La empatía y trabajar con libertad, claves de una fotografía que transmita sensaciones
El Seminario de la Fundación Santa María de Albarracín explora múltiples universos creativosLa segunda jornada del XX Seminario de Fotografía y Periodismo que acoge la Fundación Santa María de Albarracín fue ayer lunes una explosión de sensaciones a través de los diálogos entablados entre fotógrafos veteranos y noveles, que es el formato que han adquirido este año las sesiones matinales de este encuentro que con el tiempo se ha convertido en un semillero de grandes profesionales a través de las becas que anualmente se conceden. La empatía y poder trabajar con libertad surgieron en las conversaciones como dos requisitos fundamentales para captar una buena imagen, ya sea en el ámbito del fotoperiodismo o de la creatividad.
La construcción de mundos fotográficos y la traslación de las realidades silenciadas en países en conflicto hicieron aflorar ayer en Albarracín una de las cosas más hermosas que tiene la fotografía, su capacidad para revolver las entrañas, emocionar y reflexionar ante imágenes en las que sus autores han podido invertir días, meses e incluso años, aunque el momento de la captura sea fugaz.
La atención con la que los asistentes a este seminario de fotografía siguieron las intervenciones de los ponentes hablaba por sí sola de la cátedra que cada año dictan los profesionales que imparten las conferencias y talleres en estas jornadas, convertidas en un referente en España a la vista de la gran demanda que tienen.
Este año por la pandemia las sesiones se están impartiendo en la Iglesia-Auditorio de Santa María, que garantiza una mayor seguridad sanitaria por la amplitud del espacio, pero que a la vez refuerzan el discurso de los ponentes cuando muestran sus trabajos fotográficos en la pantalla de gran formato donde se exhiben.
La fórmula de entablar diálogos entre fotógrafos de larga experiencia con otros más jóvenes que empiezan a despuntar, y que han sido becados en anteriores ediciones a lo largo de las dos décadas que lleva haciéndose este seminario, ha calado y está dando un mayor dinamismo a las ponencias de las mañanas, algo que ayer era muy valorado entre los asistentes y que además enriquece la percepción de cómo se ha ejercido el fotoperiodismo y la fotografía creativa y las transformaciones que está habiendo con los nuevos tiempos.
La mayor presencia de mujeres pone de manifiesto además cómo está cambiando una profesión que hasta hace poco estaba relegada prácticamente solo a los hombres, algo que además ilustra el hecho de que en los últimos seis años, cinco de las ganadoras del Premio Nacional de Fotografía hayan sido mujeres. Así lo destacó el fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez, director del seminario en colaboración con la fotoperiodista Sandra Balsells.
La presencia de la mujer en los diferentes ámbitos de la fotografía ha aportada nuevas miradas, según pudo verse ayer en los coloquios abiertos tras los diálogos de los ponentes, y han enriquecido también el acercamiento a los conflictos olvidados en países en guerra al romper la mirada exclusivamente androcéntrica que había hasta ahora.
Muestra de esa presencia cada vez mayor de la mujer en la fotografía, es el dato de que entre las 136 inscripciones de este año, 73 de ellas correspondan a mujeres, más de la mitad de los participantes. En total, con los ponentes incluidos, este año están asistiendo al seminario 165 personas, entre ellos seis premios nacionales de fotografía.
Universos fotográficos
La sesión de ayer la abrieron Eugenio Recuenco y Jorge Fuembuena, fotógrafos que iniciaron sus carreras en el mundo de la moda y la foto fija en el cine, y que han desarrollado de forma paralela una trayectoria creativa con la creación de sus propios universos fotográficos. Se trata de experiencias en cuyos proyectos pueden invertir años, como en el caso de Recuenco con 365º o Las mil y una noches, o en el de Fuembuena con Inside Insect, en torno a Luis Buñuel; Liberta, en la que trabaja retratos con la comunidad queer; o Elba y Maya, el seguimiento de dos hermanas en un pueblo del Pirineo desde que nacieron.
Recuenco explicó que el mundo de la moda era “falso” al haber en él “mucha estética”, y que con sus otros trabajos había explorado mundos fotográficos con creaciones más personales que le han permitido contar muchas más historias al margen de los trabajos comerciales por encargo.
El fotógrafo consideró que “todos los trabajos personales surgen a partir de las cicatrices de todo lo que no puedes meter en tus fotos de encargo”. Además, aseguró que los proyectos surgen uno detrás de otro porque son complementos del anterior y se van prolongando en el tiempo, pese a lo cual manifestó que disfrutaba con ellos como sucedió con 365º, donde narra una historia por cada día del año que evoca a hechos históricos, obras de arte y la iconosfera de los siglos XX y XXI en general.
Ambos fotógrafos compartieron la idea de que si bien en sus fotos hay un interés estético, su finalidad última es que sean honestas y permitan “transmitir sensaciones”. Fuembuena aseguró que en su trabajo como fotógrafo de foto fija y en el mundo del cine había buscado también trabajar con libertad, puesto que “no queda otra” para plasmar sus mundos fotográficos. Uno de sus últimos trabajos fue con Carlos Saura en Goya 3 mayo, rodado en Teruel, y del que se encargó de la foto fija, si bien ahora está más orientado hacia proyectos creativos y va a iniciar una estancia creativa en Roma que girará en torno a Pasolini.
