tranquilas semanas de vacaciones. El joven sirio recibirá el encargo de ayudar a ilustrar un libro que está escribiendo su amigo Montaner -el propio Alberto Montaner es uno de los autores de la obra-, para lo cual se alojará en la casa de los pintores de Albarracín, donde se desarrollan habituales estancias artísticas.

A partir de ese hilo argumental, el libro desglosa la estancia de El Cid en Albarracín, ya que ese es precisamente el tema del libro de Montaner. Con el formato de un diario de viaje escrito por el propio niño sirio, Antara aprende junto al lector el valor estratégico que tenía la plaza turolense a caballo entre Zaragoza y Castilla, y como punto clave antes de acometer la que era la gran ambición de El Cid, conquistar Valencia. Pero controlar Albarracín le llevo mucho más trabajo del esperado, en buena parte por las intrigas y las traiciones que surgían entre los propios aliados del soldado.
 

La Torre de Doña Blanca. C. Conejero


En Albarracín se gestó el destierro de El Cid por parte de Alfonso VI, quien interpretó como una traición que este no llegara a tiempo para defender el castillo de Aledo frente a los almorávides. Rodrigo Díaz de Vivar dejó entonces de proteger Albarracín para su rey y comenzó a hacerlo por cuenta propia, sin entregar el tributo que pagaban los ciudadanos. Sin embargo estos no quisieron seguir pagándole más allá de cinco años, y el mercenario emprendió represalias militares contra la ciudad. En una de esas razzias un grupo de jinetes de Albarracín sorprendieron al castellano, mataron a dos de sus soldados y le hirieron de gravedad en el cuello. Sin embargo el soldado terminó restableciéndose; sabedor él de que Albarracín no renunciaría a defenderse, y la ciudad de que el Cid estaba decidido a subyugarla, decidieron pactar y Albarracín volvió a pagar al castellano por su protección. Ninguna de las partes confiaba en la otra, pero al menos regresó la paz.

Esta imagen de soldado mercenario, que lejos de ser invencible o actuar movido únicamente por el honor y el servicio a una noble causa tuvo sus luces y sus sombras es la que trata de reflejar la obra desde una perspectiva didáctica y desapasionada. Según Ramón Tena, “la imagen popular que tenemos del Cid nos revela un protagonista que nunca fue vencido por sus enemigos, pero eso no significa que no sufriera los contratiempos propios de cualquier guerra. Muy posiblemente, una de las adversidades más decisivas en su vida se produjera en las cercanías de Albarracín, con esa herida casi mortal que lo tuvo postrado un tiempo”.

En el relato aparecen diferentes puntos característicos de Albarracín, como la Torre de Doña Blanca, la Casa de la Julianeta y también el conocido Curso de Pintura que se desarrolla en la localidad de la sierra todos los veranos.

El redactor recomienda