Jorge Fuembuena es uno de esos fotógrafos que han crecido en los últimos años en torno al Seminario de Fotografía de la Fundación Santa María, según reconoció él mismo. “He crecido como fotógrafo y como persona aquí”, dijo, para recordar esos inicios en los primeros seminarios en los que participó y cómo fue construyendo también una amistad. Sobre su obra, comentó que le gustaba explorar el tiempo con proyectos que se dilatan a lo largo de los años como en el caso de Elba y Maya.
Indicó a este respecto que en el acto de mirar él busca también “entrar en el espacio de los otros”, en lo que calificó como una “fascinación por describir” y adentrarse en la “profundidad humana” en una suerte de diálogo o “correspondencias emocionales”.
El fotógrafo aragonés añadió que la fotografía le servía “como un instrumento para reflexionar como ser individual y como ser social”, y comentó algunos de los proyectos en los que está inmerso como la recuperación de un archivo de fotografías tomadas a pacientes por el doctor Gregorio Marañón, o la colección de revistas eróticas de Luis García Berlanga. Para el artista, “hay pocas cosas tan elocuentes como el silencio de una fotografía” puesto que “ver es dejarse ver”.
A los mundos fotográficos de Recuenco y Fuembuena le siguió un conversación entre dos fotoperiodistas que trabajan en países en conflicto, Ricardo García Vilanova, que ha cubierto la guerra de Siria y diversos conflictos en África y Oriente, habiendo hecho seguimiento del Estado Islámico, por lo que llegó a estar secuestrado; y Judith Prat, una fotoperiodista aragonesa que ha explorado también con su cámara las realidades de diferentes países en África, Oriente Medio y América Latina.
Ricardo García incidió en cómo había cambiado la profesión desde 2011 por las dificultades para acceder a financiación para poder realizar este trabajo, que calificó de “malabarismo puro”, puesto que cubrir la información de lo que sucede en países en conflicto puede costar hasta 1.200 dólares al día. Para poder seguir desarrollando su trabajo de fotoperiodista explicó que lo alterna con el de camarógrafo de televisión.
Judith Prat indicó que estas limitaciones económicas hacen que el nivel de “precariedad” con el que trabajan sea “muy alto” ante las dificultades de financiar los trabajos. Comentó que prefiere trabajar aquellos temas que no están en el foco de la actualidad, que son conflictos silenciados y olvidados, como la guerra de Yemen, que está reconocida como la mayor crisis humanitaria del planeta de los últimos cien años y es prácticamente imposible acceder al país.
Respeto
Ambos relataron sus experiencias en estos países pero poniendo el foco de atención en lo que viven sus habitantes, pues los dos compartieron su visión del fotoperiodismo como un ejercicio para mostrar a la sociedad esas realidades que están silenciadas, desde el respeto además hacia sus protagonistas.
En este sentido comentaron que algo fundamental para realizar su trabajo era acercarse a los protagonistas de estas historias reales con “empatía” y respeto. Aseguraron que lo primero es “escuchar a la gente”, lejos de lo que sucede cuando llegan los “circos mediáticos”. Prat comentó que a veces pasan hasta tres o cuatro días antes de sacar la cámara cuando llega a los campos de desplazados, porque lo prioritario no es esa sino escuchar a la gente.
La jornada de la mañana la cerraron Alberto García Alix y Estela de Castro con una conversación que giró en torno al retrato como encuentro y enfrentamiento, mientras que por la tarde hubo una sesión práctica de talleres y ya entrada la noche se proyectaron varios audiovisuales de los ponentes.
Romper con estereotipos
La presencia cada vez mayor de la mujer en el fotoperiodismo está abriendo la información sobre países en conflicto a nuevas miradas que se alejan de los estereotipos. Ricardo García Vilanova comentó que hay temas que nunca había podido hacer desde su condición de hombre, mientras que Judith Prat aseguró que ellas tenían algunas ventajas para trabajar, puesto que era más fácil que las mujeres confiasen en contarles sus historias. Comentó que las mujeres habían sido las grandes olvidadas de los conflictos y que una cuestión que se planteó al principio fue cómo contar que son víctimas y romper con los estereotipos.
La fotoperiodista indicó que encontró la clave cuando dejó de ver a estas mujeres como víctimas y pasó a considerarlas “mujeres sobrevivientes”. Aseguró que le “cambió el chip de cómo fotografiarlas”. Además, aseguró que para contar sus historias no bastaba con tener presente la mirada occidental, sino que había que escucharlas, “ver cómo vivían ellas el conflicto”, y eso le ofrecía “perspectivas nuevas” de dichos conflictos.
Prat consideró que las mujeres han aportado “una visión periférica de la guerra”, no solo en el frente, además de haber “introducido también narrativas nuevas”. En cuanto a las dificultades que había encontrado por ser mujer, aseguró que aparte de las habituales de la profesión, tenía que enfrentarse a algo cotidiano como la violencia machista, “un problema más a resolver” en su trabajo.
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